Las élites del pueblo

Uno de los temas más polémicos entre los académicos de la comunicación es la definición de espacio público. Sin ahondar en este debate filosófico, hoy en día es cada vez más evidente que el espacio público, especialmente los medios de comunicación, está dominado por una élite.
El problema no es la existencia de esta élite, sino cómo ha perdido la capacidad de analizar la voluntad y la opinión de la mayoría y se aferra a análisis erróneos, basados en vacuidades moralistas que no reflejan la realidad. Una visión desde dentro de una pseudoburbuja.
Fue ese aire de la época lo que impidió a esta élite mediática anticipar el crecimiento de los movimientos populistas en todo el mundo, y sin embargo nada cambió con este fracaso, que seguimos viendo todos los días en la televisión y en las páginas de los periódicos.
El fútbol es un espacio donde se llevan al límite todas las reglas de la política y la comunicación. Cada error y cada victoria adquieren proporciones que solo son posibles cuando el balón rueda (o da en el poste). En el fútbol, nada importa más que la victoria, y cada uno tiene su propia visión del camino a la gloria.
En la comunicación política se suele decir que ningún político gana elecciones sin futuro. Esta no es una mala regla para el análisis político, y es totalmente correcta para el fútbol.
Esto fue lo que, sorprendentemente, derrumbó el statu quo del Sporting, su famosa y sólida gestión financiera y la red de croquetas de poder, con la llegada de Bruno de Carvalho. Bruno de Carvalho, el emperador Nerón de Alvalade, fue derrocado cuando, gracias al disparo imposible de Bryan Ruiz por encima del larguero, prefirió dejar que Alvalade se quemara antes que reinventar su visión de la victoria.
Villas Boas solo llegó al poder en Oporto cuando se hizo evidente que Pinto da Costa ya no tenía la fuerza para garantizar un futuro ganador. A pesar de un pasado ganador sin parangón en el mundo, sobrevivió al turbulento mar del Fair Play Financiero solo para naufragar ante la falta de victorias en el horizonte.
El Benfica será el mismo; no serán las promesas de una gestión profesionalizada al estilo de la Cajita Feliz de la Croqueta, ni las glorias pasadas de quienes lloraron tras marcar un gol en la Luz con la camiseta de la Fiorentina las que decidirán las elecciones. El pueblo elegirá las soluciones que crea que mejor resuelven sus problemas; el pueblo elegirá a quienes reconozcan su visión para ganar, independientemente de los juicios morales de las élites.
La opinión puritana publicada que he estado leyendo contra Luís Filipe Vieira representa a estos neoyorquinos de la música de Bebel Gilberto, que escriben desde sus castillos de naipes, aislados de la gente con la que se cruzan camino al castillo, que beben cócteles elegantes en los tejados de la ciudad. Una advertencia para ellos: a Vieira aún le queda mucha vida.
observador