En Japón, viviendo a la sombra del monstruo de Sakurajima

Vista desde el cielo, su perfección geométrica invita a la reflexión. Un cono rodeado de agua, en el centro de una bahía encerrada en la pinza de cangrejo que forma el extremo sur de la isla de Kyushu, Japón. Sakurajima es uno de los volcanes más activos del archipiélago japonés, por no mencionar uno de los más imponentes. Perdió su estatus de isla durante su última gran erupción en 1914, cuando un gigantesco flujo de lava llenó el estrecho que lo separaba del continente.
Mientras lo observaba desde todos los ángulos, Chikashi Suzuki quedó impresionado por la constante presencia de nubes y humo en las laderas de este monstruo estromboliano, que casi se puede rodear siguiendo la costa. «Transmite una impresión de extraordinaria belleza mientras que, a pesar del peligro, reina una extraña serenidad entre la población local», relata el fotógrafo de 53 años de la prefectura de Chiba, cerca de Tokio.
Al igual que en Italia, donde el Vesubio atrae constantemente la atención de los napolitanos, Sakurajima está presente en el paisaje de Kagoshima, una ciudad de 600.000 habitantes con clima subtropical. Ya sea caminando por la costa o en las alturas de la "Nápoles del Este", el más alto de sus tres picos, a 1.117 metros sobre el nivel del mar, domina las calles, el puerto y el mar, a pesar de estar a solo 4 kilómetros en línea recta. Los telescopios permiten observarlo más de cerca. Incluso los restaurantes parecen obsesionados con él, ofreciendo platos que reproducen su forma y sugieren la variedad de elementos que constantemente expulsa al aire: rocas, cenizas, gases...
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Le Monde