Isabel Belaustegui, médico integrativa: “El sueño de mala calidad influye en el control de peso y la composición corporal”
%3Aformat(jpg)%3Aquality(99)%3Awatermark(f.elconfidencial.com%2Ffile%2Fa73%2Ff85%2Fd17%2Fa73f85d17f0b2300eddff0d114d4ab10.png%2C0%2C275%2C1)%2Ff.elconfidencial.com%2Foriginal%2F14c%2F9bd%2Ff8d%2F14c9bdf8d7a32a5b63e0369e1a947fc8.jpg&w=1280&q=100)
La relación entre dormir mal y el aumento de peso corporal ha sido objeto de creciente interés científico. Según explica la médico integrativa Isabel Belaustegui, un sueño de mala calidad puede afectar directamente tanto al control de peso como a la composición corporal, favoreciendo la acumulación de grasa y dificultando la pérdida.
En un vídeo publicado en su canal de YouTube, Belaustegui señala: “Un sueño de mala calidad nos hace ganar kilos y aumentar el porcentaje de grasa corporal respecto al porcentaje de masa magra”. Además, añade que este proceso ocurre “por dos vías, una vía directa y una vía indirecta”, vinculadas al metabolismo de las grasas y a las hormonas del hambre.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fe14%2Fd70%2Fec9%2Fe14d70ec9607c60129d59425c8a4a6cc.jpg)
De acuerdo con la especialista, la primera vía es la directa: “Cuando dormimos mal se inhibe esta vía de combustión de la grasa y utilizamos menos energía almacenada en forma de grasa”. Esto provoca que, pese a mantener dieta y ejercicio, el organismo bloquee la pérdida de tejido adiposo. La segunda vía es indirecta y está relacionada con las hormonas, como la leptina y el cortisol, que condicionan la saciedad y la respuesta al estrés.
La alteración de estas hormonas genera lo que Belaustegui define como “un círculo vicioso que funciona en bucle de resistencia a la leptina, deseo de alimentos desfavorables y por consumirlos mayor resistencia a la leptina”. Este mecanismo conduce a un aumento de la ingesta de azúcares y harinas refinadas, sumando inflamación y acumulación de grasa en zonas como el abdomen o las caderas.
Para contrarrestar estos efectos, la médica recomienda asegurar entre 7 y 9 horas de sueño, cuidar la calidad del descanso y adoptar rutinas que incluyan cenas ligeras, control de la exposición a la luz, ejercicio físico en horarios adecuados y técnicas de relajación. “Es muy importante para la salud global, física, mental y emocional contar con un sueño de calidad”, subraya Belaustegui, destacando que sin este pilar, los esfuerzos en alimentación o actividad física pueden resultar insuficientes.
El Confidencial