El perro de Pávlov y su relación con el efecto placebo


En la pieza anterior hablamos de la práctica de la cetrería con fines ecológicos; una alternativa sostenible que consiste en el entrenamiento de rapaces para el control de aves en las ciudades. Tomando como ejemplo el azor entrenado por el escritor T.H White, presentamos algunos detalles del adiestramiento de aves rapaces.
Con todo y con eso, hoy toca extenderse con el vínculo científico que se establece entre el ave y el cetrero, siendo la recompensa del alimento lo que va a permitir poner en marcha el reflejo condicionado, tal y como se conoce científicamente la respuesta a un estímulo que requiere ser aprendido. Y es aquí donde entra en juego el fisiólogo ruso Iván Pávlov (1849-1936) quien, con su experimento, puso en práctica la ley aristotélica de la contigüidad, la misma que viene a decir que “cuando dos cosas suelen ocurrir juntas, la aparición de una traerá la otra a la mente”.
Dicha asociación la puso Pávlov en evidencia experimentando con perros. Con sus pruebas demostró que las respuestas a los estímulos que reciben los sentidos pueden ser activadas. Con esto desarrolló lo que se viene a denominar científicamente condicionamiento clásico o pavloviano.
Por decir no quede que Pávlov descubrió dicho condicionamiento por serendipia cuando estudiaba la digestión de los animales, dándose cuenta de que, cuando a los perros se le acercaba el cuenco de la comida y el olfato se activaba, tenía lugar la salivación. Pero también —y esto es lo importante— la salivación ocurría con la sola presencia de la persona encargada de alimentar a los perros, en este caso el técnico de laboratorio que les traía la comida. El reflejo de la salivación se convertía así en reflejo condicionable.
A partir de aquí, se desarrolla el experimento psicológico del que tantas veces se ha hablado y que consiste en una campana para llamar a los perros a comer; tras varias repeticiones, los perros comienzan a salivar en respuesta al sonido de la campana. En el caso del azor de T.H White, lo que el escritor va a hacer es silbar una canción. Pero el resultado es el mismo, porque el condicionamiento pavloviano es un aprendizaje asociativo que funciona.
Con este experimento podemos llegar al denominado efecto placebo, una sustancia sin propiedades curativas, pero con finalidad terapéutica debido también a un estímulo condicionado, el de una pastilla inocua cuya respuesta se traduce en una reacción física curativa. Y esto es uno de los muchos detalles que salpican la trama de una de las mejores novelas norteamericanas del género de terror. La escribió Stephen King y lleva por título It; en ella nos presenta a un adolescente que sufre de asma aunque, en realidad, no lo tenga.
Cada vez que aparece en la farmacia a por un inhalador, el farmacéutico le dispensa uno cargado de agua con unas gotas de alcanfor para que den sabor a medicamento. “La enfermedad la tienes aquí”, le dice el farmacéutico señalándose la cabeza. Pero, de esta apasionante novela y de sus guiños científicos, hablaremos en la próxima pieza.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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Periodista y escritor. Entre sus novelas destacan títulos como 'Sed de champán', 'Pólvora negra' o 'Carne de sirena'.
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