Burocracia en la era digital: el caso surrealista de DWFx

En un reciente intento de presentar un proyecto arquitectónico, un amigo arquitecto se vio atrapado en uno de esos laberintos que solo la burocracia portuguesa puede crear. Simplemente quería firmar un archivo DWFx con la nueva Tarjeta Ciudadana. ¿Resultado? Misión imposible.
DWFx es un formato digital que permite visualizar dibujos técnicos sin editarlos, conservando una firma digital que garantiza su autenticidad. Se volvió obligatorio para la presentación de proyectos urbanos mediante el Decreto Ejecutivo n.º 113/2015, posteriormente derogado por el Decreto Ejecutivo n.º 71-A/2024. Sin embargo, el Anexo II sigue mencionando DWFx, lo que ha llevado a muchos ayuntamientos a mantener el requisito.
Hasta ahora, todo bien. El problema surge cuando la nueva Tarjeta Ciudadana, lanzada en junio de 2024 con mayor seguridad y alineada con los estándares europeos, ya no es compatible con el único programa capaz de firmar archivos DWFx: Design Review 2013 de Autodesk. Sí, una versión de 2013: obsoleta, descontinuada y sin soporte técnico.
¿El resultado? Profesionales con tarjetas nuevas, archivos necesarios y software obsoleto. Todo bien, excepto lo esencial: funciona.
Y esto ocurre en medio de la crisis de vivienda, donde los retrasos en la tramitación de permisos tienen un impacto directo en los costos y los plazos. Arquitectos e ingenieros se ven obstaculizados por un error técnico que parece una situación de "volver mañana".
¿La solución? Modificar la ordenanza y sustituir DWFx por formatos más prácticos y robustos, como el PDF firmado digitalmente (ampliamente aceptado e intuitivo) o el archivo ASiC, una especie de archivo comprimido (zip) firmado digitalmente que garantiza la integridad y la autenticidad.
Puede parecer un detalle técnico, pero tiene consecuencias reales. Cada día perdido intentando resolver este impasse es un día de trabajo sin hacer. Multiplicado por cientos de profesionales, el impacto se traduce en retrasos en la concesión de licencias, costes adicionales y mucho tiempo perdido esperando a que funcione entre cafés.
Más que un problema de software, es una cuestión de lógica: si el propio Estado proporciona una tarjeta incompatible con sus requisitos, quizás sea momento de revisar... los requisitos.
Es cierto que el gobierno se ha esforzado por digitalizar los procesos, y eso es positivo. Pero hay una diferencia entre digitalizar y crear un laberinto digital. Cuando los profesionales tienen que recurrir a foros, tutoriales, vídeos de YouTube y líneas de ayuda para presentar un proyecto, quizás el sistema necesite atención. O una reforma.
Varias asociaciones profesionales ya han advertido sobre esta situación y presentado propuestas concretas para solucionar el problema. Y, imagínense, las soluciones funcionan. Pero como todo en Portugal, cambiar una norma requiere más que sentido común: requiere opiniones, grupos de trabajo, reuniones y, por supuesto, más café.
En definitiva, la cuestión es simple: cualquiera que quiera construir debería poder hacerlo sin necesidad de ser un experto en firmas digitales y formatos de archivo. La tecnología debería estar ahí para ayudar, no para convertir un proyecto en una frustración.
Y si el objetivo es acelerar la construcción y abordar la crisis de la vivienda, tal vez sea una buena idea comenzar por no dificultar las cosas que ya deberían estar resueltas, y por facilitar las cosas para quienes quieren trabajar.
observador