La educación ciudadana y la burbuja mediática

La reciente controversia en torno a la educación sexual ha devuelto la educación para la ciudadanía al debate público. Desde la izquierda, aumentan las críticas a la propuesta gubernamental de revisión curricular, acusándola de regresión civilizacional. Desde la derecha, resurge el debate ultraconservador, que considera este contenido una imposición ideológica a los jóvenes y sus familias. Pero en medio de este revuelo, una pregunta esencial sigue sin respuesta: ¿cómo contribuye esta asignatura, tal como existe hoy, a la educación de los jóvenes?
Es fundamental defender la educación sexual en las escuelas. No se trata de ideología, sino de salud, información, protección y libertad. Enseñar a los jóvenes a comprender su cuerpo, reconocer sus límites y prevenir el abuso o las enfermedades de transmisión sexual es imperativo para cualquier sociedad evolucionada y responsable. Eliminar estos temas del ámbito escolar —o reducirlos a menciones genéricas ocultas en ámbitos imprecisos— condena al alumnado al silencio, la ignorancia y su destino. Las escuelas no pueden ceder al fanatismo ideológico, pero tampoco pueden permitir el abuso, ni siquiera ocasional.
Pero si bien es cierto que el contenido permanece, aunque de forma más genérica, también lo es que su presencia en el papel no garantiza su transmisión práctica. Y aquí está el punto que rara vez se discute: la ciudadanía, hoy en día, suele ser un espacio vacío. No sirve para la educación sexual, los derechos humanos ni la educación ambiental. Sirve para llenar horarios, resolver asuntos administrativos (justificaciones de ausencia, problemas de conducta), "arreglárselas" con el tiempo de clase o estudiar para el examen de la siguiente clase. Los profesores responsables son casi siempre los directores de clase, a menudo sin formación específica en los temas y abrumados por las tareas burocráticas. Y esto es lo que la burbuja mediática ignora, sabe, pero no le importa o hace la vista gorda.
¿Cómo podemos esperar que un profesor de historia enseñe conocimientos financieros? ¿O que un profesor de matemáticas aborde con seguridad temas de sexualidad o violencia en el noviazgo? Esta completa desconexión compromete la eficacia de la disciplina y la debilita ante cualquier ataque político o ideológico.
La solución no es eliminar la ciudadanía ni ocultarla bajo pretextos neutrales. Al contrario, debe tomarse en serio. Más que una asignatura aislada, la educación ciudadana debe considerarse una estrategia pedagógica transversal, definida por los consejos de clase e integrada en el trabajo de diversas disciplinas. La biología debe abordar la educación sexual desde una perspectiva holística y transversal; la filosofía, los derechos humanos; las matemáticas, la alfabetización financiera. Y si realmente existe una asignatura, debe haber profesorado cualificado para impartirla. Pero esto requiere planificación, formación docente y tiempo para coordinar.
Debatir el contenido es importante, pero no suficiente. Es solo una discusión superficial del tema. El verdadero desafío es estructural y pedagógico: garantizar que los temas adecuados se aborden de la manera correcta, por quienes están capacitados para hacerlo. Solo entonces la ciudadanía dejará de ser una hoja suelta en el currículo y se convertirá en una verdadera herramienta de crecimiento, evolución y emancipación.
observador