¿Dónde están la ética y la integridad en la ciudadanía?

La primera prioridad descrita en la Estrategia Nacional Anticorrupción (ENAC) 2020-2024, aprobada por la Resolución del Consejo de Ministros n.º 37/2021 del 6 de abril, destacó la importancia de los centros educativos en la promoción de la ética y la integridad para prevenir la corrupción. La ENAC 2020-2024 reconoció la necesidad de garantizar la creación de un programa sostenido para la educación primaria y secundaria, adaptado a cada ciclo, que cumpliera con la centralidad que requiere el tema, en particular su inclusión en las áreas de Educación Ciudadana. Se deben elaborar documentos a tal efecto como referencia para los centros educativos.
Posteriormente, en el Informe Técnico sobre la Agenda Anticorrupción elaborado por el XXIV Gobierno Constitucional, se destaca el “papel que debe desempeñar la educación de las jóvenes generaciones y la formación de los tomadores de decisiones públicas en la creación de una cultura de integridad y exigencia en la sociedad civil, que proteja al sector público frente a los fenómenos corruptos”.
El mismo propósito está expresamente anunciado en el actual Programa de Gobierno, en el que, en el apartado dedicado a “Transparencia y lucha contra la corrupción”, una de las metas es invertir en educar a las generaciones más jóvenes en una cultura de integridad.
Lamentamos que un tema que consideramos fundamental para la calidad de la democracia haya sido aparentemente ignorado, en un debate público que terminó reducido a la cuestión de la inclusión (o no) de la educación sexual en el currículo escolar.
En Portugal, hemos presenciado un creciente descrédito de la clase política y de los altos funcionarios gubernamentales, impulsado por la proliferación de casos de conflictos de intereses, promiscuidad entre los sectores público y privado, incompatibilidades y favoritismo hacia amigos y familiares en el acceso a los servicios públicos, y el uso indebido de los recursos estatales para beneficio propio. Esta realidad ha contribuido a un deterioro generalizado de la reputación de las instituciones, alimentando la retórica antidemocrática contra el sistema, en la que el partido CHEGA ha sido el principal protagonista en las últimas elecciones.
Si queremos revitalizar los pilares de la democracia y regenerar el funcionamiento de las instituciones, ha llegado el momento de traducir este discurso en acciones concretas para promover una verdadera cultura de integridad, desde la primaria. Como decía mi abuela paterna: «Hay que doblar el pepino mientras aún está joven».
observador