De Deva a Zumaia: la mejor ruta para este verano

No hace falta cruzar medio mundo para encontrar paisajes que parecen de otro planeta. En la costa vasca, entre Deba y Zumaia, se extiende una de las rutas más espectaculares del norte peninsular. Es parte del Geoparque de la Costa Vasca y sigue el perfil de acantilados que guardan millones de años de historia en sus pliegues. Una escapada perfecta para los que quieren mover las piernas, disfrutar de paisajes increíbles y terminar con un buen bocado junto al mar.
EmpezamosLa ruta entre Deba y Zumaia recorre uno de los tramos más espectaculares de la costa vasca: 14 kilómetros de acantilados, verdes prados, caseríos solitarios y vistas al mar que cortan la respiración. Se tarda unas 4 o 5 horas en completarla a paso tranquilo, y aunque tiene algún tramo con subidas y bajadas, la dificultad es media y no requiere experiencia previa. Como se trata de una ruta lineal, muchos la hacen en un sentido y luego regresan en tren, ya que Deba y Zumaia están muy bien conectadas.
El recorrido comienza en Deba, un pequeño pueblo con encanto, donde merece la pena visitar la iglesia de Santa María (una joya del gótico vasco) y dar un paseo por el casco antiguo o por la playa antes de empezar a caminar. Desde allí, se toma el sendero bien señalizado que va ganando altura poco a poco hasta dejar atrás el pueblo. Pronto aparece lo mejor: un paisaje de prados abiertos frente al mar, con el flysch al fondo, marcando el camino que espera. Aquí empieza la verdadera maravilla.
No es IrlandaEl mayor tesoro de esta ruta es, sin duda, el flysch, un fenómeno geológico que convierte este tramo de costa en una especie de libro abierto de la historia de la Tierra. Estas formaciones rocosas en capas fueron originadas hace más de 60 millones de años por la acumulación de sedimentos marinos en el fondo del océano. Los movimientos tectónicos y la erosión posterior han hecho que hoy esas capas salgan a la superficie en forma de acantilados estriados, que se asoman al mar como las páginas de un libro gigantesco.
Lo más espectacular es que esas capas guardan registro de eventos clave en la evolución del planeta, incluida la extinción de los dinosaurios. En ningún otro sitio del mundo se ve con tanta claridad esta secuencia. El tramo más conocido es el de Sakoneta, entre Deba y Zumaia, donde el flysch queda al descubierto en marea baja y se puede caminar literalmente sobre millones de años de historia.
El sendero ofrece miradores naturales desde los que contemplar el flysch sin salir del camino, pero si quieres una experiencia aún más cercana, lo ideal es consultar las tablas de mareas y bajar a la costa durante la bajamar. Eso sí, siempre con precaución: es una zona protegida y frágil.
La mitad del caminoHacia la mitad de la ruta llegarás a Elorriaga, un pequeño núcleo rural que parece detenido en el tiempo. Es un buen lugar para descansar unos minutos, admirar los caseríos tradicionales y disfrutar del silencio entre montes verdes. Aquí comienza la parte más espectacular del camino, donde el flysch se convierte en protagonista absoluto.
A partir de este tramo, el sendero bordea los acantilados y ofrece algunos de los mejores miradores naturales del recorrido. No hace falta bajar hasta la costa: desde lo alto, los pliegues del flysch se aprecian con una claridad sorprendente, como si alguien hubiera abierto la tierra en canal para mostrar sus secretos. Varios paneles explicativos ayudan a entender cómo se formaron estas capas y qué representan.
El broche perfectoLa llegada a Zumaia es todo un regalo tras la caminata. Este pequeño pueblo costero no solo tiene uno de los tramos más impactantes del flysch, sino también una de las playas más cinematográficas del norte de España: la de Itzurun. Sus paredes verticales de roca, modeladas por el mar durante millones de años, han aparecido en películas y series como Juego de Tronos.
Además de acercarte a la orilla y recorrer los acantilados, puedes visitar el Centro de Interpretación Algorri, donde se explican de forma visual y sencilla los secretos geológicos del flysch. Y si aún te queda energía, hay paseos cortos que te llevan hasta la ermita de San Telmo, colgada sobre el mar.
Pero igual ese plan se queda para otro día… para terminar la jornada el cuerpo pide una terraza con vistas al mar, algún pintxo y una copa de txakoli bien frío. Has cruzado uno de los tramos más espectaculares de la costa vasca. Toca celebrarlo.
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