Más que vitamina D: ¿El Sol puede curarnos de enfermedades? La ciencia hace importantes revelaciones

La luz solar ha sido el objeto de múltiples investigaciones, sin embargo, cuando se habla de salud humana, el panorama se vuelve complejo y contradictorio.
Las advertencias sobre los riesgos de la exposición excesiva al sol y su vínculo con el cáncer de piel son recurrentes, pero también hay teorías que sugieren que la radiación solar podría ser clave para combatir algunas de las enfermedades más devastadoras de nuestro tiempo. ¿Qué dice realmente la evidencia científica actual sobre el potencial terapéutico del sol?
Desde hace varios siglos se ha planteado la idea de que el sol hace bien a los humanos. De hecho, diversas culturas han reconocido el poder curativo del sol. De Egipto a la Grecia antigua, pasando por las tradiciones médicas islámicas, el astro rey fue considerado una fuente de salud y revitalización. Lo sorprendente es que, en pleno siglo XXI, esta creencia ancestral esté siendo redescubierta por la ciencia con una fuerza inesperada.

El uso excesivo del sol causa daño celular. Foto:iStock
La hipótesis dominante por años fue simple: la luz solar produce vitamina D, esencial para la salud ósea y, quizás, para prevenir un largo catálogo de enfermedades. Los hermanos Frank y Cedric Garland, epidemiólogos de la Universidad Johns Hopkins, sugirieron en un influyente artículo en 1980 que la vitamina D era responsable de las menores tasas de cáncer de colon en regiones soleadas. Así comenzó la era de la vitamina D, un período en el que médicos de todo el mundo comenzaron a recomendar masivamente la suplementación con este nutriente.
A pesar de ello, esta era parece haber alcanzado su límite por estos días. Los suplementos han mostrado ser útiles para evitar deficiencias graves, pero los ensayos clínicos no han confirmado sus supuestos efectos milagrosos sobre el cáncer, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares. En otras palabras, las dolencias afectan por igual a quienes toman suplementos y a quienes no.
Sobre ello, el análisis publicado en Scientific American, sugiere: "cualquier cosa que la luz solar esté haciendo para prevenir miríadas de dolencias, es mucho más complicado que hacer que la piel produzca un poco de vitamina D".

. Foto:Istock
Asimismo, otros estudios observacionales concluyen que, a pesar del aumento de melanomas, las personas más expuestas a la luz solar diaria viven más tiempo. El doctor Martin Moore-Ede, director del Centro de Investigación sobre la Luz Circadiana, cita en un artículo para Psychology Today un trabajo sobre personal de la Marina de Estados Unidos –altamente expuesto al sol– que mostró una tasa de mortalidad por cáncer de piel tres veces menor de lo esperado y un 44 % menos de muertes por otros tipos de cáncer. Lo que refuerzan la idea de que la luz solar ejerce un efecto protector más amplio de lo que se pensaba.
Por su parte, un estudio sueco encontró resultados similares: las mujeres con menor exposición a la luz solar tuvieron el doble de mortalidad durante un seguimiento de 20 años comparado con las más expuestas. El riesgo de morir por enfermedades cardiovasculares era un 130 % mayor y el riesgo por otras causas no relacionadas con cáncer ni enfermedades cardiovasculares un 70 % mayor. Sorprendentemente, incluso aquellas que desarrollaban melanoma tenían mejor supervivencia si seguían tomando el sol.
Uno de los casos más estudiados y prometedores, con respecto a la exposición al sol, es el de la esclerosis múltiple (EM), una enfermedad autoinmune en la que el sistema inmune ataca la mielina que recubre los nervios. Y es que su distribución geográfica presenta un patrón inquietante. Durante más de un siglo, los investigadores han documentado que numerosas enfermedades, particularmente las condiciones autoinmunes y cardiovasculares, muestran una correlación con la latitud.
En Australia, por ejemplo, las tasas de EM suben de 12 por cada 100.000 personas en el norte tropical a 76 en el sur, según Scientific American.
Por otra parte, la exposición al sol, especialmente durante la infancia o el embarazo, parece ejercer un efecto protector. Estudios observacionales han encontrado que los niños que pasan más de una hora al día al aire libre tienen hasta cinco veces menos riesgo de desarrollar EM que los que pasan menos de 30 minutos.
Un caso concreto es el de Kathy Reagan Young, una paciente diagnosticada con EM en 2008 en EE. UU., que comenzó a utilizar una caja de luz UV prescrita por su médico. En pocos meses, su fatiga desapareció, su puntuación de enfermedad bajó al mínimo, y recuperó una vida activa.
El efecto que hubo en Reagan se debió a que los rayos desencadenan una cascada de reacciones bioquímicas, cuyos impactos exactos en la salud humana siguen bajo investigación: se generan endorfinas, serotonina, óxido nítrico (que baja la presión arterial), lumisterol (con efectos antiinflamatorios), y otras moléculas que aún están siendo descubiertas.
El inmunólogo Scott Byrne, por ejemplo, identificó recientemente lípidos generados por la piel tras la exposición solar que instruyen a las células T para que no se multipliquen descontroladamente; justamente el proceso que desencadena enfermedades autoinmunes como la EM.

Foto:E. Schaberger
En otro pequeño y preliminar ensayo clínico en Australia, citado por Scientific American, 30 % de los pacientes con EM temprana que recibieron fototerapia UV no desarrollaron la enfermedad, frente al 0 % del grupo de control. Y lo más intrigante: los efectos positivos –aunque se requiere confirmación en investigaciones más amplias– persistieron meses después de terminar la terapia.
Aunque la intuición nos haga creer que todo ocurre en la piel, otra evidencia ilustra una verdad más compleja de los beneficios del sol. Por ejemplo, Psychology Today recuerda que incluso sin exposición directa al sol, salir al aire libre ayuda a sincronizar los ritmos circadianos, lo cual impacta directamente en la regulación hormonal, el estado de ánimo y el metabolismo. La luz azul matinal, en particular, ayuda a calibrar el "reloj interno" y podría reducir el riesgo de múltiples enfermedades.
En otras palabras, ni siquiera es necesario tomar el sol a pleno para obtener beneficios: basta con ver la luz natural a diario, preferiblemente por la mañana.
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