Un estudio de ADN descubre el verdadero origen del finés, húngaro y estonio (y no, no nacieron en Europa)
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Un nuevo estudio publicado en la revista Nature ha reescrito lo que hasta ahora se daba por sentado sobre la historia de las lenguas urálicas, como el finés, el húngaro y el estonio. Gracias al análisis de ADN antiguo, los científicos han desmontado la teoría tradicional que ubicaba su origen en los montes Urales y han descubierto que estas lenguas se gestaron en la Siberia nororiental, a miles de kilómetros al este.
La investigación ha revelado que estas lenguas se expandieron junto a una población ancestral que portaba un marcador genético exclusivo, hallado en la región de Yakutia. Este nuevo enfoque no solo cambia el punto de partida geográfico, sino que también invita a replantear cómo se difunden las lenguas. Lejos de grandes imperios o conquistas militares, el caso urálico sugiere que una lengua puede viajar distancias extraordinarias si sus hablantes mantienen redes sociales y estructuras culturales resilientes. La clave de esta expansión estaría, más que en la demografía, en la continuidad y transmisión cultural durante milenios.
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La investigación se apoya en el estudio de 180 nuevos genomas antiguos datados entre hace 11.000 y 4.000 años, sumados a más de mil ya secuenciados anteriormente. Los resultados permiten seguir el rastro de una señal genética siberiana que, pese a ser minoritaria —entre un 2 % y un 10 % en hablantes actuales de lenguas urálicas—, aparece consistentemente en poblaciones tan distantes como los estonios, finlandeses y, en menor medida, los húngaros. Esta señal está completamente ausente en hablantes de lenguas indoeuropeas.
De Siberia a Europa: los orígenes de las lenguas urálicasDurante décadas, la hipótesis predominante situaba el nacimiento del proto-urálico en la región de los Urales, un área considerada tradicionalmente como punto de encuentro entre Asia y Europa. Sin embargo, el nuevo estudio desplaza ese epicentro lingüístico hasta el noreste de Siberia, en el entorno de Yakutia, una zona más próxima a Alaska que al Báltico.
Graphical Summary of Genetic Changes Taking Place in Northern Eurasia. pic.twitter.com/PdiPYKG6fM
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Allí habrían vivido hace unos 4.500 años los ancestros de los pueblos que hoy hablan lenguas urálicas. Este grupo humano, aunque pequeño en número, dejó una huella duradera tanto en el ADN como en el mapa lingüístico. Se movían por las densas taigas boreales, cazaban y comerciaban, y poco a poco su lengua fue echando raíces a medida que avanzaban hacia el oeste.
El vínculo genético descubierto refuerza una narrativa según la cual las lenguas pueden diseminarse sin que sus hablantes dominen demográficamente. La clave reside en las conexiones sociales y culturales, y en este caso, también en la tecnología: la expansión de las lenguas urálicas coincide con la aparición del fenómeno arqueológico Seima-Turbino.
Extended Data Fig. 11: Contribution of Yakutia_LNBA and Cisbaikal_LNBA to Admixed Inner Eurasians (AIEA). pic.twitter.com/R8M4RBSzkO
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Este fenómeno describe una expansión de técnicas avanzadas de fundición de bronce y armas características entre Siberia, Mongolia y el norte de China. Muchos yacimientos Seima-Turbino contienen restos humanos con la señal genética de Yakutia, lo que sugiere que esta cultura tecnológica fue el vehículo de transmisión de la lengua proto-urálica hacia Europa.
La dispersión de estas poblaciones no fue uniforme ni inmediata. Las rutas migratorias muestran un movimiento gradual hacia el oeste, con huellas genéticas urálicas en cazadores-recolectores del norte de Escandinavia —antecesores de los actuales sami— y en comunidades asentadas en la cuenca de los Cárpatos, donde siglos más tarde surgiría el húngaro.
Uno de los aspectos más reveladores del estudio es la convivencia entre hablantes proto-urálicos y pueblos asociados a la cultura Yamnaya, portadores de las lenguas indoeuropeas. Mientras los indoeuropeos se desplazaban a caballo en grandes migraciones, los urálicos se expandieron por redes más lentas y complejas. Este contacto temprano no implicó sustitución lingüística, pero sí dejó rastros culturales y genéticos en ambas direcciones.
El nuevo estudio desplaza el origen lingüístico al noreste de Siberia, en el entorno de Yakutia, una zona más próxima a Alaska que al Báltico
El caso del húngaro es paradigmático. Aunque hoy está rodeado de lenguas indoeuropeas, su origen urálico es claro, y los genes de los conquistadores medievales que lo llevaron a Europa central muestran aún esa conexión con Yakutia. Sin embargo, la huella genética casi ha desaparecido en la población húngara moderna, prueba de que una lengua puede sobrevivir incluso cuando sus portadores originales se diluyen genéticamente.
El Confidencial