Incensurable

Hay libros que se entregan como un puñal. Esto se lo dijo Alejandra Pizarnik a Silvina Ocampo al regalarle un ejemplar de La condesa sangrienta. Y esto nos lo dice, desafiante, la profesora de filosofía Lectrice Santos en el nuevo libro de Luna Miguel, Incensurable (Lumen, 2025).
Es el año 2029 y estamos en una hipotética sociedad futura donde Lolita se ha dejado de leer y ha caído en el olvido. Ante un auditorio lleno de alumnas que esperan expectantes una conferencia sobre «el placer y la lectura», Lectrice Santos empieza a repartir las fotocopias del Lolita desaparecido. Algunas alumnas irán vaciando la sala, otras intentarán boicotear la conferencia y otras se quedarán para escuchar la confesión que tiene que hacerles esta profesora. Una novela-ensayo o un ensayo mágico, como le gusta llamarlo a su autora, que es, en realidad, una indagación sobre el placer de la lectura, una defensa de Lolita y de los libros que se encarnan al cuerpo y molestan y duelen y, sobre todo, una invitación a leer arriesgándose, porque, tal y como nos recuerda Luna Miguel «leer, casi tanto como escribir, significa asumir riesgos».
Ya sabemos que la historia de Lolita de Nabokov es la Historia de la censura, con mayúsculas. Un libro termómetro que ha servido durante 70 años -su primera edición en The Olympia Press es de 1955- para calibrar la temperatura moralista de la época. Luna Miguel hace un repaso histórico y erudito de todas esas censuras previas y de cómo el libro de Nabokov sobrevivió a ellas. Pero, en plena era de la cancelación, también nos recuerda que tal vez lo peor que le puede pasar a un libro no sea la censura explícita, la prohibición, sino la indiferencia y el olvido.
Porque es del olvido y de sus múltiples formas de lo que va esta novela, que se irá abriendo casi como una investigación detectivesca y bibliográfica, la investigación de una obsesión.
«Teniendo en cuenta que la cancelación es una especie de hermana tonta de la censura, una suerte de paso previo y cobarde, más relacionado con el mercado que con la moral, tomarnos la molestia de contextualizar una obra incómoda resulta más eficaz que cancelarla», nos recuerda la narradora.
Incómoda. Incensurable. Indefinible. También inabarcable. Desde luego, inmoral. Y esperemos que inolvidable. Quien tome el riesgo de leer Lolita hoy, debería tomar el riesgo de leer esta brillante, provocadora, divertida y apasionadísima carta de amor a la lectura que es Incensurable. Quien se tape los ojos cuando aparezca el monstruo en pantalla, también.
elmundo