Así permitía España que se saquearan sus tesoros artísticos

Salió desde el puerto de Bilbao a bordo del carguero Monte Navajo en 839 cajas. Había sido desmontado en 3.396 piezas, esto es, sillares, dovelas y bloques de piedra. Recaló en Fort Tryon Park, en el norte de Manhattan, donde fue reconstruido como parte de un monasterio medieval.
Hablamos del ábside de la iglesia de San Martín de Fuentidueña, una joya románica, construida hacia 1175, que en 1957 fue vendida por España a John D. Rockefeller Jr. Hubo compensaciones económicas, pero sobre todo fue un elemento de diplomacia soft del gobierno del dictador Franco para desaislarse del mundo.
Los americanos lo reconstruyeron junto a otras partes de otros monumentos y crearon The Cloisters, el conjunto fake con el que hoy el Metropolitan Museum of Art, uno de los más importantes del mundo, explica el arte del medievo.
El catálogo recoge hasta ahora 277 obras de arte, de las que 91 están en Estados Unidos y 38 en FranciaAhora, una ficha de San Martín de Fuentidueña forma parte del catálogo virtual Nostra et Mundi, creado por la Fundación de Castilla y León, que recoge aquellas obras de arte que fueron expoliadas y nunca volvieron.
Contiene 277, y una treintena más están en proceso de ser añadidas. Castilla y León “es la comunidad que más ha sufrido el expolio artístico”, según la coordinadora académica del proyecto, María José Martínez, profesora de la Universidad de Valladolid y experta en esta materia. “Sería interesantísimo extenderlo al resto del Estado”.
El documento, de sensacional claridad y factura técnica, es un recorrido por la historia del saqueo artístico, de los marchantes, coleccionistas, museólogos y magnates que movieron el patrimonio por el mundo. La web ha sido creada con el apoyo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y alimentada por una decena de profesores y catedráticos de las universidades de Valladolid y Burgos.
Además de dos edificios medievales (ambos trasladados a Estados Unidos) hay toda clase de obras: retablos, pintura mural, rejas de coro, tallas, sillería, placas en marfil... 91 de las 277 hasta ahora fichadas están en EE.UU., 38 en Francia y 27 en Gran Bretaña, entre los principales destinos.

Una grúa instalada en la sala donde se exponen las pinturas de Sijena expuestas en el MNAC.
Mané Espinosa / PropiasEn plena la batalla jurídico-cultural entre Aragón y Catalunya por las pinturas de Sixena –rescatadas por el MNAC para evitar su destrucción–, el catálogo castellanoleonés “no está planteado en términos reclamatorios”, explica Martínez.
Al contrario, el proyecto quiere que esas obras que hoy enriquecen docenas de museos de todo el mundo “actúen como embajadores culturales, que los visitantes de tal museo o tal otro sepan de dónde vienen. Queremos que esta dispersión se conozca, pero dándole un lado positivo”.
“El arte, la historia –prosigue– no debieran ser instrumentos para el conflicto, sino una vía para el acercamiento. Ello exige generosidad y altura de miras. En el pasado desde luego se hicieron muchas cosas mal, y somos herederos de todo ello, sin duda hemos de conocerlo y hemos de afrontarlo”.
Castilla y León quiere sacar el lado bueno del expolio, y que las piezas sean señuelo para el turismo cultural. “Que la gente venga a ver de dónde han salido esas maravillas”, dice Martínez.
El catálogo sitúa en el mapa el lugar de origen de las piezas y su ubicación actual, con los pasos intermedios que vivió, en galerías, museos, iglesias o domicilios particulares. Permite comprobar las atrocidades que se cometieron con algunas piezas.
Lee tambiénUna tela –del siglo XIII, maravillosa, con el texto “alhamdulillah”– procedente de la tumba del infante Don Felipe, de Villalcázar de Sirga, en Palencia, fue troceada en al menos 11 pedazos. Los hay en el Museo de Arte e Historia de Bruselas, en el Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, en el Victoria & Albert Museum de Londres, en el Art Institute de Chicago, en el Rijksmuseum en Amsterdam, en el MET, en Cooper Hewitt y en la Hispanic Society de Nueva York, en los museos de la cámara de comercio e industria de Lyon, en el Centre de Documentació i Museu Tèxtil de Terrassa y en el Museu Episcopal de Vic.
“Lo que se hizo con los tejidos en el siglo XIX es demencial”, sigue Martínez, “los marchantes obtenían más beneficios de este modo. También se recortaron libros, la letra capital por ejemplo, para ganar más. Hubo lesiones gravísimas”.
El catálogo virtual de Nostra et Mundi ha obligado a documentar las piezas una a una, a recopilar, cotejar y resumir toda la información disponible. Una decena de catedráticos, profesores y expertos en arte y en expolio cultural han intervenido en ello. La investigación ha permitido descubrir el paradero de algunas piezas expoliadas de este territorio. “Sobre todo, hemos descubierto la trayectoria de muchas de ellas”, apunta la coordinadora académica, María José Martínez. Al hacer pública la web, la investigación ha sido “colaborativa”. En algún pueblo, los vecinos han aportado datos, de la memoria oral, que han sido aportados a la ficha de alguna pieza.
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