Antequera abre al público la villa romana con el mayor mosaico geométrico de la península Ibérica

Licinia Logas fue una de las mujeres más poderosas de la Antikaria romana. Murió a los 35 años y fue enterrada muy cerca de la espectacular villa propiedad de su familia, los Licinios. Como ella, durante generaciones se dedicaron a la producción de aceite de oliva en las tierras de la Bética romana, convertidos en algo parecido al actual gigante empresarial Dcoop, también de Antequera, pero en versión familiar. Mostraron su poderío en una casa que fue puro lujo para impresionar a las visitas y que, 16 siglos después, sigue sorprendiendo convertida ya en yacimiento arqueológico. Solo se ha excavado una cuarta parte de sus 23.000 metros cuadrados de singular arquitectura aterrazada, pero ya se ha encontrado el mosaico geométrico conocido más grande de la península Ibérica, una de las escasas esculturas de hipopótamo del imperio romano, decenas de teselas áureas y mármoles llegados de medio planeta. Todo ello se puede ver, tras más de dos décadas de excavaciones, en la bautizada como Villa Romana de la Estación, al norte de la localidad malagueña de Antequera (41.619 habitantes), que abrió al público el 17 de julio.
Los Licinios comenzaron a levantar su hogar antequerano allá por el año 250. En él residieron varias generaciones, que fueron mejorando la edificación hasta poco después del 500, cuando la abandonaron. En esos dos siglos y medio conformaron una villa exclusiva. Hoy se puede ver gracias a un conjunto de casualidades que permitieron su conservación bajo tierra, pero también al trabajo incansable que durante muchos años ha realizado Manuel Romero, arqueólogo municipal de Antequera, junto a un buen número de investigadores.
Antes que ellos, los arqueólogos Martín Ansón y Amador de los Ríos dieron las primeras noticias de la villa cuando encontraron monedas, mármoles y teselas a finales del siglo XIX mientras plantaban unos árboles. Más tarde, el arqueólogo Antonio García Bellido continuó la investigación que permitió que la parcela quedase bajo protección ante el futuro desarrollo urbanístico. Fue clave para que, cuando se proyectó una carretera justo por encima, se practicaran unas catas arqueológicas en 1998. Trajeron múltiples sorpresas y obligaron a cambiar el trazado de la carretera. Declarado Bien de Interés Cultural desde 2006, tras muchos años de problemas burocráticos, falta de financiación e interés político, hoy se ha convertido en el yacimiento arqueológico romano más relevante de la ciudad.
El inmueble se construyó en los suburbios de Antikaria, la actual Antequera, junto a una via domitiana que se dirigía hacia las actuales Málaga y Córdoba. Era el punto más caro, puesto que estaba cerca del foro —a unos 15 minutos a pie— y lejos del ruido de la ciudad pública. Ellos la separaron también de los inconvenientes de las instalaciones agropecuarias donde se elaboraba el aceite y había ganado, ubicadas unos 300 metros más abajo. Las buenas conexiones con el imperio y la riqueza que acumulaba la familia se ven a simple vista a pesar de que apenas el 23% de la villa —dispuesta en múltiples terrazas— ha sido excavada y el resto continúa bajo el asfalto de una calle, una edificación y un cerro que asciende hasta el Parador.
Esa cuarta parte basta, sin embargo, para entender su grandeza y la impresión que debían de causar en las personas con las que trataban. “Todo servía para mostrar que tenían contactos, que eran cultos, que sabían de mitología y eran poderosos: el lugar perfecto para hacer negocios”, destaca Romero, que recuerda la importancia del aceite en Roma no solo como alimento, sino también para combustión, medicinas, perfumes, abono o masajes. En los alrededores hay otras 39 villas romanas dedicadas a este producto, pero nunca separadas de la almazara como esta ni con tantos detalles ostentosos.
No hay más que fijarse en el principal mosaico, parte de una galería con vistas a la vega y la Peña de los Enamorados, que con sus 302 metros cuadrados es ya el mayor con motivos geométricos de la península Ibérica. Sus números asustan: según los cálculos de los investigadores, acumula casi 2,5 millones de teselas, puestas una a una por un enorme equipo de los mejores artesanos, como refleja la calidad de las figuras. “Es algo que denota la capacidad económica de los propietarios”, subraya Sebastián Vargas, profesor del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla. Es solo un ejemplo de los 11 que hay a la vista —uno de ellos en cuesta, otra singularidad—, entre los que ocupaban el suelo de todas las habitaciones y pasillos de la villa como una alfombra. “Están muy bien hechos y no restan protagonismo a las pinturas, esculturas y la propia arquitectura del edificio; a cambio, aportan decoración, refinamiento y elegancia”, señala Vargas.

Los nudos de Salomón —típico motivo decorativo, en el que se entrelazan dos eslabones— y la flor de loto son las representaciones más habituales, aunque también hay algunos motivos vegetales. Los principales colores son blanco, negro y ocre, pero se han encontrado entre los restos de un taller ubicado en la villa algunas de las rocas de pasta vítrea con las que extraían piezas de otros muchos colores. Se desconoce si fueron utilizadas en las paredes o están escondidas aún bajo la tierra. Los materiales están expuestos en el museo municipal de la ciudad, donde también se pueden ver 33 teselas áureas recubiertas de pan de oro protegido con cristal de roca, halladas en el sitio. También, parte de una composición de mármoles de importación que representan un calamón (una especie de ave) “de una calidad tremenda”, según Vargas. Estos mármoles decoraban las paredes a modo de zócalo.
Escultura de un hipopótamoEl otro elemento más llamativo es el peristilo, el patio rodeado de columnas —de mármol blanco sobre fondo rojo, procedente de El Torcal— a dos alturas, que cuenta con un estanque de 180.000 litros, que no tiene paralelos en la Hispania romana. En su interior hay cuatro alcorques que, a modo de islas con vegetación, contaban con diferentes esculturas que ejercían de surtidor, entre ellas las de un hipopótamo, otra excepción. “Este es uno de los mejores repertorios escultóricos de la Bética romana”, advierte Romero. Se han encontrado 12 piezas en buenas condiciones, donde destacan una venus del siglo II y un busto de Nerón. Ello es símbolo de estatus: mientras otras familias narraban su historia o hacían referencias a la mitología en los mosaicos, las más poderosas, como esta, lo hacían con esculturas.

El agua, procedente de un manantial aún vivo, fluía por debajo de la casa para refrescar las habitaciones del norte —las que hoy se pueden ver, que se usaban en verano— como un aire acondicionado natural. El líquido llenaba luego el estanque e, igualmente, se reutilizaba para el riego de los jardines. Allí, más allá de los amplios muros de la villa —de mortero de cal y casi dos metros de ancho—, se ubicaban una fuente y las termas, con tres salas con piscinas de agua caliente, templada y fría, así como la sauna. Además de mármoles procedentes de Egipto, del norte de África, de Carrara (Italia) y Francia o distintos puntos de la Península, durante los trabajos de excavación también se hallaron monedas, bronces, 1.300 conchas de ostra y una escultura de la antigua Grecia.
Tras invertir un millón de euros —la cuarta parte sufragado por el Ayuntamiento antequerano y el resto por el programa 2% Cultural, por el que el Estado aporta ese porcentaje de cada obra pública—, unas pérgolas protegen el yacimiento de las heladas invernales y dan sombra en verano para evitar el intenso calor andaluz, aunque la mayoría de las visitas en temporada estival se han planificado en horario nocturno.
“El futuro pasa por investigar más e invitar a profesionales de la universidad a seguir trabajando”, explica José Medina Galeote, concejal de Cultura, que no descarta que la excavación pueda ir ampliándose para encontrar nuevos secretos de la villa. “Esta es la parte menos íntima de la casa. Cómo será el resto, la más señorial”, advierte con ilusión mientras los arqueólogos se frotan las manos con lo que puedan encontrar oculto bajo toneladas de tierra.
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