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Portugal no tiene un gran Estado. Tiene un Estado perdido.

Portugal no tiene un gran Estado. Tiene un Estado perdido.

Durante décadas, se ha hablado de "reformar el Estado". Se crean comisiones, se realizan estudios, se anuncian intenciones, y al final, se añade otra capa de burocracia, con nuevos cargos, nuevas agencias, nuevas promesas.

La ilusión es siempre la misma: pensar que el problema del Estado se puede solucionar con más gestión, más reorganización, más jerga técnica.

Pero el problema de Portugal no es solo que la reforma nunca llega. Es una cuestión de visión.

El Estado no solo es demasiado grande, sino que también está demasiado desorientado.

Y mientras sigamos viendo al país como un conjunto de sectores aislados, seguiremos fracasando, por mucho que intentemos recortar.

El gobierno actual ha creado un "Ministerio de Reforma". Puede parecer ambicioso, pero el nombre refleja el problema.

En lugar de pensar en el Estado como un todo coherente, seguimos dividiendo, apilando y compartimentando.

Es como intentar mejorar el tráfico construyendo más rotondas, sin pensar en el plan de la ciudad.

El Estado necesita un cerebro, no más brazos.

Un gobierno liberal digno de ese nombre priorizaría un plan nacional de reformas con objetivos a 5, 10 y 15 años, alineando servicios, inversiones, infraestructura e incentivos.

Un plan orquestado, que no considere la salud sin considerar la demografía, que no considere la educación sin tener en cuenta el aspecto tecnológico, ni piense en el transporte sin considerar el impacto económico, etc.

Sin una visión integrada no hay reforma posible.

Reducir el Estado… ¿o darle propósito?

Defender “menos Estado” sin criterios es tan peligroso como defender “más Estado” por impulso.

La reducción del gasto debe hacerse con inteligencia estratégica y con una evaluación continua del coste-beneficio, ya sea económico, social, ambiental, etc.

Y aquí es esencial recordar algo que muchos olvidan: no todos los beneficios son materiales, por ejemplo, la libertad tiene un costo —y para un verdadero liberal vale cada centavo, pero hay que gastarlo bien—.

Mantener una prensa libre, proteger instituciones independientes, garantizar una justicia accesible: son inversiones, no gastos.

Lo mismo ocurre con la educación de calidad, la movilidad equitativa o la digitalización de procesos que liberen tiempo y dignidad a los ciudadanos.

Un Estado liberal no es un Estado ausente.

Es un Estado que interviene menos, y por eso lo que hace, lo hace mejor.

Quien se centra en lo esencial y deja el resto a quienes lo hacen con mayor eficacia.

Una propuesta equivocada que debemos revisar

Incluso dentro de la Iniciativa Liberal —el partido con la visión más reformista de Portugal— surgen ideas que es necesario repensar.

La propuesta “2 por 1”, por ejemplo —contratar sólo una persona por cada dos que se jubilan— es un error técnico y político.

Es ciego, generalista y contraproducente.

Lo que se debe hacer es no cortar por cortar.

Se trata de identificar instituciones inútiles, organizaciones obsoletas, funciones duplicadas… y luego, sí, extinguirlas, fusionarlas, liberar recursos.

Pero al mismo tiempo, debemos reasignar el talento, atraer el mérito y facilitar la contratación de quienes marcan la diferencia.

Y, cuando sea necesario, permitir también la destitución de quienes no cumplan.

Una reforma liberal no es un ahorro ciego.

Es una transformación con criterio, valentía y enfoque en resultados.

Portugal necesita una brújula, no un bisturí

Es el momento de dejar de improvisar.

Para dejar de hacer “medio ministerio aquí”, “una medida allá”, “otro recorte por allá”.

El país no necesita maquillaje institucional. Necesita una visión estratégica que perdure más allá de un ciclo político.

Necesitamos un plan que abarque el panorama general. Que combine transporte con competitividad, justicia con crecimiento, fiscalidad con innovación.

Y date cuenta que la libertad sin dignidad es un eslogan vacío.

La dignidad sólo existe cuando el Estado no interfiere, pero también cuando no abandona.

No se trata de elegir entre gastar menos o hacer más.

Se trata de usarlo mejor.

Planificar inteligentemente.

Y tener el coraje de pensar en el país con un horizonte real, y no con el miedo a perder votos en cada decisión difícil.

observador

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