El Ventura del futuro hablará de pensiones

Después de perder la cuenta de los debates, informes y comentarios sobre la campaña electoral, llegué a una conclusión que desgraciadamente nadie puede desmentir: el André Ventura del futuro hablará de pensiones.
Cada vez que Luís Montenegro garantiza que no cambiará nada en el sistema de pensiones y Pedro Nuno Santos empieza a agitar el espantapájaros de la privatización de la Seguridad Social, ambos están dando algunos pasos más hacia ese momento en que el engaño en que se basa el actual sistema de pensiones pasará a ser la cuestión (escribo la cuestión y no un tema), no porque finalmente se haya reflexionado sobre ello sino porque los ingresos de las pensiones de muchos pensionistas aparecerán con valores miserables. Y fíjense que no me refiero a los que pagaban poco o nada o a los que tenían sueldos muy bajos. Pienso concretamente en los trabajadores actualmente en activo, aquellos que ahora sostienen el sistema y que se jubilarán dentro de 35 años. Hoy en día, sus contribuciones pagan pensiones con tasas de reemplazo que promedian el 75%. En otras palabras, un trabajador con un salario de 1.500 euros recibirá una pensión de 1.125 euros. Sí, se trata de un recorte de las pensiones cuya necesidad no se discute; Lo único sorprendente es que no se hable de ello (¿tendrá algo que ver la falta de atención de los medios a este recorte con que haya nacido en un Gobierno socialista, el de José Sócrates?) Pero esa pensión de 1.125 euros se convierte en una fortuna cuando se hacen los cálculos de lo que recibiría el pensionista si se aplicara la tasa de sustitución del 40% que entrará en vigor dentro de 35 o 40 años: 600 euros.
¿Te acuerdas ahora cuando todo estaba bien en inmigración? ¿Y recordáis cómo pasamos de repente del momento en que todo estaba bien al momento en que todo estaba mal? Pues bien, dentro de unos años ocurrirá lo mismo con las pensiones, sólo que peor. Y obviamente aparecerá alguien y dirá en tono estruendoso lo que la gente llamada reflexiva se ha esforzado por negar. Pero en ese momento todo será más difícil porque mientras tanto se habrá perdido el tiempo que habría permitido abordar el problema antes de que se convirtiera en crisis.
Pero volvamos a esta campaña, la de 2025, con el pensionista transformado en el nuevo Zé Povinho. Un ciudadano de a pie al que no le conviene decir la verdad sobre las distorsiones del sistema –si se mantiene la opción política de aumentar las pensiones más bajas manteniendo el sistema de cálculo que, mediante tasas de sustitución muy penalizadoras, rebaja las pensiones medias, no pasarán muchos años hasta que no haya distinción entre pensiones sociales y pensiones fruto de la carrera profesional con los respectivos descuentos. Y sobre todo, tenemos al pensionista como votante, al que intentamos no despertar su mala voluntad, ya sea asegurándole que todo está bien y/o que se ha encontrado una solución mágica pero definitiva para las facturas de la Seguridad Social. Ahora tenemos la fantástica solución de los inmigrantes que están salvando la Seguridad Social, lo que en términos prácticos nos obliga a preguntarnos si quienes hacen esas afirmaciones están equivocados, tratando de engañarse a sí mismos o tratando de engañar a los demás.
Los inmigrantes no están ahorrando la Seguridad Social, están haciendo deducciones que ayudan mucho al fisco actual pero no salvan la Seguridad Social porque dentro de un tiempo ellos también tendrán derecho a sus pensiones que alguien (¿quién?) tendrá que pagar. Para colmo, los inmigrantes que recibiremos serán pensionistas más pobres, no sólo porque sus pensiones se calcularán con unos tipos de sustitución muy penalizadores, sino también porque en muchas de las familias que forman los inmigrantes aquí las mujeres están restringidas a la vida doméstica, por lo que no hacen ninguna aportación. El resultado: tendremos parejas en las que sólo uno tiene pensión y ésta es más baja.
La Seguridad Social se ha convertido para la democracia en lo que la Guerra de Ultramar representó para la dictadura: un bloqueo cuya resolución, desde la perspectiva de las respectivas élites, pone en cuestión los fundamentos del régimen. Demonizar a quienes piensan que el problema debe ser enfrentado es la táctica invariablemente seguida por quienes siembran tormentas. Tengo ganas de escribir: ellos solos tienen la culpa. Pero no vale la pena porque quejarse de los demás es su especialidad.
observador