Los jóvenes de hoy, los cuidadores del mañana: el futuro de las personas mayores

Soy joven, pero no puedo ignorar lo que veo a mi alrededor. Escribo sobre el envejecimiento en Portugal porque creo que es un tema que nos afecta a todos, sin importar la edad. Porque, tarde o temprano, todos estamos llamados a envejecer o a cuidar a quienes envejecen. Y si no empezamos a cambiar ahora, corremos el riesgo de perpetuar un silencio que cuesta vidas y dignidad.
¿Qué le sucede a un país donde cada vez hay más abuelos y menos nietos? La respuesta no puede ser simplemente depender del Estado. En Portugal, el envejecimiento de la población ya es una realidad inevitable, pero la forma en que cuidamos a nuestros mayores revela mucho sobre los valores que queremos preservar. Somos uno de los países más antiguos de Europa, pero seguimos actuando como si el tiempo se hubiera detenido, como si el futuro no fuera asunto nuestro.
Más del 23% de la población portuguesa tiene actualmente 65 años o más. Muchos viven solos, con pensiones modestas que apenas cubren el alquiler y los medicamentos. Las listas de espera para recibir atención son largas, y los cuidadores informales, a menudo familiares dedicados, se enfrentan a enormes desafíos, sin el apoyo que merecen.
Debemos reconocer que la base del cuidado es la familia y la comunidad. Es sobre esta base que se construye la verdadera solidaridad, el apoyo que el Estado no puede ni debe reemplazar por completo. Al mismo tiempo, existen programas y fondos públicos, pero necesitan estar mejor organizados, ser más eficaces y menos burocráticos.
En 2022, la Cruz Roja reportó el caso de una anciana que pidió compañía. No necesitaba medicamentos ni comida, solo alguien que hablara con ella. En otro caso, una mujer de 84 años vivía en un edificio sin ascensor y ya no podía salir de casa. Estos casos demuestran que la desintegración social y el distanciamiento familiar son problemas que debemos abordar con seriedad.
Envejecer no es una tragedia. La verdadera tragedia es envejecer en un país que no valora sus valores fundamentales: el respeto a la familia, la responsabilidad personal y el cuidado de nuestros seres queridos. La dignidad no se pierde con la edad, y mucho menos con la separación generacional.
Es urgente que pensemos en el envejecimiento como una etapa con valor, voz y derechos. Necesitamos políticas públicas integrales, sí, pero también una reconexión con los valores que unen a las familias y las comunidades. Más apoyo domiciliario, mejores viviendas, estructuras que eviten el aislamiento, sí, pero también una sociedad que se reconcilie con la importancia del rol familiar.
En definitiva, cuidar de nuestros mayores significa cuidar de nosotros mismos, de nuestra historia, de nuestras raíces, de quienes somos. Es mirar a los ojos a quienes vivieron, amaron, trabajaron y construyeron este país, y reconocer que merecen más que la soledad o el abandono. Es acompañarlos en los momentos difíciles, asegurándonos de que el último capítulo de sus vidas se escriba con dignidad, amor y respeto.
Porque, al final, todos somos responsables del recuerdo que queremos dejar a quienes nos suceden. Cuidar de nuestros mayores es un deber que define el alma de una nación.
El que olvida lo suyo, se olvida de sí mismo.
observador