La solución de los tres Estados

¡Qué tiempos tan excepcionales vivimos! En una era digital donde los algoritmos pueden calcular trayectorias espaciales con precisión milimétrica y donde el análisis de datos mueve billones de euros en los mercados financieros, nuestros venerables medios de comunicación occidentales han optado por adoptar una metodología estadística revolucionaria, aceptando ciegamente las cifras proporcionadas por organizaciones terroristas como si fueran informes del Banco Central Europeo. Cabe preguntarse si esto es periodismo de investigación o una comedia física digna de los Hermanos Marx.
Permítanme presentarles una de las joyas de la credibilidad periodística contemporánea: el famoso "Ministerio de Salud de Gaza". ¡Qué maravilla de transparencia democrática! Una entidad controlada por Hamás, una organización clasificada como grupo terrorista por la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido e Israel, se ha convertido, por arte de magia, en la fuente estadística más fiable del planeta.
Pensemos en la ironía: los mismos periodistas que pasan semanas verificando las declaraciones de bienes de cualquier ministro europeo, que cuestionan las metodologías de las encuestas electorales y que diseccionan los informes económicos del gobierno con lupa de detective, aceptan, sin un solo "pero", las cifras proporcionadas por una organización que utiliza a civiles como escudos humanos, construye túneles militares bajo hospitales y escuelas, ejecuta a opositores políticos en plazas públicas, roba ayuda humanitaria para financiar cohetes y enseña a niños de cinco años a odiar a los judíos.
La manipulación mediática ha alcanzado niveles tan grotescos que haría sonrojar a Goebbels. Cada estadística se presenta como un hecho irrefutable, cada cifra como una verdad sagrada. ¿Dónde están los corresponsales internacionales independientes en Gaza? ¿Dónde están las organizaciones que verifican los hechos? Ah, se me olvidaba, todos están "escoltados" por Hamás, esa organización conocida por su apertura a la prensa libre.
Esta actuación al estilo Hollywood sería cómica si no fuera trágica. Hamás ha descubierto la fórmula perfecta: convertir cada muerte en una herramienta de propaganda, cada hospital destruido (omitiendo convenientemente los arsenales subterráneos) en una "prueba" del genocidio sionista.
Y aquí llegamos a la última obra maestra de la diplomacia internacional: imaginemos no una solución de dos Estados, sino una de tres. Porque, claro, si dos Estados en conflicto no funcionan, ¡tres es la solución! Es como resolver los problemas matrimoniales consiguiendo una segunda esposa... sí, porque ¿qué autoridad tendrán la Autoridad Palestina y Fatah en Gaza?
Imaginemos este escenario. Según esta brillante lógica, dividimos el territorio entre Israel, Cisjordania (Palestina) y Gaza. Tres estados, tres gobiernos, tres sistemas legales, tres fuerzas militares. ¿Qué podría salir mal?
Pero espera, la cosa se pone aún mejor. Preguntas que ningún genio diplomático quiere responder:
- ¿Reconocería la ONU a Gaza como Estado soberano?
- ¿Qué pasaría si este "Estado" disparara cohetes contra Israel? ¿Se consideraría esto un acto de guerra entre estados soberanos?
- ¿Tendría Gaza derecho a un asiento en la Asamblea General de la ONU?
- ¿Podría usted firmar tratados militares con Irán?
- ¿Qué sucederá si Gaza reclama la soberanía sobre partes de Cisjordania?
- ¿Quién controlará el espacio aéreo? ¿Y las aguas territoriales?
- ¿Cómo funcionará la libre circulación entre territorios palestinos si Gaza es hostil a Cisjordania?
Todo esto en un escenario hipotético, o no... La respuesta a todas estas preguntas es la misma: nadie lo pensó. O mejor dicho, sí lo pensaron, pero decidieron ignorarlo porque las respuestas destruyen toda la narrativa.
Esta pseudosolución tiene un propósito claro: perpetuar el conflicto. Hamás no quiere la paz, sino la destrucción de Israel. Está escrito en su carta, repetido en sus discursos, demostrado en sus acciones. Para esta organización, cualquier acuerdo que reconozca el derecho de Israel a existir es una traición a los "mártires".
Reconocer a Palestina sin consideraciones de seguridad sería el mayor error diplomático desde que Chamberlain ondeó un papel en Múnich declarando "paz para nuestro tiempo". Porque una vez sentado este precedente, cuando Hamás ataque a Israel desde su "Estado soberano" de Gaza, ¿cómo responderá la comunidad internacional?
¿Afirmará que Gaza tiene derecho a la "resistencia"? ¿Clasificará los ataques como un "derecho a la autodeterminación"? ¿O finalmente reconocerá que ha creado un estado terrorista a las puertas del Mediterráneo?
Hagamos un análisis realista de las capacidades de la AP para gobernar Gaza.
Capacidad militar: nula. La Autoridad Palestina carece de fuerzas armadas capaces de enfrentarse incluso a una milicia vecinal, y mucho menos a Hamás. Sus "fuerzas de seguridad" son, en el mejor de los casos, una fuerza policial glorificada.
La legitimidad popular en Gaza es inexistente. Hamás ha gobernado Gaza durante 17 años. Una generación entera creció bajo su tutela. La Autoridad Palestina es vista como colaboracionista y corrupta.
Estructuras administrativas fragmentadas. La Autoridad Palestina apenas puede gestionar Cisjordania, donde tiene cierto control. ¿Cómo gestionará un territorio devastado por la guerra y controlado por túneles militares?
Apoyo internacional, retórica. A los países árabes les encanta pronunciar discursos sobre Palestina, pero cuando se trata de enviar soldados a combatir a Hamás… silencio absoluto.
Entonces, la pregunta es: ¿cómo eliminará la Autoridad Palestina una organización terrorista arraigada durante décadas? La respuesta es obvia: no lo hará. Y cuando Hamás continúe sus ataques, ahora como un "representante" iraní que opera desde un "Estado soberano", ¿a quién recurrirá la Autoridad Palestina en busca de ayuda?
¿A la ONU? ¿A esta organización que tiene más resoluciones contra Israel (una democracia funcional) que contra Siria (que usó armas químicas contra civiles)? ¿A los países árabes que en 75 años nunca han enviado un solo soldado a defender a los palestinos? ¿O, paradójicamente, a Israel para que haga limpieza?
El escenario más probable es una sangrienta guerra civil entre Fatah y Hamás, que transforme Gaza en una Somalia mediterránea. Pero esta vez con una diferencia crucial: será un Estado reconocido internacionalmente, con todos los derechos y protecciones legales que ello conlleva.
Y entonces, ¿qué dirán los mismos progresistas que hoy aplauden el reconocimiento de Palestina? ¿Que esto no era lo que querían? ¿Que no previeron las consecuencias? ¿Que es... culpa de Israel?
El mayor beneficiario de esta locura diplomática será Teherán. El régimen iraní obtendrá una base operativa "legítima" a 60 kilómetros de Tel Aviv. Gaza se convertirá en el Hezbolá del sur, pero con estatus de Estado soberano.
¿Qué arsenal podría importar el Estado de Gaza para su defensa nacional? ¿Misiles de largo alcance? ¿Misiles antiaéreos? ¿Drones armados? Y cuando Israel intente interceptar estos envíos, ¿se le acusará de agresión contra un Estado soberano?
Irán logrará lo que nunca se atrevió a soñar: transformar su aliado terrorista en una entidad estatal reconocida, con derechos internacionales y protección legal. Es el premio gordo de la proliferación terrorista.
La ONU, esta catedral de la hipocresía internacional, se verá obligada a afrontar sus propias contradicciones. ¿Cómo explicará que reconoce a un Estado controlado por una organización que la propia ONU clasifica como usuaria de "métodos terroristas"?
¿Cómo justificará otorgar escaños en la Asamblea General a representantes que, la semana anterior, pudieron haber ejecutado a disidentes políticos? ¿Cómo conciliará los principios de la Carta de la ONU con la realidad de un Estado miembro cuyo objetivo declarado es la destrucción de otro Estado miembro?
La respuesta será, como siempre, más hipocresía y más dobles raseros. Israel seguirá siendo el único país del mundo sujeto a escrutinio permanente, mientras que el «nuevo Estado» disfrutará de la benevolencia internacional reservada para las «víctimas».
Europa, el continente que descubrió tardíamente los peligros de la inmigración descontrolada y del extremismo islámico, se prepara para crear un nuevo foco de inestabilidad a sólo dos horas de vuelo de Roma.
Cuando Palestina se convierta en un Estado fallido, y así será, las oleadas de refugiados no se dirigirán a los prósperos Estados árabes del Golfo. Se dirigirán a las costas europeas, como siempre. Y entre estos refugiados inevitablemente habrá elementos radicalizados por Hamás.
Los mismos eurodiputados que hoy ondean banderas palestinas serán los primeros en exigir "soluciones europeas" para la crisis humanitaria que ellos mismos contribuyeron a crear. La ironía sería encantadora si no fuera tan trágica.
Todo político, periodista y activista que hoy aboga por esta fantasiosa "solución" asumirá la responsabilidad histórica de prolongar el sufrimiento de personas inocentes. Porque al crear las condiciones para la perpetuación de Hamás y al legitimar el terrorismo mediante el reconocimiento estatal sin compensación alguna, estarán firmando una sentencia de muerte para miles de personas, tanto palestinas como israelíes.
La historia no te perdonará. Cuando niños palestinos mueran en los combates entre Fatah y Hamás, cuando familias enteras sean ejecutadas por "colaboración", cuando Gaza se convierta en una Siria en miniatura, recuerda: tú planeaste esta tragedia.
Los nuevos filisteos no provienen del Mediterráneo, como sus predecesores históricos. Provienen de universidades de élite, redacciones de periódicos y parlamentos europeos. Tienen títulos en ciencias sociales, hablan de derechos humanos y visten camisetas con lemas pacifistas.
Pero, al igual que los filisteos originales, son invasores culturales. Invaden la complejidad de Oriente Medio con sus simplificaciones ideológicas. Invaden la historia con sus mitos convenientes. Invaden la realidad con sus fantasías progresistas.
Y, al igual que los antiguos filisteos, su objetivo final es el mismo: borrar a Israel del mapa. No con espadas y lanzas, sino con resoluciones de la ONU y campañas de boicot. No con ejércitos, sino con hashtags y manifestaciones. No con honestidad, sino con manipulación mediática y falsificación histórica.
La "solución de los tres Estados" es, en realidad, la fórmula perfecta para transformar una tragedia regional en una catástrofe civilizatoria. Es la receta ideal para convertir a Gaza en un Estado fallido, a Cisjordania en un campo de batalla y a Israel en un objetivo permanente de un Estado terrorista legitimado internacionalmente.
Cuando esta construcción artificial se derrumbe, y se derrumbará porque está construida sobre mentiras y sostenida por el odio, cuando Gaza se convierta en un Afganistán mediterráneo, cuando la guerra civil palestina alcance proporciones genocidas, cuando Irán instale bases de misiles a una hora de Atenas, recuerden estas palabras.
El tiempo, juez implacable de la historia, será el encargado de exponer el fraude intelectual y moral que se esconde tras esta compasión pseudoprogresista. Y quizás entonces, demasiado tarde, se darán cuenta de que el verdadero crimen contra la humanidad fue el que cometieron contra la verdad, la lógica y el sentido común.
Pero habrá justicia poética en todo esto: quienes hoy aplauden la creación de un estado terrorista serán los primeros en sufrir sus consecuencias. Porque la historia, esa dama severa pero justa, tiene una peculiar manera de hacer que quienes la firman paguen el precio de la estupidez ideológica.
Reconocer a Palestina en este momento significa la victoria del terrorismo y fortalece a todas las organizaciones terroristas del mundo. El tiempo y la historia lo dirán…
El tiempo , ese incorruptible guardián de la justicia histórica, no perdona a quienes eligen la militancia ciega por encima de los hechos, la ideología por encima de la realidad, el odio por encima de la razón.
observador