Hoy Roomba, mañana Optimus

La aceleración de la IA nos presenta una transformación sin precedentes: la llegada de robots humanoides. Lo que durante décadas fue ciencia ficción ahora comienza a tomar forma en la vida real. La IA es ahora un motor omnipresente que impulsa todo, desde los asistentes de voz hasta la creación de contenido en redes sociales. Pero el verdadero punto de inflexión reside en los sistemas de aprendizaje automático: la capacidad de entrenar modelos con grandes volúmenes de datos para aprender, adaptar y generalizar comportamientos. Esta evolución permite que las máquinas que antes ejecutaban instrucciones rígidas y predecibles ahora actúen con cierto grado de interpretación y, en cierta medida, de toma de decisiones.
En nuestra prueba de robots aspiradores de gama alta de este año, vimos cómo la IA ya ha transformado un simple electrodoméstico en un agente autónomo, capaz de reconocer obstáculos y aprender rutinas. Aunque modesta, esta aplicación ilustra lo que está en juego: cómo el aprendizaje automático puede dotar a las máquinas de inteligencia funcional que va más allá de simplemente seguir órdenes.
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