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Hallaron un extraño felino conocido como yaguarundí, el "gato nutria", en el patio de una casa de Entre Ríos

Hallaron un extraño felino conocido como yaguarundí, el "gato nutria", en el patio de una casa de Entre Ríos

Un yaguarundí fue hallado en Paraná. Expertos alertan que la expansión urbana amenaza a esta escurridiza especie, cuya población podría estar más comprometida.

El yaguarundí, también conocido como gato nutria, es uno de los felinos más escurridizos del continente americano. Habita una vasta región que se extiende desde el sur de Texas hasta el norte de Argentina, pero a pesar de su amplia distribución, sigue siendo un enigma tanto para la comunidad científica como para los habitantes de las zonas que transita. Sin embargo, el interés por este carnívoro de tamaño pequeño se reavivó esta semana tras un hallazgo inesperado en una vivienda de Paraná, Entre Ríos: un ejemplar juvenil ingresó al patio de una casa y fue rescatado por personal especializado para su evaluación y posible reinserción.

Lo que inicialmente pareció un episodio aislado se convirtió rápidamente en una señal de alarma. La aparición del yaguarundí en una zona densamente poblada puso de manifiesto el avance de la urbanización sobre los hábitats naturales y la creciente interacción entre la fauna silvestre y los entornos urbanos. Este felino, cuyo nombre científico es Herpailurus yagouaroundi, se distingue por su fisonomía alargada, sus patas cortas, orejas pequeñas y una cola notablemente larga. Aunque su aspecto puede recordar más a una nutria que a un gato, su comportamiento sigiloso y su pelaje poco llamativo lo hacen difícil de detectar. El yaguarundí no presenta manchas ni rayas, y su pelaje puede ser de dos colores: una tonalidad rojiza o una gris oscura, variación que puede encontrarse incluso dentro de la misma camada. A pesar de que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza lo clasifica como especie de "preocupación menor", los estudios recientes indican que su situación podría ser más grave de lo que se pensaba.

Las investigaciones sobre su distribución y ecología han revelado que la especie podría estar más amenazada de lo que se creía. Estudios como los realizados por el ecólogo Bart Harmsen, con el uso de cámaras trampa y modelos predictivos, han mostrado que el yaguarundí tiene mayor presencia en áreas rurales o vegetación arbustiva cerca de asentamientos humanos. No obstante, su número en todo el continente es limitado, con estimaciones que oscilan entre 35.000 y 230.000 individuos.

A pesar de su baja visibilidad y la escasez de estudios, el yaguarundí juega un papel crucial en la regulación de las poblaciones de roedores y otros pequeños animales, lo que lo convierte en una especie clave para el ecosistema. Su presencia en áreas urbanas, como el caso de Paraná, ha generado preocupación entre los conservacionistas, ya que la urbanización y la pérdida de hábitat están fragmentando cada vez más los espacios donde esta especie solía prosperar. Este felino, que se caracteriza por su habilidad para moverse sigilosamente durante el día y su capacidad para trepar y nadar, se enfrenta a múltiples amenazas. La deforestación, la contaminación de ríos y el uso de pesticidas en áreas rurales están poniendo en riesgo su supervivencia.

Tras el rescate, el joven yaguarundí será evaluado para determinar su futuro. Si las condiciones lo permiten, podría ser reintegrado a su hábitat natural, aunque no se descarta que se quede en resguardo si su salud lo requiere. Este caso ha puesto en evidencia no solo la presencia del yaguarundí en áreas urbanas, sino también la necesidad urgente de proteger a esta especie escurridiza y su hábitat. Los especialistas coinciden en que la conservación del yaguarundí no solo implica proteger a un felino desconocido, sino también preservar una red de ecosistemas cruciales para la biodiversidad de América Latina.

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