El Dudamel padre es trombonista salsero: esta es su historia

Vaya por delante que Óscar Dudamel es de Barquisimeto, la capital musical de Venezuela, tierra de Alirio Díaz, de Pablo Canela... y, por supuesto, de Gustavo Dudamel, su hijo y archipopular director de orquesta. Cuando Óscar era chiquito, el maestro Abreu aún no había fundado Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles, pero tampoco le faltó formación clásica en un país que por entonces contaba con profesores europeos.
“Venezuela era el trampolín musical: cuando conocí a Raphael y a Julio Iglesias, me decían que dar el golpe en Venezuela era darlo en el mundo”, cuenta este músico vocacional, el primero de una familia muy musical que se atrevió a hacer de ello su profesión. De niño comenzó aprendiendo el cuatro y la guitarra española; se interesó luego por la percusión y cantó bonito en un grupo de gaitas con su voz aún de crío. Pero fue viendo un programa de sábado , Feria de la alegría, que se dejó impresionar por el trombón. Sus padres le compraron uno a crédito en la Yamaha. Y se metió a estudiar música académica.
Gustavo soñaba con ser trombonista como su papá, pero no los hacían para niños y no le alcanzaba el brazo“Pero me daba clases un señor viejito, trompeta. Me decía, ‘cierra la puerta’, y me ponía a tocar salsa. Ahí comenzó mi pasión”.
Para cuando en 1977 Óscar Dudamel se incorpora al Sistema, la semilla ya germinaba. Su carrera de salsero y clásico corrió paralela hasta que dejó a Abreu. Iba a ser él quien formara orquestas de salsa.
Ahora, a sus 64, ha sacado su primer disco, Sueño alcanzado , compuesto para Gustavo, como bien sugiere el título. Y qué menos que saliera él tocando. “No te creas que su participación fue fácil. Tomó años que grabara conmigo. Me decía, ‘papá, yo no le quiero quitar el protagonismo’, porque, claro, le iban a nombrar antes a él y yo quedaría detrás de la ambulancia, que es cuando se cae el último jinete de la carrera. Pero un día le convencimos, porque fue compuesto para él por varios autores y tiene dos temas sinfónicos. Estando junto a ti es un bolero con violines, violas, chelos... y hay un solo de violín de Gustavo en una de las estrofas que es espectacular. Ahí busqué la sonoridad del disco Comedia (1978), de Héctor Lavoe. E incorporé otra sonoridad más tropical en El fuego de tu amor ”.

Le ha tomado años decidirse a grabar un disco
¿Por qué le tomó toda una vida grabar el primer disco?
“Me presentaban muchos proyectos –asegura–, pero todos se parecían y yo andaba buscando algo que se apegara a lo clásico y a lo añejo. Los mejores años de la salsa fueron a fines de los sesenta y setenta con las Estrellas de Fania: Willie Colón, Héctor Lavoe, Palmieri... El que diga que eso no es así, está bien pelado. Y obviamente la salsa es música cubana, solo que se llama salsa porque había un locutor periodista en Venezuela que tenía el programa La hora de la salsa, pero era por un ketchup: ¡era la hora de la propaganda! Antes la llamaban música tropical. Y para identificarla se decía ‘¡ahora Óscar Dudamel con un son montuno’, ‘ahora Óscar Dudamel con un guaguancó’... Todos los ritmos latinos se definieron como salsa y ahí se produjo una explosión”.
Lee tambiénÓscar Dudamel quería un disco con su toque callejero, la salsa tradicional, ese sonido rústico de trombones de sonido feo –“pero feo porque es un modo de que se expresen”– aunque al mismo tiempo no se perdiera lo que está viviendo la juventud actual. La revista Rolling Stone ya la ha bautizado “salsa progresiva”, pues tiene la inteligencia de no dañar lo viejo añadiendo lo actual, asegura. Una salsa contemporánea que ha llamado la atención hasta de Willie Colón. “Imagínate, ¡me dijeron que habló del disco!”.
El tema La rumba me llama arrancó en el puesto 23 de los billboard y el que habla de Gustavo se ha disparado. “El disco lleva fuerza espiritual”. Las partes sinfónicas se grabaron en Venzuela, con la Simón Bolívar; las salseras en Madrid: el mundo al revés. Tener la dupla Dudamel, padre e hijo, ha sido un bombazo y un modo de ver que todas las músicas llevan a un mismo camino. “De las estructuras de las orquestas clásicas sacas la estructura para el merengue, salsa, bachata o boleros tropicales”, dice el trombonista que se autodenomina comunicador musical. “Claro que el productor del disco ve dólares, pero para Gustavo o para mí se trata de que la gente escuche y llegue un mensaje”.

La dupla Dudamel, Óscar y Gustavo
¿Fue un padre ausente Óscar Dudamel? Afirma que no, pues tenía entonces una actividad muy local y se llevaba a su hijo de bolo. Un día, recuerda, el niño no se quedó a su lado mientras tocaba en un club hispano de Barquisimeto. Con cinco añitos, se lo encontraron participando en un concurso de baile. “Llevaba el n.º 7 y estaba bailando merengue con una gordita. Casi me da un infarto”. Sin embargo, “yo no sé por qué se me cayó el pelo, pues Gustavo no me dio mucho compromiso. Era un muchacho muy estudioso, metido en actividades, mi madre y mi ex le llevaban a cinturón marrón de karate, a ganar competiciones de natación... Yo era más de jugar en la calle, pero es que Gustavo trabaja desde los 11: el Sistema se te lleva hasta las vacaciones en cursos intensivos”.
Madrid les ha dado otra vida en común. Óscar se metió en el ambiente de jazz y salsa al entrar en una big band de tributo a Frank Sinatra. Ahora toca un par de veces al mes en el Berlín, en la Latina, donde una vez le llevó escondido el instrumento a Gustavo y lo invitó a salir. ¡Aquello se hundía!
“A veces me visita y se acuesta en ese sofá y uno lo mira así, recogidito, y piensa, ‘Dios, ese es el tipo que mueve a casi medio mundo’”.
¿Cómo es que no siguió sus pasos con el trombón? No los hacían para niños y el brazo no le llegaba. Se decidió por el violín, pero siempre dice que es un salsero frustrado: “Soñaba con ser trombonista y tocar en una banda de salsa”.
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