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Conxita Badia, la voz y la memoria de una musa de Casals

Conxita Badia, la voz y la memoria de una musa de Casals

Conxita Badia (Barcelona, 1897-1975) pasó por este mundo con valentía, personalidad, arte y discreción. Y con un gran compromiso con la música y la pedagogía. Ella era de todo: soprano, actriz, compositora, pianista formada con Enric Granados –quien le guía en su adolescencia–, musa de Pau Casals, amiga de Robert Gerhard o Eduard Toldrà y profesora de las que luego fueron figuras, como Montserrat Caballé.

“Era una persona señera”, en palabras del maestro Antoni Ros-Marbà, que la conoció ya mayor. “No era una cantante improvisada, era muy culta. Y en su etapa en Argentina estuvo muy en contacto con Manuel de Falla...”.

Cuando se cumple medio siglo de la muerte de Concepció Badia i Millàs toda semblanza es poca. El poeta y melómano Joan Alavedra reconocía, al inicio de la biografía que le dedicó, que en la vida musical de inicios de siglo XX Badia era “una personalidad esencial com lo han podido ser Lluís Millet con el Orfeó Català o Pau Casals”.

Y a pesar de ser una “artista de calidad única, tanto por su voz y su dicción, como por su extraordinario don expresivo”, su figura permanece con más dificultades que la de sus colegas varones, algunos de los cuales la apreciaban en todas sus facetas, además de tenerla como soprano de cabecera.

“¿Por qué te vas, Conchita?”, le espeta Manuel de Falla cuando en 1946 ella decide que, tras siete años en Argentina, es hora de poner fin al exilio y regresar a España con su familia.

–Bueno, quizás por mis hijas o quizás el destino.

–Al destino no hay que provocarle –le advierte Falla.

Tres días después, el autor de El amor brujo moría en la ciudad argentina de Alta Gracia.

Cantaba para Macià con su hija en el regazo del president, o despertaba a Pau Casals cantando ‘El cant dels ocells’...

Para Badia, el shock de perder al que había sido su tercer maestro, después de Granados y Casals, fue tan grande que, ya de vuelta a Barcelona, pasó casi un año sin actuar. Hasta que celebró su regreso al Palau de la Música estrenando La rosa als llavis de Toldrà, una obra que había merecido el premio Isaac Albéniz justo antes de 1936 y que Toldrà tuvo once años en el cajón... esperando a que Conxita volviera.

“Imagínate un compositor que te espera durante años y que ni siquiera sabe si volverás”, apunta la bisnieta de la artista, Mireia Bonet, que es comisaria del Año Conxita Badia y ha diseñado una serie de actos, como la mesa redonda inicial en la Acadèmia Marshall, el pasado mayo. Periodista y especialista en la organización de actos y estrategias comunicativas, Bonet cuenta además con los conocimientos que le ha transmitido su abuela, Mariona Agustí Badia, la mayor de las hijas de la soprano, que fallecía la semana pasada a la edad de cien años, gran parte de los cuales dedicó a recordar al mundo la figura de Conxita.

“Conxita ha sido siempre una figura omnipresente en casa. La abuela la refería hasta en los pequeños detalles. Si comíamos y de postre había naranja, ella explicaba que al llegar al Brasil, había naranjas por todas partes y que la cortaban por la mitad y se la comían así, por la calle. Y entonces todos en la mesa la comíamos de aquella manera”. Badia fue una madre muy especial. A las niñas se las llevaba a todas partes. Y si daba un concierto en la Generalitat para Francesc Macià, alguna acababa sentada en el regazo del president.

Lluís Millet, Eduard Toldrà, Pau Casals y Conxita Badia fotografiados en 1960

Lluís Millet, Eduard Toldrà, Pau Casals y Conxita Badia fotografiados en 1960

Fons Conxita Badia / Biblioteca de Catalunya

“No era una diva, no vestía de lujos ni vivía con privilegios. Vivía en su mundo de música. Podía llegar a un ensayo habiendo olvidado las partituras, porque estaba tan dentro de la canción que no le hacían falta”, prosigue Bonet.

El Año Badia va a aportar algunos descubrimientos. Como la confirmación de que la Generalitat le encargó los conciertos para inaugurar la gran exposición de arte medieval catalán que viajó a París, en 1937. Ahora se ha encontrado documentación económica que demuestra también que cuando ella deja España, Ventura Gassol le da una misión: presentar la música catalana y este arte por Francia.

“La familia entendimos por qué no se fue con sus hijas directamente a Brasil, donde tenía el marido, un constructor que decidió probar fortuna en América”, prosigue la bisnieta. Este año conmemorativo ha impulsado la investigación, se descubrirán cosas, como se verá en el simposio que ha organizado la UB implicando a la UAB, la Esmuc, el Museu de la Música y el IEC, con una quincena de comunicaciones sobre facetas nada conocidas de Conxita.

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“Es interesante recuperar el personaje más allá de la gran artista que ‘decía muy bien las palabras’. Era como una actriz. Hemos redescubierto que participó de la obra de teatro L’alegría que passa , de Rusiñol. Y si le pedían que cantara lo hacía, pero como añadido. Había hecho L’auca del senyor Esteve ”.

También se recuperan del Fons Conxita Badia partituras escritas por ella. “Se salvó poca cosa, entre la guerra y el exilio. Se sabía que ella se pasaba el día al piano, improvisando, y que la primera canción que tocaba al levantarse era T’estimo , dedicada a su marido. Pero lo de escribir la partitura era algo que solo hacía si la tenía que regalar a alguien”.

No fue por casualidad que el acto inaugural de este año no fue un gran fasto en el Palau de la Música o el Liceu sino un evento en la academia Marshall, donde ella comenzó estudiando con Granados. “Pensamos que eso la representaba más. La hija de Alicia de Larrocha nos descubrió que su madre, de toda la vida y hasta que se casó, tuvo en la mesita de noche una foto de Conxita Badia, de la misma manera que las adolescentes tienen ahora los pósters de sus ídolos en su habitación”, refiere Bonet. De Larrocha había oido hablar de ella, era una señora que estaba en el exilio. Y cuando regresa, se conocen y se convierten en grandes amigas. Una de las últimas palabras que pronunció Conxita antes de morir fue ‘Alicia’.

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“Despertaba devoción. Un príncipe marroquí exiliado en París, pasó por Barcelona y en un concierto que ella ofreció, le hizo repetir siete veces una canción de Granados. Y a la séptima, se saco un anillo con un diamante y se lo regaló”.

Fue cuando unos incontrolados mataron en 1936 al que entonces era su vecino Manuel Clausells, secretario y alma de la Associació Música Da Camera y programador de conciertos, que Conxita decidió que había que partir. Iba a ser una mujer sola con sus tres hijas por el mundo. Pero eso nunca la detuvo, ya se mantenía sola. Su destino es Brasil, pero en Francia se encuentra con toda una serie de grandes directores de orquesta de la época que le organizan conciertos y de la llevan por Holanda, Bélgica, Suiza… Despistada como era ella, se olvidó en una ocasión el pasaporte y acabó cantando para los aduaneros suizos para que la dejen pasar, tenía un concierto que celebrar. La oportunidad de partir a Brasil y reunirse con su marido se la proporcionó una mánager brasileña. Y también Casals le aconseja que lo haga: en Europa no tardará en haber una guerra. De ahí se produjo su salto a Argentina, pues al debutar en el Teatro Colón, se la quisieron quedar. Y permaneció allí durante siete años.

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Como madre, Badia fue ultraprotectora, sostiene la comisaria. Cuando las hijas escolarizadas no podían viajar con ella, renunció a giras largas como las que le ofrecían por Estados Unidos. Incluso con sus alumnas era más que una maestra. De regreso a Barcelona, acoge a discípulas que llegan del Japón o de Rusia, como Yelena Obrastzova, y no duda en tenerlas en casa. Antes de cantar –“niña, ¿has comido?”–, era capaz de hacerles una tortilla porque temía que no estuvieran bien alimentadas.

Como mujer en un mundo de hombres, se hizo respetar, ya en las décadas previas a la guerra, como cuando se invita a Arnold Schönberg a estrenar sus obras en Barcelona. La carta con la firma de los grandes tótems de la cultura catalana del momento solo incluye a una mujer, que es Conxita.

A su regreso a Barcelona, en 1946, Conxita Badia tuvo que mantener un perfil discreto. Comenzó a abrirse paso en el ámbito pedagógico, pero no fue fácil que le dieran la plaza de catedrática en el conservatorio municipal. “Supongo que pasaban factura sus visitas a Pau Casals en Prada de Conflent –comenta Mireia Bonet–. A veces pedían un pase de día para ir a verle. Pero tardaron dos años en conseguir el primero”.

Un verano de actos por toda Catalunya

El año Conxita Badia tiene un largo recorrido por festivales este verano, de Peralada al de Sant Fruitós de Bages; de Sant Pere de Rodes al Tortosa Proto-Fest, además del Festival Viñas de Moià o el (z)ona Ponts. Castellterçol acogerá el día 1 de agosto un homenaje con Arnau Tordera, Mònica Pagès y Mireia Domènech. Favara de Matarranya dedicará el 19 de julio toda una jornada a su figura como puente entre Catalunya y la Franja de Ponent. Difundir las partituras que compuso Badia y que publica la editorial Ficta es una forma de continuar con su magisterio de canto. En los másteres de la Esmuc se la interpreta. Y en el Festival de Peralada, el día 17, Montserrat Seró interpretará también sus canciones, junto a otras de Pau Casals. En Sant Pere de Rodes será Mireia Pintó quien la homenajee, el día 26 de este mes. Y en Tortosa, el 29, se hablará de Badia y Felip Pedrell, que fue su padrino de boda. “Queremos hacer cosas que emocionalmente tengan sentido”, apunta Mireia Bonet, la comisaria. Por último, el festival Francesc Viñas de Moià proyectará el 3 de de agosto el documental Conxita Badia no existeix dirigido per Eulàlia Domènech.

“Conxita, he oido que habéis regresado. ¿Cuándo nos volveremos a ver?”, le escribe el maestro en una carta que todavía se conserva.

La primera visita que le hizo debió resultar muy divertida. La mayordoma de la casa de Casals le impidió verle de entrada. El maestro estaba descansando. Pero las horas eran contadas. De manera que se arrancó a cantar El cant dels ocells y Casals se asomó inmediatamente por la puerta de su habitación. “¡Conxita, Conxita...!”. Después de más de una década sin escucharla, reconoce al instante su voz.

“Todo lo que he escrito para voz de soprano lo he hecho pensando en ti. Todo, así, te pertenece”, le escribe el maestro y violoncelista, ya en su ochentena. Y de esa música escrita para ella y de sus propias partituras se nutrirán los conciertos/homenaje que este verano tendrán lugar en distintos festivales de la geografía catalana.

lavanguardia

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