Claves para leer el nuevo libro de Camila Sosa Villada, una obra que problematiza el deseo y la identidad

La primera línea de La traición de mi lengua (Tusquets) de Camila Sosa Villada dice: “Mi deseo no es original, es ordinario, no sorprende a nadie. Que mi escritura continúe en la elipsis”. Este lazo entre deseo y escritura dejado en evidencia desde el comienzo del texto muestra el tono de un libro sin género o en todo caso que se mueve entre la diversidad de registros: ensayístico, ficcional, autobiográfico.
Sin embargo, la autora de Las malas y de Tesis sobre una domesticación ha declarado que el deseo es un problema y que mejor convendría dejar de desear, de manera que la de su última entrega no se trata tanto de una escritura deseante como de una escritura que problematiza el deseo y sus adyacencias: el erotismo, la sexualidad, la afectividad.
En ese carácter irreducible se juega la forma anómala en la que se fuga la voz que aquí se lee que tiene ciertas resonancias a Marguerite Duras pero también a las escrituras del límite o del afuera que Michel Foucault describía en el magnífico “Prefacio a la transgresión” a partir de la inspiración de Maurice Blanchot y Georges Bataille por la cercanía con el murmurar de lo indecible que siempre es lo mismo: la finitud, el desaparecer, lo otro. Sosa Villada: “Mi placer es que la muerte me respire en el cuello. Tal vez eso sea el erotismo, acercarse a la muerte y no morir”.
Lo libidinal no conoce parcelas pero sí enclaves en el cuerpo, de ahí que la autora cordobesa señale: “La energía radiactiva, inestable, invencible del culo que te enseñó más que cualquier maestro en tu vida”.
La proximidad con El ano solar de Bataille o Terror anal de Paul B. Preciado resulta sugerente. Hay continuidades en todos los casos ya que el ano es el órgano anti-identitario por excelencia. El ano no tiene género, es degenerado, no tiene utilidad, se esconde en la oscuridad de los deshechos.
Si bien es cierto que puede haber una política anal, no hay políticas de la identidad del ano precisamente porque lo enérgico de esa apertura quiebra todo límite binario, toda separación, anula todo dispositivo tranquilizador.
Al igual que la escritura de La traición de mi lengua, la potencia anal no conoce fronteras claras. Es por eso que Camila desde su concepción travesti (no trans) se posiciona desde una nítida crítica a la identidad cuando afirma: “Hace poco decidí que la identidad no era nada. Que la identidad era una cárcel. Al final, la identidad solo era un consuelo. Acepté que lo importante era la experiencia (…) Fue la experiencia la que configuró a la travesti”.
"La traición de mi lengua", de Camila Sosa Villada.
Experiencia sobre identidad es otra forma de plantear que estamos atravesados por procesos móviles, fugaces, por relaciones con otros cuerpos que muestran hasta que punto la identidad cerrada y cristalizada es una ilusión, una quimera.
En tiempos donde todo parece ser un perpetuo juego de identidades (políticas o sexuales) en trincheras opuestas, la posición a contracorriente de Camila es aire fresco. En otros términos, bajo la seguridad del gueto hay placas tectónicas que se desplazan.
Hay mucho de la noción de deseo como producción según Deleuze y Guattari en la postura de Sosa Villada, ese lugar donde todo sobra, no donde siempre algo falta. Contra la hegemonía del deseo leído como falta, carencia o insatisfacción, propia del monopolio psi, que no hace sino una y otra vez reasegurarse desde el escudo identitario (hétero, homo, bi, trans, etc.), la autora sostiene, contrariamente, a la experiencia, es decir, el acontecimiento o el agenciamiento que nos modula y que deja ver la ingenuidad de los compartimentos estancos: a cada minoría una caja.
En este sentido, es inevitable no leer La traición de mi lengua en sintonía con el proyecto literario de Néstor Perlongher, quien también realizaba una crítica feroz a la identidad gay en favor de una concepción focalizada en la creación de experiencias que destruyen categorías solipsistas.
La recepción rioplatense perlongheriana del pensamiento de Deleuze tiene un afluente contemporáneo en la literatura de Sosa Villada. Quizá también se puedan encontrar ecos a la narrativa de Copi: la guerra camp delirante en las historias de las maricas contra la autoridad paranoide.
De manera que, como dice la autora, “escribir es traicionar”. Una traición a la exigencia del mutismo, del callar, del silencio, pero también una traición a la identidad y el deseo. Escritura y travestismo son formas de artificio, de disfraz, de lo “sucio” en tanto que implican mestizaje y contaminación, no hay pureza alguna. Dice Camila: “Soy una puta emancipada”.
Entrevista a Camila Sosa Villada en el stand de Clarín de la Feria del Libro 2025. Foto: Martín Bonetto.
Esto tal vez revele la caracterización más propicia de la libertad femenina que no pide permiso, que paga el precio de escribir lo que se le antoja, aunque los lectores no sean los mismos, o sean menos.
La traición de mi lengua es el libro de una “geisha comechingona”, tal como se define su autora, que ofrece de manera áspera y hermosa las costuras del disfraz que es el lenguaje, que tal vez sea “posiblemente el primer disfraz”.
Una escritura magnética que deja toda posible tentativa clasificatoria o de emplazamiento de taxonomías en ridículo. La experiencia travesti de Camila Sosa Villada necesitaba de este libro extraordinario.
La traición de mi lengua, de Camila Sosa Villada (Tusquets).
Clarin