3 razones por las que es tan difícil desprenderse del coche

Detrás del simple acto de vender tu coche se esconden profundos mecanismos psicológicos, emociones inesperadas y un apego mucho más fuerte de lo que imaginamos...
De los retratos de apasionados del automóvil que recopilamos en Le Figaro surge un elemento constante: resulta desgarrador vender o desguazar un coche que has conducido durante años. La razón es que el apego al coche tiene sus raíces en profundos mecanismos de identificación personal, emociones complejas y sesgos cognitivos que hacen que la separación sea particularmente dolorosa. A continuación enumeramos tres razones (al menos) por las que resulta difícil abandonar el vehículo .
El automóvil no es sólo un medio de transporte, sino una extensión de la identidad de su propietario. "Es un concepto psicosocial teorizado por Pierre Bourdieu", declaró el pasado mes de marzo al diario Le Figaro Jean-Pascal Assailly, psicólogo especializado en seguridad vial. "Históricamente, la compra de automóviles nació del deseo de destacar", añadió. En otras palabras, el automóvil es un vector de ascenso social para las clases medias, o de buen gusto para los más ricos. Tocar el propio coche es tocar la propia identidad social, lo que despierta pasiones particulares.
En este sentido, según el profesor Édouard Zarifian, psiquiatra y profesor de psicología médica, entrevistado por nuestros colegas de L'Orient-Le Jour, el automovilista percibe entonces su coche "como una parte de sí mismo". Esta identificación es tan poderosa que puede incluso cambiar el comportamiento de un individuo. Una persona normalmente educada y cortés puede volverse agresiva o impulsiva mientras conduce. En resumen, tenemos una relación de identidad muy profunda con nuestro coche, y nunca es fácil separarnos de una parte de nosotros mismos.
"Un coche no se compra como una barra de pan." Esta frase la cita Ipsos en un estudio realizado por su departamento de Publicidad, Tendencias e Insights con la agencia Prisma publicado el 23 de abril de 2014. Aunque esta encuesta está un poco anticuada, tuvo el mérito de destacar que la compra, el mantenimiento y el uso de un coche siguen siendo, ante todo, una experiencia emocional fuerte. Un resultado siempre actualizado.
Según Ipsos, los consumidores demandan experiencias intensas y emocionales, "tanto con el vehículo como con la marca". Esta dimensión emocional explica, por ejemplo, las estrategias de marketing de los fabricantes que a menudo enfatizan la sensación y la emoción en lugar de los aspectos puramente racionales.
Las campañas publicitarias, como la del último Alpine A290, presentarán el automóvil como un símbolo de libertad, de una vida adulta llena de grandes epopeyas y de una "irresistible atracción de ligereza". Lejos de nosotros las facturas, el mantenimiento o incluso las averías... En otras palabras, el coche puede ser percibido como un objeto de apaciguamiento, esencial para nuestro equilibrio y bienestar. Sería cruel prescindir de él.
¿Quién no ha sentido alguna vez la pérdida como una experiencia dolorosa? Algo tan universal que la psicología se ha encargado de darle un nombre: aversión a la pérdida. Este sesgo cognitivo bien documentado se puede resumir de la siguiente manera: el dolor de perder es psicológicamente más fuerte que el placer de ganar. En este caso, sentimos por tanto con más intensidad la perspectiva de perder nuestro vehículo que el beneficio potencial de utilizar otros medios de transporte o adquirir un nuevo modelo .
Esta dimensión psicológica explica por qué incluso argumentos racionales como la antigüedad del vehículo, su consumo excesivo de combustible, sus costes de mantenimiento, etc., a veces tienen dificultades para convencer a los automovilistas de renunciar a su vehículo.
lefigaro