En el Festival de Cine de Cannes, Diego Céspedes aborda los años del sida en Chile en los años 80

UNA CIERTA MIRADA
No vivió los años del sida, la llegada del virus, la muerte que fue diezmando poco a poco a la comunidad gay. Nacido en 1995 en Santiago de Chile, Diego Céspedes es un poco demasiado joven para eso. Pero su madre lo crió con un miedo aterrador a la enfermedad, traumatizado por los dolores que había presenciado. Esta mujer, vendedora, y su marido, que trabajaba como conductor de autobús escolar en los barrios más pobres de Santiago, abrieron una peluquería. En los años 80, sus empleados, la mayoría de los cuales eran homosexuales, fueron cayendo uno tras otro.
Fue sólo más tarde, cuando él mismo descubrió su atracción por los hombres y comenzó a frecuentar la comunidad gay de Santiago, conociendo personas VIH positivas, que Diego Céspedes comprendió mejor la realidad de la enfermedad. "Pude tener un espectro más amplio, ver toda la mala imagen que sufrían estas personas, pero también la parte más brillante de su personalidad", confió el joven director, el miércoles 14 de mayo, en Cannes, todavía cansado del jet lag, en vísperas de presentar su primer largometraje, La misteriosa mirada del flamenco rosa (fecha de estreno indefinida) en Un Certain Regard.
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Le Monde