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15 años transformando la educación: la apuesta de Carlos Cavelier desde Alquería

15 años transformando la educación: la apuesta de Carlos Cavelier desde Alquería
Su cargo es el de “coordinador de sueños”, cabeza visible de Alquería, una de las empresas más conocidas del sector de alimentos, fundada en 1959. Se trata de Carlos Enrique Cavelier, formado originalmente en sociología y antropología, pero con una larga experiencia en la universidad de la vida.
Su carrera no solo ha incluido la dirección de la compañía familiar, sino también diferentes cargos y responsabilidades en el sector público, que incluyeron trabajos en los ministerios de Agricultura y Justicia, al igual que haber sido elegido diputado a la Asamblea de Cundinamarca y representante a la Cámara. Actualmente le dedica buena parte de su tiempo a la Fundación Alquería Cavelier, cuyo énfasis es la educación. Sobre este tema, habló con EL TIEMPO.
¿Cómo ve las cosas en el país?
Complejas, por supuesto. Pero en estos tiempos de tanta confusión vale la pena recordar la frase de Churchill, quien decía algo así como no hay batalla perdida ni batalla ganada, lo importante es seguir con la capacidad de continuar luchando. Entonces nosotros seguimos echando para adelante. Y hay que ser optimista: no hemos parado una sola inversión.
¿Qué resultados muestran?
Las cosas nos han salido bastante bien y pienso que ya salimos del bache. Porque lo que nos golpeó durísimo fue el paro de 2021 y me refiero no solo a Alquería sino al sector en general. Durante esas semanas en las que no pudimos recoger el producto, las fincas se vieron afectadas, secaron las vacas y la producción de leche del país cayó en 8 por ciento. Cuando las cosas se normalizaron, vino un fenómeno de escasez y los precios subieron 60 por ciento, con lo cual se resintió la demanda. De un tiempo para acá, nos venimos aproximando a un nuevo equilibrio. Además ahora somos una empresa que produce mucho más que leche, nos hemos convertido en una empresa de alimentos.
¿De dónde viene su interés por la educación?
El tema siempre lo he tenido presente porque veo el cambio que genera en las personas. Además, es algo que viene de familia, viendo los esfuerzos de los abuelos para educarse, educar a los padres y claramente a la siguiente generación. Pero también de experiencias personales. Cuando mi papá instaló la pasteurizadora en la finca que tenía en Cajicá (Cundinamarca) pidió un permiso para abrir una escuela pública para que se educaran los hijos de los trabajadores. Eso fue hace más de 60 años. Vi de primera mano lo que el aprendizaje lograba en niños que fueron mis compañeros de juego. En el 2002 me uní a la iniciativa de Nicanor Restrepo de Empresarios por la Educación; ahí empezamos nuestro recorrido de entendimiento de un área con la complejidad que es el sistema educativo.
¿Y qué pasó?
Finalmente, en 2010 creamos la Fundación Alquería Cavelier. Y eso coincidió con la gobernación de Andrés González en Cundinamarca, quien me nombró alto consejero para educación, aunque yo decía que en realidad era un alto aprendiz del asunto. Gracias a esa vinculación recibí el apoyo de la Secretaría de Educación y les escribimos a los rectores de los colegios en el departamento para que nos recomendaran a los alumnos más destacados de último año.
¿Qué siguió?
Con ellos, unos 20, hicimos unos campos de verano para fortalecer sus conocimientos. Eso nos permitió prepararlos para que dictaran una especie de cursos remediales cada 15 días en las cabeceras de siete provincias, y después les otorgamos una beca para que entraran a la universidad. Así seguimos y a la fecha vamos con 520 becados y ya en 230 graduados. Ese programa se llama “talentos excepcionales”, un calificativo que corresponde a la realidad.
¿Les ha seguido la pista?
Todos han continuado con sus vidas y hay casos notables. Voy a mencionar tan solo unos cuantos. Uno de los muchachos estudió sistemas, consiguió una beca, se fue a Estados Unidos y hoy tiene una muy buena posición en Amazon. Otro hizo dos carreras, terminó una maestría y hoy trabaja en American Airlines en Dallas. Uno más sacó un doctorado en física óptica y vive en Francia.
¿Cómo ha sido ese trayecto para la Fundación?
Hemos aprendido mucho a lo largo del camino y creo que escogemos bien a quienes apoyamos. De hecho, el puntaje promedio que ese grupo –compuesto hoy por 38 estudiantes– tuvo en las pruebas estatales de 2024 fue de 383. Si fuéramos una entidad educativa seríamos el mejor colegio público de Colombia. En paralelo, creamos un fondo de excelencia académica dirigido a los hijos de nuestros colaboradores, con el fin de que alcancen mejores resultados en las pruebas Saber 11 y logren acceder a una educación superior de calidad. También tenemos un programa que llamamos ‘Embajadores sin fronteras’, que les permite a estudiantes de Chía, Cajicá, Tabio y Tocancipá finalizar el bachillerato en algunos de los mejores colegios de Bogotá.
¿Qué le dice eso?
Que la oportunidad está ahí. Pero el desafío es hacerlo masivo, como nos ha sucedido en Alquería, en donde no nos conformamos con venderles a 4.000 tenderos en Bogotá como pasaba hace unas décadas. Ahora distribuimos nuestros productos en 200.000 puntos y estamos en todo el país. De vuelta al cuento de la educación, me fui a hablar con el alcalde de Cajicá que acababan de elegir para que nos dejara trabajar con la Secretaría de Educación Municipal.
¿Y qué sucedió?
Que en seis años pasamos de tener un colegio en categoría A, uno en B, dos en C y uno en D, a que ahora todos estén clasificados como A, incluyendo dos y medio en A más. Gracias a eso, tenemos el municipio con la mejor educación pública del país. Ese fue el primer paso del que ahora es nuestro programa de mejoramiento de la calidad educativa.
¿Se quedó ahí?
Para nada. Entonces la gobernación se interesó y para 2023 ya estábamos en 83 colegios en 30 municipios de Cundinamarca. Hoy ese número es de 200 colegios en 93 de las 116 cabeceras del departamento, agradeciéndole al Gobernador Jorge Rey su apoyo. Para resumir los logros, superamos a Bogotá en las pruebas y no estamos lejos del Quindío, que está en el primer lugar a nivel nacional.
¿Cómo lo hacen?
Tenemos ocho coordinadores que trabajan con 400 personas que se encuentran en esas 200 instituciones educativas. Su labor principal es revisar las materias más críticas que son las relacionadas con ciencias, matemáticas y lectoescritura. Es un ejercicio colaborativo en el cual son claves rectores y maestros.
¿Cuál es el objetivo?
Que para 2035 Cundinamarca sea la región latinoamericana con la mejor calidad de educación pública a nivel de bachillerato, medida por las pruebas Pisa.
¿Qué le falta?
No es un tema tanto de recursos sino de explayar el compromiso en los colegios, pero siempre falta plata. Finalmente, de lo que se trata es de empoderar a quienes están en los colegios públicos para que sus alumnos alcancen la excelencia. Como ya lo hemos hecho, veo que es totalmente posible.
¿Trabaja con otras gobernaciones?
Estamos en eso. He tenido reuniones con los secretarios de educación de Santander y de Antioquia, para citar un par de casos y ya estamos avanzando. Creo que estaremos en unos cinco departamentos a la vuelta de unos meses, pero lo vamos a hacer despacio y con buena letra porque estos son procesos de largo plazo. Uno comienza con tres o cuatro instituciones de alto potencial por departamento y va sumando.
¿En qué consiste el secreto?
En entrenar a los rectores para que se conviertan en líderes transformadores y al mismo tiempo apoyarse en los profesores para que ellos también desarrollen nuevas capacidades pedagógicas. De manera que lo que buscamos es un cambio cultural para que el colegio de turno entienda que los problemas a los cuales se enfrenta no son irresolubles y que no solo vean dificultades sino los millares de oportunidades en estos niños. También ayudamos en lo que corresponde a la planeación con el respaldo de la Fundación Nutresa; y esperamos seguir trabajando con ellos hacia el futuro.
¿Cómo se nota el cambio?
Primero, a nivel personal con un aumento de la confianza entre los rectores, directivos docentes y los maestros. La mayoría entiende lo positivo que es moverse en un ambiente amable donde los problemas se pueden resolver. Y lo que hacemos es apelar a la vocación que todos tienen, de enseñar mejor. Hemos encontrado muchísima gente valiosa, abnegada, en ese cuerpo de educadores. El modelo de formación ha impactado a 7.475 docentes que les dan clase a más de 146.000 estudiantes en los colegios de Cundinamarca.
Debe tener muchas anécdotas…
Muchas. Tengo el ejemplo de un rector, muy ideologizado, de línea dura, que en un comienzo dijo que iba a entrar al programa para probar que no funcionaba, porque pensaba que aquí había un negocio y veníamos con la idea de privatizar la enseñanza. Ahora es uno de nuestros principales promotores.
¿De qué está convencido después de lo que ha visto?
No tengo duda de que si uno desea construir un país desarrollado necesita una educación pública con una calidad extraordinaria. Eso no se contrapone con que haya buenos colegios privados, porque lo uno no puede ser obstáculo para lo otro.
¿Qué otros desafíos encuentran?
Hay efectivamente un problema de cupos en la educación superior, comenzando por las carreras técnicas. La Universidad de los Andes ha estado trabajando en la idea de un instituto tecnológico que ofrezca programas más cortos, con buena cobertura y calidad. La Javeriana acaba de lanzar otro. Estas son noticias muy positivas para un renglón alterno de la educación en necesidad de alta calidad y acceso para cientos de miles de muchachos, hoy sin posibilidades.
Cambiando de tema, ¿Cómo analiza el debate en torno a la reforma laboral?
Es una lástima que algo tan importante se haya politizado tanto. Lo importante es cómo mejoramos la calidad del empleo y bajamos la informalidad. Siempre me ha parecido que el punto de aumentar las pasantías en las empresas es muy valioso. Espero que el Congreso asuma la responsabilidad que corresponde y saque una excelente reforma. Esa es la manera de evitar que esto se convierta en un instrumento de intereses electorales.
¿Cuál es el riesgo actual?
Quedarse en los extremos. No me gusta la falta de empatía de la extrema derecha hacia los más pobres ni la creencia de que la actividad privada tiene la culpa de nuestros males y estatizarlo todo es la solución. Por eso es que apostamos tanto por la educación pública. Se trata de que la gente no se deje engañar y entienda que hay un justo medio que nos permitiría progresar colectivamente.
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