Reformas Trump: guirnaldas dorados y un jardín sin césped

El presidente Donald Trump, ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional a la promoción inmobiliaria, de moddo que tiene lógica que, en el primer año de su segundo mandato, se haya lanzado a la mayor reforma en décadas de las dependencias de la Casa Blanca y que se lo haya tomado como algo personal. «Es mi sangre inmobiliaria que fluye», dijo Trump en mayo para explicar su obras. Las fotografías de la Sala Oval, el lugar en el que el presidente recibe sus citas profesionales y en el que habla ante los medios de comunicación, son la prueba de ese toque personal, tan obviamente Trump: apliques dorados, paredes llenas de cuadros, colores patrióticos...
La Presidencia de los Estados Unidos prevé un presupuesto de 100.000 dólares extraordinarios para que cada nuevo presidente pueda reamueblar su residencia cuando comience su mandato. A menudo, esa partida se dedica a cambiar moquetas, cortinas y colchones y no se agota.Trump, en cambio, ha asegurado que pagará la cuenta de las reformas porque serán mucho más ambiciosas.
De momento, el look de la Sala Oval del Ala Oeste ya ha empezado a cambiar. Donde Joe Biden tenía cinco retratos (Washington, Lincoln, Franklin Rooosevelt, Jefferson y Alexander Hamilton), dos bustos (Robert Kennedy y Martin Luther King) y un adorno floral en torno a la chimenea, Trump ha colocado siete cuadros más antiguos y de espléndidos marcos dorados, una docena de jarrones, guirnaldas y trofeos también dorados, cortinas azules y
una maqueta de un avión sobre la mesa baja (los bustos permanecen). Las butacas también han recibido un baño en dorado, según el gusto personal del presidente, demostrado en sus proyectos inmobiliarios y en sus viviendas privadas. Y, en la antesala, Trump ha colgado un cuadro en el que él mismo aparece junto a Abraham Lincoln y Ronald Reagan. Según The New York Times, lo siguiente será una lámpara de araña.
Las reformas de Trump van más allá del mobiliario. El presidente ya se ha metido en una obra más seria en la rosaleda de la Casa Blanca, un césped de, aproximadamente, 20 metros por 40, rodeado de rosas en su perímetro y empleado para recepciones oficiales durante los meses de calor. Trump ha mandado levantar el césped para poner un pavimento duro. ¿Por qué? Porque las invitadas que llevaban zapatos de tacones estaban incómodas, han explicado fuentes de la Casa Blanca. El proyecto es casi un tabú roto, ya que la rosaleda ha conservado su aspecto desde 1902, desde el mandato de Theodore Roosevelt.
La obsesión del presidente, ya desde antes de su primera victoria en 2016, está al otro lado del complejo, en el Ala Este (la zona representativa), que quiere ampliar para legar un salón de baile, como el que construyó en Mar-a-Lago, su casa-club de Florida.
elmundo