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La faraón Hatshepsut no fue perseguida por su sobrino Tutmosis III, si no que recibió un trato parecido al del resto de reyes de Egipto

La faraón Hatshepsut no fue perseguida por su sobrino Tutmosis III, si no que recibió un trato parecido al del resto de reyes de Egipto

Hatshepsut fue la segunda mujer faraón de la historia, por detrás de la efímera Sobekneferu. Hija de Tutmsosis I, se casó con su medio hermano Tutmosis II y reinó durante 22 largos años, asumiendo todos los atributos masculinos de su cargo, menos el de “Toro poderoso”. Incluso se hizo representar con una barba faraónica postiza.

En la década de 1920, las excavaciones en el yacimiento de Deir el-Bahari, en Luxor (Egipto), permitieron descubrir numerosas estatuas fragmentadas de Hatshepsut. Estos daños se ha considerado tradicionalmente un acto violento de represalia perpetrado por su sobrino y sucesor, Tutmosis III, hijo de Tutmosis II y una esposa secundaria llamada Isis.

El 'rostro destrozado' de la famosa faraón

“Si bien el 'rostro destrozado' de esta famosa faraón ha llegado a dominar la percepción popular durante años, dicha imagen no refleja el tratamiento que se le dio a su conjunto de estatuas en toda su extensión”, afirma Jun Yi Wong, investigador de la Universidad de Toronto.

Wong ha liderado un estudio, que se publica este martes en la revista Antiquity, en el que ha reevaluado las esculturas dañadas y ha analizado documentos inéditos para desvelar que, realmente, lo que ocurrió es que Hatshepsut recibió un trato similar al de los faraones hombres anteriores al morir.

La cara rota de una estatua de Hatshepsut

La cara rota de una estatua de Hatshepsut

Metropolitan Museum of Art / Antiquity

El daño a las estatuas, dicen los arqueólogos, coincide con las prácticas que se aplicaban a muchos reyes del Antiguo Egipto cuando fallecían, posiblemente como una “desactivación” ritual del poder como medida para poder construir la leyenda de un nuevo monarca.

“Muchas de las estatuas de Hatsheptsut, en realidad, han sobrevivido en relativamente buen estado, con sus rostros prácticamente intactos”, apunta Jun Yi Wong. La antigua gobernante egipcia, a pesar de la persecución política, ha alcanzado un estatus icónico en la actualidad por su papel como mujer faraón.

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Sus representaciones iconográficas faraón tienen dos etapas importantes. En la primera se la representa como una mujer faraón con un cuerpo femenino y con los elementos típicos de los faraones como el tocado nemes, el faldellín, la perilla faraónica y el ureus pero siempre con mamas, rostro fino y sonriendo ligeramente.

La segunda etapa, en cambio, muestra a una Hatshepsut con forma masculina, ya que la figura de rey solo podía ser desempeñada por un hombre y las mujeres tenían otro tipo de funciones como el de esposa real. Este cambio sería una forma de legitimarse para ser aceptada como gobernante a pesar de ser mujer.

Uniendo fragmentos rotos de las estatuas de la faraón

Uniendo fragmentos rotos de las estatuas de la faraón en 1929

Metropolitan Museum of Art / Antiquity

Wong examinó notas de campo, dibujos, fotografías y correspondencia inédita de las excavaciones de 1922-1928, reevaluando la evidencia arqueológica para determinar el verdadero motivo de la destrucción de algunas esculturas. Estos documentos indican que muchas de las obras sufrieron daños no causados por Tutmosis III.

Lo que pasó, dicen los investigadores, es que muchas estatuas fueron reutilizadas en períodos posteriores como materiales de construcción y herramientas, lo que agravó su daño. Además, las pocas que se dañaron durante el reinado de Tutmosis se rompieron de una manera específica: por sus puntos débiles (cuello, cintura y rodillas).

Una pequeña estatua de Hatshepsut, sentada sobre sus rodillas

Una pequeña estatua de Hatshepsut, sentada sobre sus rodillas

Metropolitan Museum of Art / Antiquity

Este fenómeno se conoce en egiptología y a menudo se denomina “desactivación” de estatuas. Esta práctica busca neutralizar el poder inherente de las imágenes y se ha aplicado a las figuras de varios reyes a lo largo de la historia faraónica. “En otras palabras, este tratamiento no denota necesariamente hostilidad hacia el individuo representado”, explica el experto de la Universidad de Toronto.

El daño a estas estatuas, por lo tanto, probablemente se produjo como resultado de su desactivación ritual y su posterior reutilización pragmática, en lugar de una destrucción maliciosa e iconoclasta. Esto indicaría que Hatshepsut recibió un trato similar al de sus predecesores tras su muerte.

Una esfinge de piedra caliza recuperada prácticamente intacta

Una esfinge de piedra caliza recuperada prácticamente intacta

Metropolitan Museum of Art / Antiquity

“Durante mucho tiempo, se ha asumido que las estatuas de Hatshepsut sufrieron un ataque vengativo por parte de Tutmosis III”, afirma Wong. “Sin embargo, una cuidadosa reevaluación de los archivos indica que este no es el caso, y que varios otros agentes han contribuido a la destrucción de estos objetos”, añade.

Sin embargo, esto no descarta la posibilidad de que al menos parte de esta destrucción tuviera como objetivo dañar el legado de Hatshepsut. “A diferencia de los otros gobernantes, ella sufrió un programa de persecución, y sus implicaciones políticas más amplias son innegables”, concluye Wong.

Excavaciones en Deir el-Bahari que sirvieron para encontrar las estatuas de Hapshepsut

Excavaciones en Deir el-Bahari que sirvieron para encontrar las estatuas de Hapshepsut

Metropolitan Museum of Art / Antiquity

Las acciones de Tutmosis III quizás estuvieron motivadas por una necesidad ritual más que por una antipatía manifiesta. Frenar las pretensiones de la poderosa familia de Hatshepsut, que podría haber cuestionado el ascenso al trono de Egipto del nuevo faraón, habría sido un motivo de peso.

lavanguardia

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