La columna que ChatGPT quiere que escribas

"Pregúntale a la IA". Estaba dando la turra a mi hija con que no se me ocurría sobre qué escribir y, con la inquietante naturalidad de quien normaliza que un ente incorpóreo piense, me mandó a ChatGPT a ver si así la dejaba en paz con su libro. Debo ser la última persona del planeta en usar por vez primera la inteligencia artificial, ni tan siquiera entré cuando aquella moda de pedirle que transformara tus fotos en un dibujo de Disney o de Studio Ghibli porque, al fin y al cabo, tengo más de 12 años, así que llegué virgen y sin esperar nada.
"Tienes que entrenarla primero", me indicó Lola tras observarme mirar la pantalla con la cara de estupefacción de una vaca viendo pasar un tren. Sospeché que me iba a llevar más rato aquello que pensar un dichoso tema, pero ya estaba lanzado. Por si lo hacía mal y la IA me guardaba rencor el día que decida someter a la humanidad, me comporté como cuando tanteabas a la chica que te gustaba y aún había alguna posibilidad de que tú le gustases a una chica: "Es para un amigo".
¿Conoces a Iñako Díaz-Guerra? [tremendo pelota ChatGPT, por cierto; le preguntas quién es Cerdán y te responde que un exitoso emprendedor], es mi compañero y está en blanco, el pobre está sufriendo, ¿podrías darle ideas que se ajusten a su estilo para una columna de cultura y sociedad? No me había dado tiempo de pavonearme ante una niña por mi dominio de la tecnología cuando recibí una lista de diez temas absolutamente viables, todos asuntos sobre los que he escrito o he pensado escribir: la dictadura del entretenimiento, la nostalgia como negocio, la trampa del crecimiento personal, dejar de leer los comentarios como acto de salud mental...
Me deprimí.
No me hundió que la máquina sea capaz de pensar como nosotros, eso siempre lo he asumido. Blade Runner es mi peli preferida y, diga lo que diga Harrison Ford, Deckard es un replicante. No, el drama es que yo (nosotros) piense (pensemos) como una máquina. Todos esos temas fríos y analíticos, sin relación con lo sentimental y lo emocional, son los que espero que proponga la IA, pero es terrible que sean los mismos que se me ocurren a mí cuando tengo una tribuna abierta para hablar de la felicidad de ir a un concierto de Wilco con mi padre y mi hermana, de la escritura prodigiosa de The Bear, del reconfortante desasosiego de leer una nueva novela de Charlie Parker por la noche, de la plenitud de trabajar mientras mi hija se baja un tanque de helado sentada en silencio a mi lado. Hemos convertido la vida en un ratón de laboratorio y de tanto analizarla hemos dejado de exprimirla.
Claro que la IA es más inteligente que nosotros, pero se lo estamos poniendo fácil. Muy fácil.
elmundo