José Cueli: Malinalco, Tepozteco y Xochicalco

Malinalco, Tepozteco y Xochicalco
José Cueli
S
anto Señor de Chalma, Malinalco. Tiempos y espacios mágicos, fantásticos que no son tangibles ni concretos, sino los del triángulo mágico de Malinalco, Tepozteco y Xochicalco, donde se vive otra distancia de la lógica mediterránea, de los que luchan por disarcirse del fuego, yugo que representa la otra cultura, ignorante de los ritos, voces silenciosas de hondo, rancio sabor campero, transmiten el dolor pesado que se sintió, se sentía en la mañana tarde de hechizo mágico entre gritos y ayes.
Búsqueda de un cambio de camino en el peregrinar a partir de la arena peñosa malinalca, la de los caballeros águila y los caballeros tigre, en la distancia de un tiempo o espacio diferentes, singulares.
En especial la lucha cristiana entre judíos y romanos en la festiva procesión que se enlaza a los ritos malinalcas.
Peregrinos malinalcas chalmenses, sabedores que en este mundo todos somos peregrinos de un viaje sin regreso, a un más allá armónico, voluptuoso, pleno; que implica simplemente ser, perderse, como cuando uno mira al mar, al fuego o a un árbol y se desprende de sí, se va, nos aleja de lo sensible, del mundo interno, gira en dirección contraria, describe otros mundos, otras formas de vivir, donde peregrinar sólo significa un camino diferente en el viaje.
Peregrinaciones al santuario del Santo Señor de Chalma, la vieja catedral malinalca, zona arqueológica que va a dar a la carretera que viene de Santiago Tianguistenco, con las pirámides monumentales de Malinalco como marco, asomándose a ver a sus hijos que vienen de toda la República en busca de resignación ante las pérdidas, las penas, vestidos con coronas de flores en la cabeza, cual coronas de espinas acompañadas por la charanga pueblerina, metal agrio, agudo, mexicano bravío, expresión del hambre indígena de siglos en medio de la aglomeración, aberturas, confusión, ofrecen su ofrenda como sacrificio indígena que se repite y se repite.
Peregrinaciones en la auténtica fiesta mexicana de la religión, muerte rondando por los caminos entre las peñas mágicas, esperando la muerte en los fulgores de la carretera, un caminar triste, cansado en el trotecillo imperceptible que sale de la espesura, busca la muerte de feria en feria, de jaripeo en jaripeo.
Malinalco triste, callado como si sus familiares magueyes con su brava silueta recorta, asoman a la catedral de la muerte, trota que trota trotando, buscan desesperadamente el polvo triste, viento de cansancio, botín de las hojas, en los árboles, sobre esclava de la amargura de la raza.
Peregrinos llenos de fe buscan emociones interiores en viajes de preparación interior que florece lentamente, la ascesis busca la libertad que anula el tiempo cronométrico, reduce el espacio mesurable, encuentra en el interior tiempo, espacio que dure, misticismo de lo primitivo no influido por la razón, no existen días y noches sucesivas, ni personas ni lugares, se anula la presencia del cuerpo para entablar comunicación con seres del pasado, del presente y del futuro, lo opuesto a lo sistematizado, no robotizado, la electrónica, la lógica, la omnipotencia: el delirio de grandeza.
Raza malinalca perdida en el laberinto de la fantasía de las peñas y antiguos templos ceremoniales, pletóricos de fantasmas, sombras evocadoras, leyendas que ignoran de donde viene y adonde va, sin pasado ni porvenir que saben que hay más allá de las piedras imantadas, mágicas que limitan el horizonte del espacio cargado de perfumes, notas de armonías lejanas en lenguaje interno que es oración.
jornada