Guerra total entre Morante y Roca Rey por un quite: "Maestro, fúmate un purito despacito"

Crepitaba el aire de El Puerto, a más de 30 grados el baño turco, pero no se trataba de la temperatura ambiente, sino del ambientazo desatado en torno al choque entre Morante de la Puebla y Roca Rey, el agarrón, que dicen por México. El incendio venía de antes de Santander, sólo que allí el maestro lo quiso hacer visible. Y vaya sí lo hizo. Hay "rivalidad personal", ha señalado el exultante empresario Carlos Zúñiga con su Plaza Real rebosando gente por las tejas como escenario del encontronazo. A Zúñiga se le ha puesto en estos días cara de Don King. Y esa tensión disparó a la muerte del complicado cuarto toro, cuando Morante se dirigió a Roca para recriminarle un quite (por caleserinas): "Eso se hace en otro momento". A lo que el peruano contestó con altivez: "Maestro, fúmate un purito despacito".
A las 20.05 Morante había pisado reconstruido el ruedo más grande de España: un toro de Garcigrande le había molido el cuerpo la noche anterior en Marbella, y fue necesario infiltrarle, en la propia habitación del hotel portuense, a la altura de la cadera, en la cabeza del fémur, donde acusó la golpiza.
La Real Plaza de El Puerto prorrumpió en una ovación cerrada hacia el maestro, por la gloria vertida la pasada semana sobre esta misma arena, por tantas acumuladas, por el esfuerzo de venir, por el año de antologías concatenadas y su entrega absoluta. MdlP invitó a Roca Rey a compartirla, y el astro peruano le hizo un gesto amable con el brazo en su espalda. Y así, con Daniel Crespo también, despejaron la plaza en una aparente paz. Pero hubo guerra, además, porque se arrimaron fieramente.
Una ligera cojera acompañaba a Morante. No importó. Cojo y manco es inalcanzable. A las 20.26 había acabado con el cuadro, enterrando la espada hasta los gavilanes en canónico volapié. El asiento de sus zapatillas se siente hasta en esta suerte llamada suprema. Pero supremas fueron las verónicas y, sobre todo, supremos los delantales y una media verónica a pies juntos enfrontilada. La faena contó, desde el prólogo al paso -la trinchera, el molinete- con el hilván de la torería y la ligazón de las series. A las 20.21 una sobre la derecha, hecha de ritmo y compás, desembocó en una cambio de mano descomunal. Al buen jabonero de Cuvillo, un punto bastito, le faltaría fondo para redondear, pero ofreció el suficiente para que aquellas dos tandas de naturales cobraran categórico cuerpo. Asombra contemplar a ligar el natural con el de pecho, en el sitio, como exigían los clásicos. Le anduvo al toro gozosamente para apurarlo. Lo que hizo con alegría y por alto antes de despenarlo por todo lo alto, inclinando definitivamente la balanza hasta las dos orejas.
Fue curioso comprobar la metamorfosis del público: los mismos que habían coreado el toreo bueno se ponían en pie con el principio de Roca Rey por pases cambiados de rodillas a un guapísimo toro que, por hechuras, son y duración, fue extraordinario. Desde el impactante
prólogo al vibrante epílogo por apretadísimas bernadinas -los dos puntos álgidos de la cosa-, se extendió un mar de muletazos en producción industrial, tremendamente físicos, algún circular invertido y mucha gestualización para reconectar. Atacando o atacado a veces, el Cóndor pegó a las 20.56 un estoconazo sideral y agarró dos orejas. Algunos pidieron infructuosamente la vuelta al ruedo para el gran toro, Encendido.
A las 21.25, Daniel Crespo saludó una ovación tras despachar al fino tercero, muy vivo de salida pero venido a menos y desordenado. Quedó en su haber un frondoso saludo de verónicas, un quite por chicuelinas y el principio de faena soltando la izquierda a golpe de muñeca.
Morante de la Puebla escapó de nuevo milagrosamente de la cornada cuando se atrevió -como en Santander- a parar el cuarto con medio capote, en unos recortes de creación propia que acabaron encerrándole contra las tablas. Cuando cayó en el ruedo, la diosa Fortuna quiso que el cuvillo, que subía la corrida con su seriedad, pasara por encima buscando la querencia. Más valor que el Espartero, pero con una pulsión fronteriza en la inmolación. Aquel bravucón de trazos mansos lio la mundial derribando el caballo, y luego quien la lio fue Morante con una importancia acongojante. La importancia de jugarse la vida cada tarde sin un aspaviento. Tremendo el maestro ante la dura bestia en exposición, conocimiento y resolución, siempre por el camino de la pureza, hasta alcanzar lo sublime con la mano izquierda. Quedaron un par de naturales para la eternidad. Aún flotan sobre el ruedo. La transcendencia de lo acontecido acabó en su superlativa derecha, a favor de querencia. Y en un espadazo defectuoso pero suficiente. La plaza fue un clamor que se estrelló contra el muro de un presidente negado, que acabó recibiendo una bronca y el gesto despectivo de Morante con su montera. Eran las 21.55 ya. Y cuando se metió en el callejón se dirigió a Roca Rey con determinación para recriminarle el quite, tan inoportuno: "Eso se hace en otro momento". A lo que el peruano contestó malamente: "Maestro, fúmate un purito despacito".
No le regaló nada el desabrido quinto a Roca arrimándose a puro huevo, contra la lógica, hasta perder el norte de la faena en una extensión extra y ya deslucida. Pinchó además el esfuerzo. Nos adentramos en la noche.
Y se hizo la luz con el notable sexto para Daniel Crespo, que no sólo lo dio todo, sino que toreó superior. Una cadencia mayúscula y vertical a los sones de El Concierto de Aranjuez, una despaciosidad formidable. Gran y emotiva faena rematada con una rotunda estocada. Dos orejas para sumarse al carro del triunfo de Morante y Roca en guerra total.
Plaza Real de El Puerto. Sábado, 9 de agosto de 2025. Lleno de "no hay billetes". Toros de Núñez del Cuvillo; bien presentados, más fuertes en su segunda mitad; extraordinario el 2º; bueno sin duración el 1º; notable el 6º; a menos y desordenado el 3º; duro el bravucón 4º; desabrido el 5º.
Morante de la Puebla, de nazareno y azabache. Estoconazo (dos orejas); estocada defectuosa (petición mayoritaria y saludos)
Roca Rey, de azul marino y oro. Gran estocada. Aviso (dos orejas); pinchazo y estocada (ovación).
Daniel Crespo, de corinto y oro. Pinchazo y estocada pasada y rinconera (silencio); gran estocada (dos orejas).
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