Caracoles: Fuera de casa

Aunque los jardineros no quieran oírlo, los caracoles prefieren vivir cerca de las personas. Los científicos afirman haberlo descubierto estudiando cómo se desenvuelven los animales salvajes en zonas urbanas. Todos ellos encontraron la vida urbana mediocre, excepto los caracoles. Aunque parecen desaparecer durante las semanas de calor, los animales prefieren esconderse bajo la madera, las hojas y las piedras, y emergen de nuevo cuando llueve para comer lo que pueden. La mayor parte del daño es causado por este trío infernal: la babosa española, la babosa de jardín y la babosa reticulada de campo. Las babosas tienen pocos depredadores debido a su mucosidad amarga. Para asegurar que la lechuga cultivada con tanto cariño se pueda seguir comiendo, existen métodos como la recolección y congelación, el envenenamiento (¡con pellets orgánicos para babosas!), el ahogamiento (¡cuidado, algunas babosas pueden nadar!), el escaldado y el descuartizamiento (retirar el cadáver atraerá refuerzos). Si todo se vuelve insoportable, los amantes de los animales apuestan por las vallas altas para caracoles, plantas como la melisa y las capuchinas, que suelen evitar, o por los anillos protectores alrededor de los huertos hechos de serrín o polvo de piedra. La mejor manera de recogerlos es colocando tablas en el jardín por la noche, bajo las cuales se esconden los caracoles. Un brindis por la babosa tigre: esta especie de caracol solo come plantas marchitas y babosas.
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