Un constructor italiano de superyates se ve envuelto en un thriller de espionaje corporativo

- El fabricante de yates italiano Ferretti se ve involucrado en un caso de espionaje corporativo de alto riesgo.
- Dispositivos de escucha ocultos encontrados en su sede de Milán provocan intriga mundial
- Las crecientes tensiones entre el Grupo Weichai de China y el gobierno italiano vigilan de cerca el control extranjero
Los yates de lujo suelen ser noticia por sus elegantes cascos, cubiertas soleadas y la ocasional aparición de famosos. Pero esta vez, no es el champán ni la teca lo que acapara la atención de los medios, sino los micrófonos ocultos, la geopolítica y una incómoda sala de juntas en Milán. El fabricante italiano de yates Ferretti ha estado detrás de algunos de los yates más extravagantes del mundo y es el implicado en esta trama de espionaje real que se parece más a una novela de Le Carré que a un comunicado de prensa financiero.
En abril de 2024, Xu Xinyu, miembro de la junta directiva de Ferretti y representante ejecutivo del accionista mayoritario Weichai Group (un importante conglomerado chino), se dio cuenta de algo extraño.
Según se informa, Xu había detectado individuos sospechosos cerca de la sede de Ferretti en Milán y finalmente llamó a un equipo de contravigilancia, que registró las oficinas, solo para encontrar dispositivos de escucha dentro del escritorio de Xu, amplificadores de señal ocultos en salas de reuniones y tecnología de escucha instalada cerca de las áreas utilizadas por el traductor chino-italiano. Ferretti no perdió el tiempo.
Una denuncia formal llegó a la Fiscalía de Milán, y la empresa confirmó públicamente el descubrimiento de los dispositivos. Así comenzó la polémica.
El momento no podría haber sido más sospechoso, ya que las tensiones dentro de Ferretti ya eran altas. En marzo, la compañía propuso un plan de recompra de acciones que le habría permitido recomprar el 10% de sus acciones, lo que podría reducir la influencia de Weichai y, en teoría, abrir la puerta a la intervención del Estado italiano bajo la ley del "poder dorado".
Esa regulación, diseñada para proteger a las industrias estratégicas de la adquisición extranjera, ya se ha utilizado antes y rara vez es sutil.

La propuesta se retiró antes de que terminara el mes, pero el daño ya estaba hecho, pues persistían las sospechas. Algunos expertos incluso consideraron que existía la posibilidad de que la vigilancia fuera un trabajo interno, pero, hasta el momento, no hay pruebas contundentes que señalen a nadie dentro de la empresa.
El descubrimiento dio lugar no a una, sino a dos investigaciones penales: una sobre las escuchas en sí y otra sobre posibles vulneraciones de la infraestructura informática de Ferretti. Sin embargo, a pesar de cotizar en las bolsas de Milán y Hong Kong, la empresa no ha revelado las investigaciones a los inversores, lo que ha suscitado serias dudas sobre su transparencia.
Ferretti insiste en que todo está bien y en comunicados oficiales ha dicho que la compañía mantiene desde hace una década una “colaboración mutua plena y constructiva” con Weichai y que son víctimas de espionaje ilegal.
Aún así, detrás del brillo de las relaciones públicas, las implicaciones son profundas y ha habido conversaciones nacionales en torno a inversiones extranjeras en sectores críticos, especialmente vinculadas a las partes interesadas chinas como resultado de este incidente.

Lo que está ocurriendo allí no es solo una intriga corporativa. Forma parte de un análisis más amplio de la inversión extranjera en activos nacionales, sobre todo cuando dicha inversión proviene de China, ya que Italia aún está sensible por el caso Pirelli —donde la influencia china se vio limitada mediante controles gubernamentales— y se ve obligada una vez más a preguntarse: ¿dónde trazamos el límite?
Hasta el momento, nadie ha sido acusado ni se han revelado nombres, pero el caso ya ha generado inquietud que va mucho más allá del balance de Ferretti. Ha obligado a reconsiderar cómo empresas como Ferretti (es decir, marcas italianas que operan bajo propiedad global) gestionan no solo sus operaciones, sino también su identidad.
Por ahora, los yates siguen flotando. Pero tras el cromo pulido y el cuero de calidad marina, el futuro de Ferretti podría depender menos de la artesanía y más de las decisiones judiciales, las disputas de poder en las juntas directivas y quién los escucha de verdad.
dmarge