Escapar del dolor

En su libro "Sufridores Voluntarios", el psicoanalista Gerard Szwec describe a un corredor de ultramaratón. El corredor de largas distancias escribió en su diario: "No soy humano. Soy una máquina. Una máquina que no siente nada. Simplemente sigo adelante, eso es todo. Eso es lo que me digo. Es lo único en lo que puedo pensar". Muchas personas podrían leer estas frases con admiración y encontrar algo con lo que identificarse. Podrían ser un modelo ideal para un jefe o comandante. Pero en realidad, estamos ante alguien que huye del pensamiento, del trauma, del dolor, del vacío. Szwec explora las causas de este estado mental, común en muchos adictos al trabajo, atletas extremos, traductores, escritores y artistas que se esfuerzan por producir sin descanso.
Pensamiento OperacionalSzwec incluye la siguiente cita del antropólogo y psicoanalista Patrick Declerck, de un estudio que realizó sobre las personas sin hogar de París: «Un dolor profundo que se convierte en parte inseparable del sujeto, incluso del propio sujeto...». Es este dolor del que en realidad se escapa. Este dolor es tan profundo que la persona recurre al pensamiento operativo para calmarse. En otras palabras, en lugar de emociones, sueños y pensamiento simbólico, recurre a una forma de pensar concreta y orientada a la función. Por ejemplo, un corredor de ultramaratón dice: «Estoy mirando al suelo tres metros delante de mí, contando mis pasos», pero aunque quisiera transmitir lo que siente y piensa, no puede. Esta es una forma mecánica y sin emociones de aferrarse a la vida.
ESPACIOSzwec creció en comunidades judías asquenazíes después de la Segunda Guerra Mundial. Allí, hombres y mujeres trabajaban de la mañana a la noche; las relaciones familiares se erosionaban bajo la sombra del trabajo. Las excusas eran fáciles de encontrar: la vida era dura, había que luchar para llegar a fin de mes. Pero en realidad, era una forma de escapar del trauma. Una imagen familiar en muchas partes de Anatolia. Hoy, en una sociedad centrada en el "hacer" en lugar del "ser", nadie parece dispuesto a detenerse. Millones de personas evitan el aburrimiento como si fuera la peste. Incluso los interminables rollos de redes sociales se convierten en un tranquilizante momentáneo. Pero el vacío que reemplaza al dolor del que huimos reside silenciosamente en nuestro interior.
NARRADOR SILENCIOSOEn su libro, Szwec analiza cómo, si bien el ascetismo voluntario busca escapar del sufrimiento, el método para calmarlo solo lo recrea. Algunos lo buscan mediante maratones o deportes extremos, otros mediante relaciones arriesgadas y otros agotándose en el trabajo... El objetivo no es una sensación de victoria; es dejar de pensar, suprimir las emociones y silenciar el zumbido de la mente. El cuerpo actúa como el narrador silencioso de esta historia: dolores musculares, calambres estomacales y fatiga inexplicable... Los síntomas psicosomáticos reemplazan a las palabras. Porque algunas heridas prefieren la repetición al habla. Hay tanto en el mundo actual que alimenta este ciclo. Esta cultura, que promete soluciones rápidas, ofrece constantemente a las personas maneras de olvidar sus heridas, no de sanarlas. La adicción a las redes sociales, la presión constante por estar disponible, las interminables competencias de rendimiento... Todos estos son rituales modernos que alimentan el ascetismo voluntario que describe la autora.
La salida, sin embargo, reside en comprender por qué el dolor se siente tan cercano a nuestro hogar. Aprender a reorganizar cuerpo y mente, establecer relaciones de confianza y forjar nuevos caminos con paciencia. Pero esto no es fácil. Porque el dolor al que nos hemos acostumbrado puede parecer más seguro que una felicidad desconocida.
Cuando Gerard d'Aboville describe cómo cruzó el Océano Pacífico remando, no dice nada distinto de un ultramaratonista: «Siempre el mismo ciclo, siempre el mismo ritmo de metrónomo (...) el cuerpo funciona como una máquina y la mente como una calculadora. Lleva las cuentas». Al reflexionar sobre nuestras vidas, ¿no nos sentimos todos como galeotes?
BirGün