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La ilusión de TSU

La ilusión de TSU

Para un empleado, el salario bruto es el punto de referencia para evaluar sus ingresos y las deducciones aplicables. Sin embargo, este valor esconde una realidad más profunda y estructural: el coste real de la mano de obra es significativamente superior al salario bruto, debido a la contribución del empleador a la Seguridad Social, el Impuesto Único Social (ITS). La forma en que se determinan la contribución del empleado (11%) y la de la empresa (23,75%) tiene consecuencias que van mucho más allá de una simple división de responsabilidades contributivas.

Imaginemos un empleado con un salario bruto de 1000 euros. Para ese empleado, su valor es el siguiente: 1000 euros, de los cuales se deducirá el 11 % para la Seguridad Social, más el IRS. Sin embargo, para la empresa, el coste total de ese empleado es de 1237,50 euros, ya que tiene que pagar a la Seguridad Social un 23,75 % adicional de ese mismo salario. Esto significa que existe una diferencia real de 237,50 euros al mes entre lo que el empleado cree que vale y lo que realmente le cuesta a la empresa.

Lo más curioso —y el punto central de esta reflexión— es que la empresa no realiza dos pagos separados. No transfiere una parte del salario a la Seguridad Social a nombre del trabajador y otra a su nombre, y mucho menos toma el dinero para pagarlo de diferentes bolsillos. Realiza una única transferencia mensual a la Seguridad Social, que incluye ambas partes del TSU. No habría ninguna diferencia si el salario bruto fuera el importe total (1.237,50 €), con una única deducción del 28,05 % (las dos cuotas actuales, proporcionales al coste total). El trabajador acabaría recibiendo exactamente la misma cantidad neta, pero tendría una idea clara de su valor en el mercado laboral, una representación de su salario bruto y cotizaciones fiel a la realidad.

Esta separación de la TSU entre empresa y trabajador es una ficción histórica y política, no una necesidad técnica ni lógica. Su único objetivo es crear la percepción de un pacto de solidaridad entre empleadores y trabajadores, en el que ambos contribuyen a los derechos sociales.

Pero esta narrativa no se traduce en la práctica. Las empresas siempre evalúan a los trabajadores según su costo total, no su salario bruto declarado. Y el trabajador, aunque no vea la parte del TSU del empleador en su recibo, siempre debe producir lo suficiente para cubrir este costo total. En la práctica, e independientemente del resultado aritmético, existe lo que paga la empresa, lo que va a la Seguridad Social y lo que va al trabajador. Compartir el esfuerzo es meramente simbólico, y como las empresas no son sensibles al simbolismo, solo tiene al trabajador como público.

Una distorsión que perjudica al trabajador

Esta estructura tiene consecuencias perjudiciales para el trabajador. Las prestaciones sociales (como el subsidio por desempleo, la pensión o el subsidio por enfermedad) se calculan con base en el salario bruto declarado y no en el coste real de la mano de obra. El trabajador termina siendo penalizado con base en el cálculo de sus derechos, que se basa en un valor simbólico rebajado mediante un truco aritmético, en lugar del valor real que la empresa paga por él.

Esto significa que el trabajador aporta más de lo que cree y se beneficia menos de lo que cree: una distorsión creada únicamente por la forma en que se presentan y perciben los valores.

La necesidad de transparencia

Este artículo no aboga por la eliminación de ningún impuesto ni propone recortar contribuciones ni prestaciones para nadie. Todo lo contrario. Lo que se aboga aquí es transparencia, simplificación y una mayor reflexión sobre la realidad: una clarificación del sistema para que los trabajadores sean plenamente conscientes de su valor real, del esfuerzo contributivo que realizan y de los derechos que este les garantiza.

Mostrar el salario total (coste laboral total) y aplicar una tasa de cotización única no solo simplificaría las cosas, sino que también daría a los trabajadores una idea de su salario y cotizaciones reales. Les permitiría comprender la verdadera relación entre lo que aportan y lo que se benefician. Además, propiciaría un debate más honesto sobre la equidad y la eficacia de los sistemas de protección social.

Porque un sistema que oculta el valor del trabajo en nombre de una ficción simbólica de compartir está, en esencia, quitando poder al lado más vulnerable de la ecuación: el trabajador.

observador

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