Ser alcalde no se trata de complacer, se trata de decidir

Ser alcalde no se trata de complacer a los demás, sino de tomar decisiones responsables. El gobierno local requiere proximidad, pero también firmeza. Un alcalde no está ahí para prometerle todo a todos, sino para servir con independencia, decir que no cuando sea necesario y respetar la confianza de los ciudadanos.
Es con sentido de responsabilidad y profunda conciencia cívica que comparto esta reflexión sobre lo que debe ser, y lo que nunca puede dejar de ser, el ejercicio de un mandato municipal serio, transparente y orientado a la gente.
Qué significa gobernar un municipio: Presidir un concejo municipal no es un cargo simbólico ni se limita a la administración cotidiana. Es un cargo ejecutivo con un impacto real en la vida de sus habitantes, por lo que debe ejercerse con la máxima diligencia, sentido de misión y un compromiso inquebrantable con el bien común.
El rol de alcalde requiere liderazgo, conocimiento, proximidad y, sobre todo, integridad. Lo que está en juego no es solo la gestión de un territorio, sino la capacidad de servir a la comunidad con honestidad, tomar decisiones responsables y garantizar que cada acto de gobierno local priorice los intereses de la ciudadanía, quienes confieren legitimidad democrática.
La acción municipal debe basarse en la verdad y la confianza. A un municipio no se le puede servir con discursos vagos ni promesas fáciles. Debe servirse con trabajo arduo, objetivos claros y una gobernanza basada en los principios de legalidad, justicia, transparencia y eficiencia.
Responsabilidad financiera y toma de decisiones políticas: Una de las primeras obligaciones de quienes gobiernan un municipio es respetar los límites de los recursos públicos. El presupuesto municipal no es un asunto de voluntarismo. Debe planificarse rigurosamente, ejecutarse con disciplina y supervisarse rigurosamente. Endeudar irresponsablemente a un ayuntamiento hipoteca el futuro de todos, les quita margen de maniobra a quienes vienen después y compromete servicios, inversiones y respuestas que deberían llegar a la ciudadanía.
En este contexto, la sostenibilidad financiera no es un detalle técnico, sino una responsabilidad política y moral. Ningún proyecto de desarrollo es legítimo si no está respaldado por un marco presupuestario sólido y transparente.
También es importante destacar la responsabilidad que recae sobre las empresas municipales. Estas entidades no existen para albergar estructuras paralelas ni para operar al margen del escrutinio público. Existen para brindar servicios públicos de calidad, y es responsabilidad del alcalde garantizar que esto suceda. Áreas como el suministro de agua, la gestión de residuos o el transporte urbano no pueden tratarse a la ligera ni explotarse para otros fines. Cuando fallan, perjudican directamente la vida de los ciudadanos, y cuando funcionan mal, la responsabilidad recae en quienes las dirigen.
Planificación urbana, negocios y seguridad: La planificación urbana es una dimensión crucial de la gobernanza local. Ninguna comunidad puede crecer sólidamente si se basa en la informalidad, la ocupación desordenada o la connivencia con la ilegalidad. La construcción ilegal no es solo una infracción administrativa. Con frecuencia, es la raíz de profundas injusticias, explotación, inseguridad y degradación ambiental. Un municipio que acepta la construcción de chabolas, anexos improvisados o estructuras ilegales está abdicando de su autoridad y comprometiendo la dignidad colectiva. El compromiso debe ser claro: plena legalidad y planificación urbana con justicia.
La seguridad pública es otro ámbito en el que los municipios no pueden limitarse a lo formalmente definido dentro de sus competencias. La ciudadanía exige seguridad en los espacios públicos, protección de la propiedad y lucha contra la incivilidad. Es necesario convocar a la Policía Municipal para que desempeñe esta función con firmeza y proximidad, y también es necesario fortalecer los recursos tecnológicos utilizados para garantizar la seguridad. La videovigilancia, los sistemas de detección de riesgos y las plataformas de monitoreo urbano deben integrarse de forma proporcional y con respeto a los derechos fundamentales, pero con la determinación de proteger a la ciudadanía y preservar los espacios públicos.
Salud, educación y desarrollo regional: De igual manera, la salud y la educación son pilares fundamentales de la vida comunitaria. Si bien el municipio no es el principal responsable de estas áreas, su acción es crucial para garantizar infraestructura de calidad, acceso digno y un apoyo efectivo a la población. Es responsabilidad del alcalde garantizar que los centros de salud operen en instalaciones adecuadas, que las escuelas reciban un mantenimiento riguroso y que las instalaciones públicas estén preparadas para satisfacer las nuevas necesidades sociales y demográficas.
Cuando el Estado transfiere competencias a los municipios, existe un límite infranqueable: el de la responsabilidad financiera. Ninguna autoridad local debería aceptar funciones adicionales sin los recursos adecuados. Esto sería una traición a la ciudadanía. Aceptar cargas sin capacidad de respuesta compromete la calidad de los servicios y la solidez de la gobernanza local.
También es fundamental fortalecer la capacidad de los municipios para acceder a programas de financiación, tanto estatales como de la Unión Europea. Atraer inversión pública es una función estratégica que requiere planificación, experiencia técnica, equipos preparados y, sobre todo, visión. Un ayuntamiento que se limita a la ejecución, sin buscar el crecimiento, se condena al estancamiento. Un alcalde tiene el deber de situar su territorio en el centro de las oportunidades, lo que implica solicitudes sólidas, proyectos estructurados y una cooperación institucional eficaz.
La cultura, el patrimonio y la identidad local no son meros accesorios. Son activos fundamentales para la cohesión social, la autoestima colectiva y el reconocimiento regional. Un municipio debe proteger sus bienes culturales, fomentar la creación artística y valorar las expresiones que distinguen a su comunidad. Esto también aplica, y decisivamente, al turismo.
El turismo debe considerarse un motor de desarrollo integral, nunca una simple herramienta para atraer visitantes. Es función del Presidente promover las fortalezas del territorio, identificarlas, integrarlo en las redes de promoción regionales y nacionales, y garantizar que el turismo sea sostenible, auténtico y genere valor para la población residente.
Ejercer la autonomía, juzgar con criterio: La función municipal debe ejercerse con independencia, sobriedad y conciencia institucional. El ayuntamiento no pertenece a partidos políticos ni a intereses privados. Pertenece al pueblo y debe gobernarse con valentía, con firmeza cuando sea necesario y con diálogo siempre que sea posible, sin vacilaciones cuando esté en juego el bien común.
El liderazgo municipal es, por definición, un liderazgo de proximidad. También debe ser un liderazgo de exigencia. Un municipio no se gobierna solo con palabras. Se gobierna con decisiones, con presencia y con responsabilidad.
Todos nosotros, en nuestros municipios, conocemos alcaldes en ejercicio que se adhieren, con rigor y dedicación, a los principios aquí enunciados. Son alcaldes que comprenden las exigencias del cargo y ejercen sus funciones con autonomía, sentido ético y responsabilidad institucional. En otras situaciones, nos encontramos con candidatos que aspiran a liderar sin haber demostrado aún la capacidad para ello. No sabemos qué harán ni cómo decidirán. Pero podemos esperar legítimamente que lo harán bien, siempre que estén dispuestos a servir, no a obedecer.
Es crucial distinguir entre quienes ocupan cargos públicos con una independencia crucial y quienes dependen en gran medida de la maquinaria partidista que los sustenta. La autonomía de un alcalde se mide, en gran medida, por su capacidad de decir no. Decir no cuando los intereses públicos están en juego. Decir no cuando se cuestionan los equilibrios institucionales. Decir no cuando la coherencia moral es más importante que la conveniencia política.
Evaluar a quienes ostentan el poder no se trata solo de contar metros de carretera o de cuantificar metros cuadrados de hormigón; también implica comprender la salud financiera de la institución, la sostenibilidad de sus compromisos y su grado de respeto por las normas de la administración pública. Lo que se ve superficialmente no siempre refleja la estructura interna, y como ciudadanos, tenemos el deber de comprender qué se esconde tras la imagen, el anuncio, la inauguración.
Es en este sentido que se vuelve esencial rechazar la retórica fácil, las promesas infundadas y la seducción populista que a menudo intenta reemplazar la seriedad de la gobernanza con el ruido de la retórica. Gobernar, especialmente a nivel local, implica decidir. Y decidir implica elegir. Implica tener la valentía de enfrentar la resistencia. Y, a menudo, implica desagradar.
Ser alcalde no es un trabajo para complacer. Es un trabajo de responsabilidad. Y quien se dedique solo a complacer, acabará traicionando su misión. Como dijo Steve Jobs con lúcida ironía: «Si quieres complacer a todos, vende helados».
En el gobierno municipal, no existen las soluciones fáciles. Se requieren decisiones. Se requiere carácter. Se requiere compromiso con la verdad.
Este es el estándar que los ciudadanos deben exigir. Este es el estándar que todos los que aspiran a un cargo público deben adoptar sin vacilación.
observador