Rodoreda sobrevuela Venecia de la mano de Marcos Morau

Nunca es tarde para resituar a Mercè Rodoreda en el panorama internacional de las artes vivas y performativas. Y resituarla con el dominio intuitivo que para la creación demuestra Marcos Morau, como clausura, además, de la Bienal de Danza de Venecia, es garantía de un cierto eco bombástico de la cultura catalana.
Sucedió ayer, en un teatro Malibran de Venecia a reventar y presidido por el actual director artístico de la Bienal, el coreógrafo Wayne McGregor, una vaca sagrada del Covent Garden de Londres que evitó pronunciarse sobre el estreno absoluto de Morau. “Lo he disfrutado mucho pero no hago más comentarios”, dijo a preguntas de este diario.
La pieza, que abre temporada en el TNC, es de lo más logrado de Morau, gracias en parte al canto de ArnalItalia hablaba de repente de una escritora catalana llamada Rodoreda a la que el artista valenciano celebraba junto a La Veronal, su compañía, con La mort i la primavera, una suerte de concierto bailado que se inspiraba en el tema de la novela inacabado que la escritora barcelonesa siguió reescribiendo hasta su muerte, acaso con la voluntad de no llegar a publicarlo.
Lee tambiénLa novela, en todo caso, es una culminación oscura y simbólica de la trayectoria de la autora de La plaça del Diamant o Mirall trencat , un espacio alegórico y perturbador que conecta con el universo de Morau de manera definitiva, como no lo hizo acercándose a Buñuel, Afanador, Edvard Munch o Gustav Mahler. Un concierto en forma de instalación con ocho bailarines que cantan canciones inspiradas en textos de La mort i la primavera.

La Veronal en 'La mort i la primavera'
La Veronal“La contradicción es intentar hacer un concierto de un show de danza, hacer que los bailarines canten, intentar bailar esos sentimientos, esa violencia de La mort i la primavera , en contradicción con la música. Esa es una contradicción en la que te inspiras”, apuntaba el creador en el coloquio que siguió a los largos aplauso del público de la Bienal, esto es, especialistas y amantes de la danza que apenas proceden de la propia ciudad de Venecia, cuya abundancia turística vive ajena a los acontecimientos.
La pieza, que en septiembre abre temporada en el Teatre Nacional de Catalunya, su coproductor, es de las más logradas de Morau, en parte por la sonada colaboración con Maria Arnal, que canta y performea en directo con textos inspirados en esa exploración de Rodoreda de los límites de la libertad, la muerte y la opresión. Fino trabajo de vocalidad el de Arnal, apuntando al ADN mediterráneo y ancestral, a las de jotas sobre la tierra húmeda. La cantante destripa su natural intensidad melódica hasta el estertor en un viaje onírico a través de las gamas sonoras de esta novela sinfónica , por el que corren abejas, caballos o agua...

La novela que Rodoreda nunca llegó a acabar expone sus miedos, a la maternidad, por ejemplo
Silvia PochLa ciudad de los canales, que amaneció tormentosa, se despedía así del festival con un tema recurrente en Morau, la muerte. Y la desesperación. Porque el libro no va solo del suicidio, sino que, como apunta Roberto Fratini, dramaturgo jefe de La Veronal: es también un libro desesperado en el que la autora renuncia a representar de forma directa la sociedad de su tiempo. “Lo que hace es convertir en mito la cerrazón de un mundo que estaba negándose a la modernidad y que hablaba un dialecto espiritual arcaico, hecho de barbarie”, apuntaba Fratini. Lo que en escena se traduce, por ejemplo, en cuerpos humanos tirados al contenedor.
Morau, en la 2025-26 Cabaret y noche berlinesa, entre otros proyectosEn la agenda de Marcos Morau ya no cabe un alfiler. Se lo disputan los principales teatros del mundo, de manera que tras clausurar la Bienal de Venecia se encerrará con el Staatsballett Berlin, del que es artista asociado, para una creación de gran formato sobre el cabaret y la noche berlinesa. De ahí regresará a Göteborg, donde prevé estrenar obra en enero, tras lo que aterrizará en la Opéra de Paris, que le espera para una creación con música de Gustave Rudman Rambali, el compositor de los desfiles de Balenciaga y eventos de Chanel, en la que piensa reproducir al milímetro el chandelier (candelabro) de la Opéra Garnier y jugar con el reflejo de los espejos. La Veronal, mientras tanto, estará viajando por México y Colombia, pero su fundador seguirá su periplo por Suiza, pues Sidi Larbi Cherkaoui le reclama desde el Grand Théâtre de Genève: será una pieza que bebe de Bulgaria, “de los cánticos y polifonías búlgaras que siempre me han inspirado”, dice. Acabará temporada con un macroproyecto en Tokio sobre el escritor Yukio Mishima, encargo que incluirá el bunraku, las marionetas niponas. “Creo que ya me estoy acostumbrando a jugar en esta división”, dice el también artista asociado de la Bienal de Milán.
La Veronal, con la fisicalidad descollante de Lorena Nogal entre sus otros intérpretes, se remite por medio de tecnología obsoleta –micrófonos, amplificadores, ventiladores, un camión…– a ese mundo mítico que desgrana Rodoreda, pero desde un desencanto, “considerando el presente ya pura chatarra”. Y ese anacronismo es el ancla con la que Morau atraca en una obra radicalmente actual.
Aunque lleva veinte años instalado en Barcelona, el valenciano nunca había una pieza a partir de un artista catalánAunque lleva veinte años instalado en Barcelona, el artista valenciano –que busca piso también en Venecia, “porque tantos otros artistas han pasado por aquí y se han quedado fascinados, y a mí también me está pasando”– todavía no había hecho ninguna pieza a partir de un artista catalán. Y tenía ganas. A Mercè Rodoreda la descubrió estudiando BUP. La mort i la primavera le pareció su pieza más laberíntica y enigmática, la que más se acercaba a su propio discurso, que está alejado de cualquier narrativa lógica o linealidad. “Ella ahí imagina un mundo onírico paralelo y terrorífico que suele ser reflejo de un mundo interior propio, de una crítica social, de un exilio, de una dictadura, de unas dudas como madre, como mujer, como amante.
Y todo ello se siente en la novela a través de su poética, esa filigrana del catalán que ella cose en ese imaginario juega en dos direcciones: la poética y la forma de las palabras, de la fonética, de la sonoridad”. Morau opina que a Rodoreda le habría gustado ver cómo su libro ha dado forma a un espectáculo de danza. Los puristas, la gente familiarizada con el universo de Rodoreda, encontrarán un desconcierto, pero la radicalidad de La mort i la primavera está muy presente en la forma en que Morau y el equipo de La Veronal han materializado este espectáculo en el que se habla de la primavera de un modo oscuro, místico, negativo. “Porque para ella era muy injusto que, hubiera dictadura, exilio o enfermedad, la primavera vuelve. Y eso es un drama. Yo lo encuentro muy poético”.
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