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Pepe Moral aprovecha la oportunidad del destino y la perla de Cebada en Pamplona

Pepe Moral aprovecha la oportunidad del destino y la perla de Cebada en Pamplona

Vino el destino a regalar a Pepe Moral la perla de la corrida de Cebada Gago, y Moral no desaprovechó la oportunidad del destino. Ni de la sustitución de Víctor Hernández ni, por supuesto, la del buen toro. Lioso traía la belleza clara, la luz en su piel, la bravura presentida en sus hechuras caras. El tipo de Cebada en los 90, ¡ay! Y respondió con fijeza, un viaje noble, un empuje suficiente y, sobre todo, con una humillación muy notable. Ni la humillación, ni esas hechuras, ni ese modo de darse se habían producido en todo el cinqueño envío de La Zorrera. Que hasta ese preciso momento se condenaba desrazado.

Moral, que se había jugado la cabeza a porta gayola, cuando pasó silbando la bala, le ofreció distancia a Lioso. Que ya había apuntado sus condiciones en el brillante saludo a la verónica. Hay un punto en su lance de Manolo Cortés. Sobre la derecha, aquella primera serie de lejanía, aprovechó las inercias, temiendo yo por cuando las perdiera el toro. Pero no. Pepe Moral alternó las manos con categoría especial por la izquierda, que era la del cebadita. Siempre con asiento, la plomada en las plantas como nexo en una alternancia que apetecía que se fijara un rato más la zurda. Una tanda diestra de rodillas como golpe en el gusto de Pamplona, y otra de pie como golpe en el paladar de la afición. Lo mató con facilidad pasmosa, saliendo por el rabo. La estocada careció de muerte rápida. Y tras un golpe de descabello cayó el toro. Y también la justa oreja. La ovación sonó para Lioso.

Se había esperado al 23, Caminante, el toro que se descolgó en el encierro, con una curiosidad cierta. Pepe Moral marchó ya entonces a esperarlo a porta gayola con la determinación subirse de nuevo en el tren tras su resurrección en Sevilla con los miuras y el ojo certero de la Casa de Misericordia en la apuesta. Caminante no se comía a nadie, sin humillar, planteando más problemas de alturas y entrega que otra cosa. Moral lo entendió bien cuando lo toreó a su altura, y mejor cuando lo vació por abajo. Tuvo su momento la faena en dos series en redondo, la derecha mandando. Le faltaron muchas virtudes, la bravura especialmente, al cebada para más; a la faena, un final con la explosión del principio (de hinojos). El espadazo necesitó del verduguillo, y el recuperado sevillano saludó una ovación.

Había abierto la seria corrida, tan variada de hechuras, un toro cárdeno muy fino de pitón a rabo, sacudido de carnes, vareado. Astifinísimo el pitón desde la punta hasta la cepa de su cara abierta. Se movió sin maldad ni descolgar, pasador sin estilo; Antonio Ferrera interpretó de primeras sus necesidades -y el pitón derecho- de series cortas, sin molestarlo, en una faena que se le terminó yendo larga. Resultó tremendamente deslucido el cuarto, el toro del bocadillo. Y Ferrera tomó la sabia decisión de abreviar.

Asustaba mucho el carácter escondido de Cotorrito. Ni el más grande ni el más armado de los cebadas, pero ese trapío concentrado del depredador amagado provocaba mucho miedo. A Román Collado también. La sonrisa borrada, las ideas atenazadas. No pegó el toro una arrancada ni clara ni por derecho, y al torero lo tuvo permanente marcado. No supo ni cómo ni por dónde meterle mano. Eso de tirar la moneda se dice muy fácil, pero era cornada segura. La hoja de ruta del macheteo no entra en las cabezas del toreo moderno. Ninguna convicción cuando se la presentó por uno y otro pitón. Tampoco cuando se perfiló con la espada: cinco pinchazos antes de meter el brazo. Un mal trago sin resoluciones. Ese frío en los huesos, y en el corazón, se le quedó metido dentro con el sexto, un torancanazo en bruto pero con sus opciones. Román no se encontró ni en el ajuste ni en la velocidad -ritmo no tenía el toro-, y en naufragio acabó también en una debacle con la espada. Tarde aciaga.

MONUMENTAL DE PAMPLONA. Martes, 8 de julio de 2025. Cuarta de feria. Lleno (20.000 espectadores). Toros de Cebada Gago; todos cinqueños; serios y armados en sus diferentes tipos; el 5º fue el mejor con mucho de un conjunto desrazado; con opciones el 6º.

ANTONIO FERRERA, DE BLANCO Y ORO. Estocada atravesada contraria y dos descabellos. Aviso (silencio); media estocada desprendida y descabello (silencio).

PEPE MORAL, DE CANELA Y ORO. Estocada suelta y dos descabellos. Aviso (saludos); estocada y descabello. Aviso (oreja).

ROMÁN, DE CORINTO Y ORO. Cinco pinchazos, estocada casi entera atravesada y dos descabellos (silencio); estocada que hace guardia, dos pinchazos y estocada muy atravesada y vagos descabellos. Aviso (silencio).

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