La génesis del Big Bang: el Malba homenajea a Luis Felipe Noé con obras poco conocidas

En la sala más íntima del Museo Malba, una capilla como la describe su director artístico Rodrigo Moura, y detrás de una fotografía ampliada de Luis Felipe Noé en su taller en el año 1960 –un retrato del fotógrafo Sameer Makarius– se encuentran cinco obras de su autoría que fueron vistas en muy pocas ocasiones y que son fundamentales para comprender su extensa carrera.
Homenaje a Yuyo Noé en Malba se podrá visitar hasta el 29 de septiembre en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Foto: gentileza.
En la foto, Noé apenas tiene 27 años y está lejos de comprender el lugar que ocupará en la historia del arte contemporáneo de nuestro país, otorgado gracias a su mirada rupturista, su insatisfacción por obedecer cualquier canon establecido y un espíritu generoso con colegas, amigos y artistas de otras generaciones.
Este homenaje, impulsado por Malba y la Fundación Noé, acerca al público a la potencia creativa de este artista complejo y completo, por medio de estos trabajos que realizó entre 1962 y 1965, un período central y la génesis del Big Bang. A pesar de que trabajó de manera incansable durante siete décadas y hasta sus 90 años, aquí se concentra el inicio de la ruptura.
En 1960 Rafael Sqirru, director del flamante Museo de Arte Moderno, presentó la Primera Exposición Internacional de Arte Moderno en la Argentina, donde se incluían obras del joven Noé junto a Jackson Pollock, Willem De Kooning, Antoni Tàpies, Candido Portinari y Lygia Clark, además muchos otros artistas locales de la nueva generación. La internacionalización del arte de nuestro continente estaba en agenda.
Dos años más tarde la galería Bonino, una de las más sólidas y pioneras de la época, creadora de un plan ambicioso que incluía sedes en Buenos Aires, Río de Janeiro y Nueva York, organizó en Brasil una exposición que contribuía al diálogo entre las regiones y los movimientos vanguardistas que se instalaban con fuerza, y donde artistas como Antonio Díaz o Rubens Gerchman decían "Adorar a Noé porque es un sucio", refiriéndose a su habilidad de recuperar la fortaleza de la materialidad y la destrucción pictórica, como explica la curadora en jefe de Malba, Marita García.
En esa década Noé se convirtió en padre, dió importantes pasos después de una primera muestra en la galería Witcomb en el 59, donde entabló amistad con Jorge de la Vega y Alberto Greco, con quienes compartiría visiones en torno a la idea de desmantelar el arte, o Romulo Macció que también trabajaba en el taller retratado por Makarius, sobre la Avenida Independencia en pleno barrio de San Telmo.
Homenaje a Yuyo Noé en Malba se podrá visitar hasta el 29 de septiembre en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Foto: gentileza.
Ellos eran amigos, testigos y cómplices creativos, algo que quedó demostrado en la muestra "Otra figuración" que presentaron en el Salón Peuser en 1961 y que daría origen al grupo de la Nueva Figuración, donde Noé, de la Vega y Macció unieron fuerzas con Ernesto Deira para crear una propuesta que buscaba superar a la abstracción y la figuración, que ponía en el centro de las cuestiones al hombre, no como representación sino como presencia, e invitaba a ver el mundo con otros ojos.
En esa ocasión también invitaron a Makarius y a Carolina Muchnik, aunque finalmente el grupo quedaría conformado por ellos cuatro, que trabajaron codo a codo durante cuatro años, incluso cuando se exiliaron a París.
En los trabajos de Noé comenzaba a aparecer la carga matérica, la crisis del objeto pictórico y la noción del cuadro dividido o visión quebrada, además de los gestos de caos, violencia y la explosión de la entrañas del arte. Como enfatiza Marita García, tanto él como los otros miembros del grupo decidieron volver y apostar por su país, una decisión que dio sus frutos con muestras que desarrollaron en conjunto en Bonino, Lirolay, el Museo Nacional de Bellas Artes, además de su participación en el Premio Di Tella. La ruptura de la pintura fue bien recibida.
Homenaje a Yuyo Noé en Malba se podrá visitar hasta el 29 de septiembre en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Foto: gentileza.
Llegando al final de esta corta brecha temporal, entre marzo y diciembre de 1964, Noé ganó una beca que le permitió elegir en qué parte del mundo quería instalarse. La ciudad elegida fue Nueva York, donde realizó obras como "Festival de Newport", una de las cinco que forman parte del homenaje y que evidencia el uso de materiales cotidianos como madera, plástico, metal, acetato o masilla epoxi, así como la aparición de lo tridimensional, donde figuras se salen y crean una conjunción entre los planos.
Noé explicaba que "la consciencia de que yo solo había asumido un caos con reaseguro, sumergido en una atmósfera envolvente, cuando el mundo que me rodeaba solo me ofrecía como espectáculo tensiones y rupturas, me llevó a hablar de visión quebrada, cuadro dividido y, por primera vez de manera consciente, de la asunción del caos".
Esta obra hace referencia al famoso encuentro de música folk, donde un año más tarde Bob Dylan sería acusado de traición por usar por primera vez una guitarra eléctrica en vivo, aunque no estaba haciendo más que acercar el futuro para transformar la escena. Yuyo, nuestro rebelde e impulsor de nuevas visiones, incluyó en esta pintura un pequeño retrato, un mapa de la región, o al menos así lo entiende Rodrigo Moura, un paisaje que remite a la zona y materiales como el acetato.
Con ese título alude a momentos representativos de la cultura popular para hacer una crítica y por sobre todo invitar al debate. ¿Habrá asistido al festival? ¿Cuánto impactó en su obra la cultura norteamericana durante esos meses? ¿Es ese un autorretrato? Un trabajo que suscita más preguntas que respuestas, como sucede con todas las grandes obras.
Homenaje a Yuyo Noé en Malba se podrá visitar hasta el 29 de septiembre en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Foto: gentileza.
Lo mismo sucede con "Cristo del pecado" de 1963, una enorme pintura donde también aparecen los personajes anónimos, amontonados en el rincón inferior de la tela, mientras que el centro está ocupado por un gran e imponente agujero producto de una quema que se apodera de la composición y no deja más que el esqueleto (un bastidor carbonizado) a la vista y que tiene pegado un pedazo de papel casi imposible de leer, aunque se asoman unas letras parecidas al acrónimo INRI. Quizás es eso o una ilusión óptica, ya que la figura presente es la de una cruz. De nuevo, preguntas y más preguntas...
En esos años Noé también incursionó en la escritura, una pata muy valiosa de su pensamiento, por lo que el primer lustro de la década del 60 concluyó con la presentación de su primer libro Antiestética, considerada una biblia para muchos, que presentó de la mano de la galería Van Riel y que expone su tesis sobre el caos como estructura.
Le seguirían muchos otros títulos como Asumir el caos o En terapia, donde evidencia su vuelta a la pintura gracias a la terapia y que fue publicado junto a la galería Rubbers, con quien trabajó durante décadas. Si bien en las décadas posteriores Yuyo logró conquistar prácticamente todo los terrenos del mundo del arte, aún queda mucho por compartir acerca de esta estrella fugaz que dejó una estela infinita.
Homenaje a Yuyo Noé en Malba se podrá visitar hasta el 29 de septiembre en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Av. Figueroa Alcorta 3415)
Clarin