José Cueli: Recuerdo del “óyeme como quien oye llover”

D
e la pérdida de vidas, negocios en las zonas más vulnerables, accidentes de tránsito por los aguaceros que inundan la ciudad, y que nos tienen apanicados, no nos queda más que el recuerdo de Octavio Paz y su poesía.
“Óyeme como quien oye llover, sin oír, oyendo con lo que digo, con los ojos abiertos hacia adentro, dormidos con los cinco sentidos despiertos, llueve, pasos leves, rumor de sílabas…”
Qué espléndida belleza hay en el canto de Octavio Paz cuando dice: “óyeme como quien oye llover…”
Qué triste se escuchó llover este verano, cuando la poesía de Octavio Paz nos recordaba el bañar de las banquetas al doblar de las esquinas y el recodo de las pausas y los sonidos, y las gotas de lluvia que iban haciendo ritmo desdibujado, palabras más vagas, más suaves, más débiles, más lejanas, hasta volverse casi imperceptibles, y su lluvia no es más que un rumor como el de un último eco del vaho después del desaparecer.
Qué distinta sonoridad han tenido las lluvias de este año: desde que el llover se vuelve terrorífico. Antaño, en la caída de la tarde, acompañada de la canción que será la canción mexicana, del: óyeme como quien oye llover, ni atenta, ni distraída, pasos leves, llovizna, agua que es aire, aire que es tiempo, día que no acaba de irse
.
Cómo se va deslizando en el lápiz la poesía de Octavio, poeta que es idea, canto que es palabra, para hacerse intensa y penetrante como la lluvia, para por fin desaparecer, por la distancia de los sonidos; para adquirir toda su fuerza en lo interior, en la exhalación del sonido vibrante que es el vaho cuando se levanta y camina, la noche se abre y me mira y eres tú y tu talle de vaho, tú y tu cara de noche, tú y tu pelo, lento relámpago
.
Qué espléndido brilla el verso de Octavio al flotar en el vacío sin tocarlo, el “óyeme como quien oye llover, ni atenta, ni distraída, pasos leves, llovizna…” y se tornan en legión los sentimientos en conmoción, que traspasan las percepciones y se vuelven pensamientos que violan las barreras autónomas de la personalidad para evocar recuerdos, integrar imágenes, desarrollarse y tomar formas muy definidas, que acaban por pertenecer y cantar e integrar al hombre del campo, ya en la ciudad, en un tono rítmico, de gran melodía, como la lluvia que toca sin tocar.
Con qué musicalidad se desvanece el verso en Octavio Paz, con su son cargado de esencias populares, en el que el lenguaje y el mito son vastas metáforas de la realidad, y la esencia del lenguaje es simbólico, porque consiste en representar un elemento de la realidad por otro, según ocurre en las metáforas
en rápidas evoluciones que van y vienen de una idea a otra, articulando lo incoherente y dándole a la palabra su propia magia; la magia mexicana, la de las frases inconexas y dislocadas, la de los rumores sin nombre y sonidos inarticulados en búsqueda de la madre que se va. Magia del óyeme y acércate para oírme, que es ritmo que busca la palabra que integra y rastrea el origen
. ¡Qué belleza tiene el “óyeme como quien oye llover…”!
jornada