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Javier Aranda Luna: Juan O’Gorman, un artista escrito en piedra

Javier Aranda Luna: Juan O’Gorman,  un artista  escrito en piedra

Juan O’Gorman, un artista escrito en piedra

Javier Aranda Luna

A

lguna vez en el Museo del Prado, Juan O’Gorman entró a la imponente sala 12, donde se exhiben Las meninas. Le llamó la atención un grupo de estudiantes que escuchaba atento a su profesor: este cuadro es uno de los más grandes que se han hecho en el mundo, y a quien no le guste o es un hotentote, un estúpido o un retrasado mental. Siguió al pequeño grupo de manera discreta y cuando el profesor dio por terminada su clase se le acercó y le dijo: “no soy hotentote, estúpido ni retrasado mental, pero me parece que Las meninas, del gran maestro Velázquez, es la aburrición de la aburrición”.

O’Gorman nunca olvidó la respuesta del profesor:

−Ah, usted no es español.

−No, soy mexicano.

El hombre muy airado le dijo: Con razón.

Según O’Gorman, en el corazón del arte palpita la subjetividad. Del artista o de quien se acerca a observar una obra. Estaba seguro de que quien mira un paisaje después de sufrir una pérdida registra algo distinto a quien no. No hay dos seres que vean la realidad de la misma manera. Circunstancias y necesidades determinan nuestra visión; nuestra formación educativa, nuestra vida sentimental, nuestros sueños, alegrías y miedos.

Sus dos grandes pasiones fueron la pintura y la arquitectura, el arte cumbre, el arte madre. No es casual que su obra más notable y por la que será recordado sean los murales que hizo en la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria (CU). Cuatro mil metros cuadrados de una combinación de pintura y arquitectura: tragaluces de ónix y un mural inmenso de cuatro caras lleno de símbolos y guiños a la historia. Utilizó unas 10 mil piedras de colores naturales que trajo de todos los estados del país.

A un envidioso Siqueiros, quien experimentó técnicas y materiales toda su vida, le pareció como una gringa vestida de china poblana. A Luis Cardoza y Aragón, en cambio, le parecieron los mejores murales de CU.

Allí están en su abigarrada superficie imágenes de los códices Borbónico y Mendocino; canoas, peces del México lacustre, jeroglíficos de Coyoacán e Iztapalapa, Xochimilco, Azcapotzalco, Tacuba; un templo griego, uno cristiano y una pirámide; Hernán Cortés y fray Juan de Zumárraga; la concepción heliocéntrica de Copérnico y la geocéntrica de Tolomeo. El Sol, la Luna, la Universidad Nacional Autónoma de México; las batallas de la Conquista.

Pero al pasado cifrado en símbolos corresponde también un futuro donde el átomo es el vértice de un mundo nuevo. Un mundo donde la energía potencial de minerales, vegetales y animales marcarán nuevos rumbos.

La actividad artística de Juan O’Gorman fue incesante y muy provechosa: a los 24 años construyó la primera casa funcional inspirado en las enseñanzas de Le Corbusier y, posteriormente, con ese mismo estilo, la Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. Terminó de construir el Museo Anahuacalli, diseñado por su amigo Diego Rivera; pintó óleos e hizo murales como el de la Historia de la aviación o el de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, construyó 26 escuelas para educación básica y la famosa casa-gruta construida bajo los postulados de la arquitectura orgánica proyectados por Frank Lloyd Wright. Una casa referente mundial que habitó y que, al venderla por necesidad su compradora, artista de pocas luces o mucha envidia, destruyó. ¿Damnatio memoriae? ¿El dueño de una obra de arte tiene derecho a destruirla? Qué mediocridad. Aun los nazis, con todo y su pensamiento bárbaro, saquearon obras de arte, no las destruyeron.

Los últimos años de su vida los dedicó a la ecología. “Cuando estudio el mundo animal −comentó a Cristina Pacheco un año antes de su muerte− me pregunto cómo es que el hombre no siente la necesidad de conservar el ambiente en que vive. Los animales se portan con más lógica”, y llevó su pensamiento al extremo: ¿Qué importancia puede tener el arte cuando vemos que el mundo se acaba, que la tierra se agota, que el mar se envenena? ¿Qué importancia puede tener el arte ante tales horrores?

A 120 años del nacimiento de Juan O’Gorman sus murales de colores pétreos y sus palabras siguen vivas.

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