Ideas para el día después de Sijena

El pasado junio, el Museo de Vancouver inauguró una exposición que “celebra” la restitución a la nación Tsilhhquot’in de una serie de objetos ancestrales que habían permanecido durante un siglo en sus fondos. La muestra incluye una película sobre el proceso de devolución, fotos, arte contemporáneo relacionado con la colección, más material en fase de repatriación y textos que invitan al debate sobre el papel que deben jugar los museos.
La comunidad propietaria de las piezas ha colaborado en la organización. Tras superar la lógica fase de resistencia a devolver los objetos (admisión, duelo...), el museo canadiense ha decidido convertir en una oportunidad lo que en principio era un problema, porque ya se sabe que toda restitución de fondos, además de reducir el valor patrimonial, abre la puerta a que se produzcan otras reclamaciones.
No es un caso único. Ha habido otras instituciones que han desnudado en público sus procesos de restitución de piezas, asumiendo así un de liderazgo en un debate abierto hoy en todo el mundo en torno a una pregunta clave: ¿a quién pertenecen los objetos de los museos? Y también, por contra, casos flagrantes de instituciones que perdieron una oportunidad preciosa de hacerlo porque prefirieron perpetuarse en la fase de negación, como hizo el Museu Darder de Banyoles tras la repatriación a Botsuana de los restos del famoso hombre disecado.
Las circunstancias son ahora propicias para que otro museo catalán, el MNAC, tome la vía Vancouver y haga de la necesidad virtud. Es decir, que aproveche la adversidad que supone desprenderse de los murales de Sijena para inventarse una intervención artística que reflexione sobre la ausencia de la pieza devuelta y la problemática de los procesos de restitución.
Por supuesto, hay un contraste esencial entre la iniciativa canadiense y lo que podría hacer el MNAC: la devolución forzosa por parte del museo catalán de las pinturas aragonesas, a diferencia del primer caso, no tiene nada que ver con la reversión de los expolios coloniales.
En absoluto puede tildarse de colonial el rescate por parte del historiador Josep Gudiol de unas pinturas amenazadas por el incendio causado en Villanueva de Sijena por un grupo de milicianos, en plena Guerra Civil. Ni tampoco el que la institución barcelonesa las haya conservado durante más de 80 años en sus salas.
Copia del fragmento sobre el Pecado Original realizada en 1918.
MNACPor lo tanto, en el caso del MNAC, ese hacer de la necesidad virtud que sugerimos aquí no tendría que ver con el debate poscolonial, sino con la oportunidad de musealizar el proceso de devolución de unas piezas de arte rescatadas de una zona de conflicto. Porque retirar objetos de valor en un frente de guerra obliga a hacerse preguntas que no suelen tener una respuesta simple: ¿Es aconsejable hacerlo en todos los casos? ¿Cómo preservarlas in situ? ¿A quién corresponde salvar las obras? ¿Quién las custodia? ¿Qué requisitos tienen que darse para devolverlas a su emplazamiento original? ¿Qué interlocutor está legitimado para reclamarlas?
El MNAC tiene la ocasión de ‘musealizar’ la salvación y retorno de arte en zona bélicaA partir de la reconstrucción de la actuación del equipo de Gudiol en el frente de Aragón en 1936, el MNAC podría reorientar la sala donde ahora están los frescos a promover ese debate que se plantea en las actuales zonas de conflicto, ya sea en Sudán, en Líbano, en Gaza o en Palmira. O en los frentes que vendrán.
El propio MNAC dispone en sus salas de reserva de piezas que pueden evocar la presencia de las pinturas cuya custodia está a punto de perder. Son las copias en acuarela y dibujo de algunos fragmentos de Sijena que hicieron en 1918 los alumnos de Lluís Domènech i Montaner, que tienen la particularidad de reproducir la coloración original del conjunto.
Lee tambiénOtra posibilidad es encargar a algún artista o colectivo la recreación o reinterpretación en formato digital de la obra devuelta. La intervención reciente en Sant Climent de Taüll, Lux Mundi , puede servir de referencia. El hecho de que el altar de la ermita ribagorzana esté en el MNAC sugiere un interesante juego de originales y réplicas. Y, por último, habría que explorar la posibilidad de establecer un vínculo permanente con el monasterio de Santa Maria de Sijena, a donde, de no producirse un giro inesperado, viajarán dentro de unos meses las pinturas.
Es natural que ahora no sea esta la prioridad de los responsables del MNAC o de las instituciones catalanas. El fallo judicial que obliga a la devolución y las reacciones consiguientes han elevado la tensión en torno al asunto de Sijena. Un representante del Gobierno de Aragón quiso ver en la pasiva e irrelevante protesta convocada por la Assemblea Nacional de Catalunya para protestar contra el traslado (la secundaron menos de 50 personas) una suerte de asedio masivo a cargo de una turba, mientras el cantautor Lluís Llach, presidente de la ANC, calificaba la restitución de ejemplo de “catalanofobia” y “colonización” española.
La realidad es que la relación entre los técnicos enviados por Aragón para preparar el traslado y sus homólogos del MNAC fue muy cordial.

Exterior del Real Monasterio de Santa María de Sijena.
JAVIER_BROTO / Europa PressEs de esperar que el tiempo cure heridas. Un día, las autoridades de Aragón tendrán que reconocer el gran trabajo de restauración, contextualización y promoción de Sijena que ha realizado el MNAC. Y tal vez decidirán reclamar otras partes del monasterio que están en el resto de España. Hubiera sido preferible que, en el pasado, los responsables políticos de ambos lados hubiesen dado con una solución que permitiera la continuidad de las pinturas en Montjuïc a cambio de la involucración del MNAC en el futuro de Santa María de Sijena, pero no ha sido posible.
El maestro de la sala capitular no tiene la culpa de este fracaso total de la políticaPese a todo ello, sería deseable que no se rompieran los vínculos entre el museo catalán y el lugar de destino de las pinturas. El desconocido maestro de la sala capitular de Sijena y la obra de arte que salió de sus prodigiosas manos no tienen la culpa de este fracaso estrepitoso de la política.
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