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Dos hermanas improbables

Dos hermanas improbables

Semáforo en rojo. La casualidad quiere que detenga el paso junto a un grupo de chicas, tres en concreto, de melenas largas, tatuajes discretos y la liviandad de quien acaba apenas de rebasar la adolescencia. Tan prolongado resulta el cambio al verde en la calle Aragó que, a pesar del zumbido del tráfico, la espera permite cazar al vuelo algún retazo de la conversación que llevan entre manos. Una de ellas les suelta a las otras dos: “Quiero morirme antes de cumplir los 60 años”. Sus palabras me atraviesan el plexo solar como una catana, pues esa es la edad que me corresponde, el umbral que cruzaré en apenas tres meses. Luz verde. Cruzamos juntas la calzada. Las muchachas prosiguen su camino, dejándome sola en la otra acera, aturdida, agarrada a la frase como el náufrago al tablón. Rebusco en el bolso. Ni rastro de libretas. Anoto, pues, el dardo en las guardas del libro que acarreo: Colección permanente, de la escritora argentina María Negroni (Random House). Justo ese libro, en un momento en que todos los miedos están altos.

El filón literario de las relaciones madre e hija

Getty Images

Es muy probable que se trate de una provocación, de una boutade, pero me asalta la pregunta de si la chica —podría ser mi hija con creces— habrá conversado sobre el asunto con su madre, si le habrá soltado el trabucazo a bocajarro: “Quiero morirme antes de cumplir tus años”. ¿Qué habrá visto en el mutuo espejo que las refleja? Precisamente, Negroni ajustaba cuentas con su progenitora en el anterior de sus libros, El corazón del daño: “Mi madre, la ocupación más dañina y más ferviente de mi vida”, escribió. Esa madre que tanto se parecía a Joan Fontaine, que no abandonará el carmín hasta el final de sus días, aun con los huesos fracturados, su dolor de cabeza, la sobreprotección, las frases que permanecerán grabadas en la arcilla de la memoria: “¿Qué querés? ¿Una vida como la mía? ¿Casarte? ¿Tener hijos?”. Un pájaro vestido con camisón blanco y una mañanita rosa sobre los hombros.

María Negroni y Joan Didion trabajan la autobiografía sin utilizar el ‘yo’ como espectáculo

Madres e hijas, una conversación literaria inagotable. En los próximos días se viene, además, un libro interesante al respecto, una obra póstuma de Joan Didion: Apuntes para John (también de Random House), el diario que la norteamericana escribió durante unos meses, entre 1999 y 2000, mientras se sometió al psicoanálisis para desmenuzar su alcoholismo, la depresión y sobre todo la compleja relación que mantuvo con su hija adoptiva, Quintana Roo. Qué contrasentido. La hija veía en ella a una mujer demasiado distante, mientras la escritora vivía aterrorizada ante la fantasía de que un día se la arrebataran.

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Negroni y Didion trabajan la autobiografía desde perspectivas distintas. La primera la echa en ácido y la disuelve hasta convertirla en una poética sutil, casi fantasmal; la autora de El año del pensamiento mágico, en cambio, disecciona lo vivido hasta alcanzar el hueso de los mecanismos sociales que nos atraviesan. Pero ninguna de las dos utiliza el yo como espectáculo; en ellas, la intimidad se filtra y decanta para ayudar al lector a palpar el temblor de seguir vivo.

lavanguardia

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