Del crossfit o running al amor: cómo las actividades físicas están reemplazando a las apps de citas

Cada vez más personas abandonan Tinder y Bumble para conocer pareja en estos espacios. La búsqueda del contacto humano gana terreno frente a los algoritmos.
En una época donde las apps de citas parecían dominar la escena del amor, muchas personas están girando el timón hacia espacios donde lo físico, lo real y lo cotidiano recuperan valor. Así lo refleja el auge de actividades como el running, el crossfit o los bares con clases de salsa y bachata, que se están convirtiendo en los nuevos lugares para conocer gente y, por qué no, enamorarse.
“La frialdad digital de las primeras impresiones me cansó”, confiesa Laura Bou, una joven controladora de tráfico ferroviario que decidió dejar atrás las apps y buscar conexiones reales en su entorno. “En una aplicación somos carne que se vende”, asegura. Su experiencia, lejos de ser aislada, forma parte de una tendencia que crece. Bou eligió el crossfit sin imaginar que allí, entre ejercicios y sudor compartido, podría surgir algo más que bienestar físico.
Laura Bou

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Según el sociólogo Mariano Urraco, esta búsqueda está cargada de significado: “Nos reencontramos con el cuerpo como lugar de vínculo. Las prácticas físicas apelan a la autenticidad, frente a la artificialidad de las pantallas”. Y las cifras acompañan este fenómeno: Bumble despidió al 30 % de su personal, Tinder pierde usuarios jóvenes y Match Group, la empresa detrás de ambas plataformas, sufrió una caída del 70 % en sus acciones en los últimos dos años.
A la par, los bares con clases de baile se llenan de nuevos rostros que no buscan solo aprender a moverse. José Ángel Montero, guitarrista y camarógrafo, encontró en la salsa un lugar inesperado para conectar: “En una disco no podés hablar, todo es superficial. En cambio, en el baile hay contacto físico natural, y se rompe el hielo de otra forma. No vas a ligar, vas a disfrutar. Y si surge algo, surge”.
Ambos coinciden en que conocer a alguien cara a cara cambia por completo la dinámica. “Podés sentir atracción por alguien que no te llamó la atención al principio, pero que después descubrís que te hace reír, que te cae bien, y ahí empieza la magia”, señala Bou.
Este tipo de relaciones, que nacen sin la presión explícita del “match”, permiten conocer aspectos más profundos de una persona: cómo actúa en grupo, cómo se frustra, si ayuda a los demás. “Todo eso no lo ves en una cita armada, y mucho menos en un perfil de app”, agrega.
José Ángel Montero

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Urraco profundiza: “Estas actividades también siguen una lógica de consumo afectivo, como las apps, pero apelan a otros valores simbólicos: lo real, lo espontáneo, el aquí y ahora. Cambia el algoritmo por el entorno y la dinámica grupal”.
Montero vivió en carne propia esta transformación: conoció a su pareja en una clase de baile, sin forzar nada. “Bailamos, después charlamos por Instagram, y cuando nos reencontramos fuera del bar, todo fluyó naturalmente. Lo más lindo fue que no hubo que aparentar nada”.
Bou, aunque no encontró una pareja, vio a muchos hacerlo. “En crossfit hay de todo, incluso padres divorciados que se enganchan. Las condiciones están dadas: compartís objetivos, esfuerzos, conversaciones. Y eso, a veces, enciende una chispa”.
En tiempos de inteligencia artificial y vínculos digitales, el cuerpo, el gesto y la mirada vuelven a ocupar el centro de la escena. “No estamos hechos —ni emocional ni biológicamente— para enamorarnos por WiFi”, sentencia Urraco.
Y quizás sea ese el mensaje más claro de esta nueva ola: en medio de tanto algoritmo, lo más humano sigue siendo el encuentro real. Bailar, correr, sudar y compartir miradas cara a cara. Porque en el fondo, como dice Montero, “en un mundo de pantallas, conectar desde el cuerpo es oro puro”.
losandes