El hombre que controla la guerra de chips entre EE.UU. y China

En medio de la guerra tecnológica entre EE.UU. y China, una figura emerge como el diplomático más improbable y poderoso: Jensen Huang, el CEO de Nvidia, cuya estrategia personal está definiendo el acceso de Pekín a la tecnología de IA más avanzada del mundo.
La guerra por la supremacía tecnológica entre Estados Unidos y China se libra en múltiples frentes, pero su epicentro es un componente de silicio de pocos milímetros: el chip de inteligencia artificial. En medio de esta batalla de titanes, un hombre se ha convertido en el árbitro y diplomático más influyente, un actor cuya habilidad para navegar entre los pasillos del poder en Washington y Pekín está definiendo el futuro de la IA. Se trata de Jensen Huang, el carismático CEO de Nvidia, el gigante de los semiconductores.
Analistas y medios internacionales han comenzado a comparar a Huang con Tim Cook, el CEO de Apple, por su papel como puente corporativo entre las dos superpotencias . Sin embargo, la posición de Huang es única y las apuestas son exponencialmente más altas. Mientras que Apple depende de China para su cadena de suministro, Nvidia vende a China los «cerebros» que impulsan su revolución de IA. Esto le otorga a Huang una palanca de negociación estratégica sin precedentes.
El mercado chino representa para Nvidia unos 17 mil millones de dólares en ventas potenciales, una cifra demasiado grande para ignorarla . Pero su negocio también es un punto de máxima fricción geopolítica, ya que Washington teme que los chips de Nvidia puedan ser utilizados para fines militares por parte de Pekín . Huang camina sobre una cuerda floja, equilibrando los intereses comerciales de su empresa, valorada en más de 4 billones de dólares, con las exigencias de la seguridad nacional estadounidense.
El episodio más revelador de la influencia de Huang fue la saga del chip H20. Este es un modelo menos potente que los chips de vanguardia de Nvidia, pero diseñado específicamente para cumplir con las restricciones de exportación de EE.UU. y, aun así, ser lo suficientemente valioso para las empresas chinas de IA. Cuando la administración Trump bloqueó discretamente su exportación esta primavera, supuso un golpe de 5.5 mil millones de dólares para Nvidia .
Fue entonces cuando Huang desplegó su diplomacia. Según informes, argumentó persuasivamente ante la Casa Blanca que prohibir el H20 sería contraproducente. Lejos de frenar a China, la medida simplemente entregaría el mercado en bandeja de plata a competidores locales como Huawei, lo que a largo plazo socavaría el liderazgo tecnológico de Estados Unidos en el campo de la IA .
«Huang está obviamente en buenos términos con la administración Trump. Sin embargo, su negocio de chips es uno de los mayores puntos de tensión entre Pekín y Washington», señaló Feng Chucheng, socio fundador de Hutong Research .
Su argumento fue convincente. La Casa Blanca revirtió la prohibición y reaprobó la venta del H20. Un funcionario estadounidense describió la maniobra como una forma de hacer que Pekín se vuelva «adicto al stack tecnológico estadounidense», manteniendo así a las empresas de EE.UU. en una posición de control .
Mientras Huang negocia en las altas esferas, en las calles de Shenzhen, el corazón tecnológico de China, se desarrolla una realidad paralela. Ha surgido un próspero mercado de reparación para los chips de IA de Nvidia que sí están prohibidos por las sanciones de EE.UU. . Talleres especializados están viendo un aumento drástico en la demanda, llegando a reparar hasta 500 procesadores de alta gama de Nvidia al mes en instalaciones equipadas para probar su funcionamiento .
Este fenómeno demuestra la resiliencia y la capacidad de adaptación de China. A pesar de los controles de exportación, un ecosistema informal ha emergido para mantener el acceso a tecnología crítica. Esto sugiere que la estrategia de Washington, incluso en su forma más matizada, tiene límites.
La guerra de chips ha evolucionado. Ya no se trata de un simple bloqueo para paralizar a China. Se ha convertido en un complejo juego de «dependencia gestionada», donde EE.UU. busca controlar el ritmo del avance chino siendo su proveedor indispensable de tecnología que no pueden producir localmente. Jensen Huang es el maestro de ceremonias de este delicado equilibrio. Pero el mercado de Shenzhen es un recordatorio de que China no está dispuesta a ser un actor pasivo y busca todas las vías posibles para asegurar su futuro tecnológico, con o sin la aprobación de Washington.
La Verdad Yucatán