En México, los corridos, heraldos de los narcos, están desilusionados

Y finalmente, cantó uno. Tras una hora de una docena de piezas de aventura, amor y desamor, y sobre todo después de pedirle permiso infantilmente al alcalde de Actopan, a unos cien kilómetros al norte de Ciudad de México, quien estaba presente entre bastidores, la banda de música cantó Dámaso. Y el cantante Gerardo Ortiz, con su sombrero de vaquero, se lanzó a la ahora prohibida aventura de un narcocorrido frente a espectadores ebrios que habían venido precisamente para eso. "Sí señor, soy Dámaso, hijo del licenciado , ¡siempre he tenido el apoyo de Culiacán y sus habitantes!" Un homenaje a Dámaso López, alias "El mini-lic", ex capo del cártel de Sinaloa. El público está en trance: la mayoría con sombrero vaquero, camisa blanca o a cuadros, botas en los pies, no olvida una sola palabra a pesar de los litros de cerveza tragados durante esta feria de barbacoa –una carne de cordero típica del centro de México- y de la cual este concierto es el plato fuerte.
Libération