La Marcha de la Locura

Las reformas políticas morenistas continúan su camino, mientras la presidenta Claudia Sheinbaum se granjea los aplausos públicos. Muchos saben de los daños que las reformas le ocasionarán al país y, pese a todo, continúan batiendo las palmas. Ante el espectáculo, cabe preguntarnos: ¿estamos marchando en México hacia la locura?
En 1984 la historiadora norteamericana Barbara W. Tuchman publicó un libro titulado “La Marcha de la Locura: la sin razón desde Troya hasta Vietnam”. La autora trató el constante problema que representa “la persecución por parte de los gobiernos de políticas contrarias a sus propios intereses”. Para la autora, son tres las características que se deben cumplir para que exista efectivamente una “marcha de la locura”: los tomadores de decisiones fueron advertidos sobre las malas consecuencias; existían alternativas que resultaban viables en el momento; y fueron grupos de personas los que persiguieron las políticas, y no un solo individuo. En México, mucho nos indica que estamos precisamente ante ese fenómeno.
Advertencias han sobrado sobre las consecuencias de las malas decisiones políticas de los últimos años; ciertamente, había y hay alternativas prácticas; y han sido dos liderazgos políticos -López Obrador y Claudia Sheinbaum- quienes han continuado por el mismo camino. En salud, se señalaron los recortes presupuestales. En seguridad, se alertó sobre la política de “abrazos, no balazos”. En combate a la corrupción, se observó que lecciones de moralidad no servirían. En infraestructura, se resaltaron los errores de no hacer proyectos ejecutivos para las grandes obras. En energía, se habló de la necesidad de inversión privada. En programas sociales, se destacó la conveniencia de hacerlos fiscalmente sostenibles. En cuestiones de Estado, se recalcó el problema de despedir a innumerables cuadros técnicos. Y, en democracia, se subrayó la demolición del poder judicial.
La presidenta Sheinbaum ha seguido el mismo rumbo: solamente en materia de seguridad, se advierte un cambio de giro. Las consecuencias de las políticas lópezobradoristas son alarmantes, y más alarmante aún es que se piensen continuar: 30 millones de mexicanos sin acceso a servicios de salud; un incremento considerable en el número de delitos relacionados con la pérdida de vida (homicidios dolosos, desaparecidos, feminicidios y “otros delitos que atentan contra la vida y la integridad corporal”, como ha señalado el periodista Loret de Mola); los peores niveles de corrupción en los últimos treinta años, de acuerdo a Transparencia Internacional; el AIFA, Dos Bocas y Tren Maya tuvieron costos exorbitantes y serán inservibles; tenemos los menores niveles de producción de petróleo en los últimos 50 años, e importamos más del 70% de gas de Estados Unidos; la calificación crediticia del país se ve endeble ante los compromisos fiscales y la falta de recursos públicos; 130 millones de mexicanos son gobernados por un raquítico 8% de personal técnico en la administración pública federal; y las elecciones de juzgadores auguran el fin de la certidumbre jurídica y de nuestra democracia constitucional.
“La insensatez, fuente de autoengaño, es un factor que desempeña un papel notablemente importante en el gobierno. Consiste en evaluar una situación en función de nociones preconcebidas fijas, ignorando o rechazando cualquier señal contraria. Es actuar según los deseos sin dejarse desviar por los hechos”, dice la autora. No se ve cambio de rumbo. En México, efectivamente, vamos marchando a la locura.
informador