Una niña accidentada y un caballo: el curioso imaginario de Renata Juncadella

Una tarde de 2008, Renata Juncadella estaba en la casa de una amiga en la ciudad de Mercedes, Provincia de Buenos Aires. Tenía ocho años, se quedaba a dormir por primera vez lejos de su familia. Junto a quienes la alojaban, ese día salió a cabalgar y, con una espontánea e indómita velocidad, su caballo se adelantó del resto en el camino. Este decantó en un paisaje desolado. Renata dedujo que bajarse y atar al animal a un palenque sería lo más oportuno mientras esperaba que los demás la alcanzaran. Pero, al intentarlo, este se echó atrás asustado en un salto sobre dos patas. La rienda tiró hasta ajustar el nudo y el nudo estranguló el dedo índice izquierdo de la entonces niña, que se cortó y disparó en el aire.
Renata sabe de metaforizar, conoce dicha operación que el arte le ofrece a quienes a él se prestan, o en quienes de algún modo se infiltra luego de tocarlos con su varita, si no de manera arbitraria, de una todavía encantadoramente indescifrable.
A la derecha, "Afinidad de fuerzas", 2025. Óleo sobre tela, 256 x 182 cm. A la izq., "Centaura", 2025. Óleo sobre tela, 96 x 126 cm.
Bajo el título Hoy la iniciación, aparece en este conjunto presentado en la galería Cott de San Telmo, por primera vez retratado aquel pedazo de dedo. Y el hecho de que los personajes, tanto de estos óleos como de sus series pasadas, casi siempre estén mutilados, de golpe cobra otro sentido. El dedo es sumido en una narrativa que se despliega en distintas obras como la continuación de un sueño recurrente. Parece haber ahí una especie de tregua entre una mujer y un caballo que es, por momentos, incluso, los dos en uno: una centaura.
Quizás lo haga más desde la inocencia que desde el tecnicismo, pero la artista encuentra el punto suave, de armonía, en el choque entre el color más cálido y el más frío de su paleta. La obra central, Afinidad de fuerzas, así lo demuestra. La seducción es en ella personificada en una diosa, que reposa en una cama junto a un agujero negro por donde se asoma el fondo silencioso del abismo. Se manifiestan en la pieza contradicciones irresueltas: la necesidad de estar adentro pero también afuera, el deseo y el rechazo en un mismo abrazo, la dualidad del amor, la naturaleza infernal.
La artista Renata Juncadella.
Flotan burbujas como falsas verdades, con princesas dentro que, al reventarse la delgada capa de líquido, se estacan en ramas que atraviesan sus estómagos. Ciertos códigos sociales son hackeados al implantarse en los lienzos. “Me gusta jugar con la doble lectura. Si algo es o no violento, si se está construyendo o destruyendo, si es deseo o miedo”, esboza la artista frente a la pintura, que por momentos remite a la tapa de Voyage of the Acolyte de Steve Hackett.
Desde el episodio del caballo y el dedo en la casa de campo, Juncadella cuenta que empezó a ver el mundo con otra lupa. La de lo fragmentado. Aunque, curiosamente, Lo que corta es un atajo, testifica convencida, en el título de esta muestra. “Mi manera de corporizar esa falta que está en todos lados fue con el cuerpo”, dice.
"Hoy la iniciación", 2025. Óleo sobre tela, 60 x 60 cm.
Con personajes impredecibles de miradas en trance, espacios rurales desarmados y temporalidades imprecisas, el universo pseudo abatido de Renata, que ya se vio también en otras de sus exposiciones —con escenas donde catástrofes parecían haber tumbado todo a su paso—aquí despega de las telas para volverse tridimensional. Y así, plantea una posibilidad: la de un post-mundo utópico.
“Pienso en cómo nos vinculamos con el mundo, de una manera que considero extractivista y utilitaria, siempre le estamos sacando algo. En mis obras trato de retratar una especie de fin de esa jerarquía”. Hay una escultura de acero inoxidable que es un árbol atrapado en una suerte de castillo, o chimenea metálica. Cierta tensión radica en la duda de si el árbol adaptó su crecimiento a dicha estructura o si fue al revés. De todos modos crece, empantanado en una pasta viscosa y densa que se mezcla con sus raíces, estirando con fuerza su par de brazos como tentáculos en el agua desafiando la gravedad.
Fragmento de "Leonora", 2025. Pastel tiza sobre papel, 64 x 490 cm.
El jardín escultórico surrealista Edward James, del pueblo mexicano de Xilitla, es recreado en una de las obras con una mujer que busca sus ojos perdidos. Los que va encontrando sueltos son, según Renata, ese camino hacia adentro que le gusta proponer cuando uno se embarra en el lodo de actuaciones que es a veces el mundo.
En la mitad de la sala hay una pared cuya fractura fue diseñada, y permite imaginar que algo así como un relámpago le cayó encima. El presente es pinchado, o como minimo cuestionado de manera implícita y hasta quizás inconsciente. ¿Si pudiéramos —o debiéramos— hacerlo todo de nuevo, lo haríamos distinto? ¿hasta qué punto pueden convivir las propias contradicciones? ¿cómo queremos que sea el mañana? ¿hacia dónde vamos?
Lo que corta es un atajo, de Renata Juncadella, se puede visitar de marts a sábados de 14 a 19, en Galería Cott, Perú 973, Buenos Aires. Hasta el 2 de agosto.
Clarin