Cada vez menos jóvenes estudian carreras presenciales, mientras las virtuales ya suman la cuarta parte de las matrículas: ¿Qué hay detrás?

El año 2024 fue el que presentó el número más bajo de matrículas presenciales en educación superior en más de 10 años, y en cambio, los programas virtuales alcanzaron su número más alto de matrículas en la historia.
Aí se evidencia en los más recientes datos publicados por el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (Snies) del Ministerio de Educación, el cuál consolida todas las estadísticas de matrícula tanto de universidades como de instituciones técnicas y tecnológicas.
De esta manera, los datos de 2024 (que fueron apenas dados a conocer hace pocos días) revelan que para ese año la matrícula de programas presenciales (tanto de pregrado como de posgrado) fue de 1’773.335, lo que representa el 69,4 por ciento de las 2’553.560 matrículas totales registradas.
Esto representa una reducción no solo en número de matrículas presenciales de 2023 (1’775.957) sino también en la representación dentro del total de matrículas, que en ese momento representaba el 71,7 por ciento.
Además, es la matrícula presencial más baja en más de una década, y un número mucho menor, por ejemplo, al registrado el año 2017, cuando los programas presenciales reportaron 1’994.043 estudiantes.
Por su parte, los programas virtuales para 2024 contaron con un total de 582.721 estudiantes, el número más alto en la historia, con lo que se consolidan como la modalidad de mayor crecimiento, representando ya el 22,8 por ciento de la matrícula.
Y es que el crecimiento en la cantidad de jóvenes que eligen esta opción para estudiar deja mucho que decir. Hace 10 años (en 2014) apenas sumaban 51.010 matrículas, habiéndose duplicado con respecto al año 2020, cuando eran 251.383.
Pero la virtualidad no solo ha venido ganándole terreno a la presencialidad, sino también a la educación a distancia tradicional, que en otros tiempos era la segunda modalidad preferida de los estudiantes colombianos con 283.040 matrículas en 2017, y ahora solo suma 185.897 alumnos.
Los datos también muestran que una nueva modalidad también está ganando, de a poco, terreno. Se trata de la educación dual (donde la mayor parte del aprendizaje es práctico, directamente desde el sector productivo), que en 2024 registró 2.150 estudiantes. Pero es que en 2020, la primera vez que la modalidad fue medida en el Snies, eran solo 65.

Educación virtual. Foto:iStock
Pero, ¿qué hay detrás del crecimiento de la educación virtual en las universidades? De acuerdo con expertos como el analista Ricardo Rodríguez, “lo que más llama la atención es que no es que las matrículas en programas virtuales crezcan porque el sector en general crezca, sino porque los jóvenes cada vez prefieren más esta modalidad, y las universidades lo ofertan más. De hecho, aunque la matrícula total de 2024 creció, la presencialidad redujo su número de estudiantes. Y mientras en 2018 los programas virtuales tenían el 8,2 por ciento de los estudiantes, ahora tienen el 22,8 por ciento”.
Para el experto en educación virtual, Fernando Aristizabal, las carreras en línea presentaron una explosión con el confinamiento por la pandemia del covid-19. Sin embargo, pese a que ya pasaron años desde el encierro, la virtualidad no deja de crecer: “No fue una cuestión exclusiva de la pandemia. Es cierto que esos años las universidades ampliaron su oferta virtual y muchas personas optaron por esta alternativa, pero la tendencia continúa, y cada año se está viendo un aumento promedio de 70.000 estudiantes, por lo que es justo decir que esta modalidad es cada vez más atractiva para los jóvenes”.
Aristizábal asegura que hay muchas razones por las que la virtualidad se ha hecho más atractiva. La primera, es el tema financiero, debido a que las carreras virtuales suelen ser más económicas que las presenciales, incluso en una misma universidad que ofrece el mismo programa en ambas modalidades.
Los costos para las instituciones también son menores. Una vez se cuente con la plataforma, el número de profesores que se requiere para atender a grandes grupos de estudiantes es menor, lo que abarata los costos, algo atractivo para las universidades, que cada año registran más programas virtuales.
Y otra ventaja para los estudiantes es la flexibilidad: “Es más provechosa en especial para estudiantes de menores recursos, que tienen que trabajar al tiempo que estudian. El que la mayoría de sus actividades sean asincrónicas permite ajustar los horarios a las necesidades individuales”, explica el experto.
Pero, así mismo, tiene sus desventajas. Por ejemplo, según las cifras del Snies, las carreras virtuales presentan una mayor tasa de deserción que las presenciales, debido a la dificultad de hacer seguimiento a los estudiantes, y a que la misma flexibilidad puede derivar en abandono de los estudios.
A esto se suman los cuestionamientos que se han hecho a la calidad de estos programas, debido a que el acompañamiento docente es menor. “Además, está que se pierde la experiencia del campus universitario, el encontrarse con el otro, el construir debate, todos ellos momentos claves para la vida universitaria”, explica Luis Felipe Maldonado, máster en pedagogía.
MATEO CHACÓN ORDUZ | Subeditor Educación
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