Por qué una entrada de Bad Bunny te cuesta más que un viaje: el 'boom' de los conciertos de lujo
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Bad Bunny ha confirmado que aterrizará a finales de mayo de 2026 en España para traer temas frescos made in PR (Puerto Rico para el que no sea aficionado a su jerga), con la excusa de presentar su nuevo disco Debí tirar más fotos, y ha desatado la locura. En parte, porque para comprar sus entradas (que se ponen este viernes a las 12 horas a la venta, aunque ayer hubo preventa) sus fans debieron ahorrar mucho dinero o, yendo por la vía rápida, simplemente vender un riñón. Aunque las más baratas parten de los 73 euros, las más caras costarán 600 euros porque incluirán "experiencias VIP". En concreto, la entrada calificada como VIP 1 (o ultimate Bad Bunny vip lounge experience) costará 543,30 euros, sumados a unos ricos 72,50 gastos de gestión.
Los precios de lujo se han democratizado en los últimos tiempos, así como los polémicos gastos de gestión, lo que no impide que en algunos casos haya que arquear la ceja por pura perplejidad. Cuando Taylor Swift llegó el año pasado a Madrid para presentar su famoso The Eras Tour en el Bernabéu, unas entradas en el frontal izquierdo en pista podían costar, fácilmente, 226 euros. Los precios del Motomami de Rosalía en 2022 dejaron sin habla a sus fans, pues podían ascender hasta los 413,50 euros, algo inusual para una artista no consagrada todavía o con pocos años de trayectoria en los escenarios. Al fin y al cabo ese mismo año tocaron los Rolling Stones en Madrid y los precios oscilaban entre los 50 y los 280 euros (sin gastos de gestión incluidos). ¿En qué momento se han normalizado unos precios de entradas tan altos?
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"Por muy humilde que se presente el artista, ya sea Bad Bunny o quien sea, la música en vivo se ha convertido en un producto de lujo", nos cuenta el periodista musical Nando Cruz, autor de
"Asistir a conciertos da una especie de estatus social, lo que siglos atrás era asistir a un baile de salón o a las carreras de caballos"
Nos explica que las empresas organizadoras de conciertos (como Live Nation, que se encarga de organizar la gira de Bad Bunny) estudian hasta dónde pueden subir los precios y si el público en concreto está dispuesto a pagarlos. "El presidente de Live Nation el año pasado dijo que se venden las entradas muy baratas. ¿Por qué? Porque si una entrada la vendes por 200 € y luego ves que en la reventa se vende por 1.000 €, esos 800 € de diferencia los estás perdiendo tú. La reventa, facilitada por la tecnología, ha dado a las promotoras pistas claras de hasta cuánto están dispuestos a pagar los fans. Por eso hay precios diferentes: hay gente que solo puede pagar 100, y gente encantada de pagar 600 por estar en el mejor sitio".
Señala Cruz que esta subida de gastos tiene varias vertientes que lo explican: por un lado, está la globalización; al comprar una entrada de Bad Bunny no compites solo con gente de Madrid o Barcelona, sino con personas de toda Europa, como son los ingleses o los holandeses, que tienen mayor poder adquisitivo que tú y están perfectamente capacitados para pagar 300 o 400 euros. "Y ocurre algo más perverso aún", señala, "cuando sale el disco de Bad Bunny, todos lo comentamos en redes, por lo que estamos hablando de lo guay que es y haciéndole una campaña publicitaria gratuita. Eso genera un interés superior por el artista, entonces, cuando salen las entradas a la venta, su precio ya refleja esa campaña de marketing gratuita que hemos hecho. Nosotros mismos hemos subido el precio de las entradas".
FOMO y gastos de gestión"Soy de los que guardan las entradas en papel y me da pena su involución. Hoy ya no existen, ni con tinta ni sin tinta, son un número que puedes si quieres imprimirte", nos cuenta el periodista y guionista Carlos H. Vázquez. "De todas las que tengo, una de mis favoritas es la de Bob Dylan en el extinto festival Vía Jazz en 2006. El precio: 20 euros. En anteriores visitas a la capital, las localidades se cotizaban al alza: de 85 euros a 300". Nos cuenta el periodista que, en una ocasión, el promotor Gay Mercader le explicó que traer a Bob Dylan a España había dejado de ser rentable hacía tiempo, teniendo en cuenta su salud y su edad. "Tampoco veo a Dylan haciendo un meet & greet y ahora lo hace todo el mundo. Es parte del show business y es cool, te lo hacían los Kiss y te lo hace Leticia Sabater".
La anécdota de Dylan casa mucho con otra de las curiosidades señaladas al principio del artículo: una entrada para Rosalía o para Bad Bunny, artistas sin una trayectoria musical muy amplia, es mucho más cara que una de los Rolling Stones. "Es que en 2025, quien quiera ver a los Rolling Stones probablemente ya ha tenido oportunidades para hacerlo", nos cuenta de nuevo Nando Cruz. "Además no puedes decir que están en su mejor momento. En cambio, Rosalía o Bad Bunny posiblemente sí lo estén. Muchos fans nunca los han visto en vivo, así que están dispuestos a pagar mucho por ello".
"En 2025 has tenido mil oportunidades de ver a los Rolling Stones. Sin embargo, Rosalía y Bad Bunny están en su mejor momento"
"A mí me parecen caras las entradas como me parece alto el coste de vida", zanja H. Vázquez. "Y pienso que esto irá a más, básicamente porque todo se encarece. Luego están los gastos de gestión, un impuesto más por divertirte con la experiencia. Y se paga, porque es un negocio; una empresa no es una ONG, y juega con el FOMO (del inglés fear of missing out, es decir, miedo a perderte algo) como lo hace con la nostalgia".
Los gastos de gestión no existían hace 20 años (explica Cruz que uno de los primeros grupos en rebelarse contra ellos fue Pearl Jam), pero ahora los hemos asumido como parte del proceso de la compra: si una entrada cuesta 70 euros, te cobrarán 10. Si cuesta 500, podrán cobrarte perfectamente 72. Aunque no haya ningún gasto de gestión real en una entrada que compras tú en una cola virtual y te descargas en una app de tu móvil (también comprado por ti) o imprimes en tu propia impresora.
"Tengo entendido, no obstante, que una parte de la recaudación de las entradas de todos los conciertos se donará a la Fundación Good Bunny" cuenta H. Vázquez. "Es una fundación que se centra en el apoyo a niños y jóvenes de comunidades desfavorecidas para fomentar el desarrollo del talento en la música, las artes y los deportes. Los seguidores dudan de si será verdad. Los hay que opinan que tendría que ser una elección de los compradores. Cada quien decide en qué gastar su dinero. No obstante, ninguno de nosotros seremos Pino Sagliocco (Live Nation) con Michael Jackson ni Narcís Rebollo (Universal Music) con Taylor Swift en el Santiago Bernabéu. Paguemos lo que paguemos".
El Confidencial