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Los selfies que destruyen el arte

Los selfies que destruyen el arte

En Florencia, la crónica se ha vuelto metáfora: un visitante literalmente se metió en un cuadro para sacarse una foto. El escándalo que siguió abrió un debate: ¿prohibir los selfies (y similares) en los lugares sagrados del arte? Difícil establecer reglas claras. Hace dos meses, frente al féretro del papa Francisco, cientos de fieles, tras muchas horas de cola, se hacían autorretratos sin descanso. Hasta que, al día siguiente, la gendarmería vaticana recibió la orden de prohibir aquella obscenidad.

La víctima de nuestros tiempos se llama Retrato de Fernando de Médici, gran príncipe de Toscana, una obra de finales del siglo XVII del pintor florentino Anton Domenico Gabbiani, expuesta en los Uffizi, que resultó gravemente dañada por un hombre dispuesto a posar junto a ella. El incidente, en apariencia banal: un italiano de unos cuarenta años tropezó mientras una mujer que lo acompañaba estaba a punto de tomarle la imagen. El golpe provocó un desgarro en la parte inferior del lienzo, justo donde aparece el pie derecho de Fernando. El autor del daño fue identificado y denunciado. La restauración está en marcha y la muestra sobre el siglo XVIII podrá reabrirse la próxima semana.

Pero no se trató solo de un accidente, como demuestra la reacción del director de los Uffizi, Simone Verde, que se tomó el caso con seriedad: “Hay que establecer límites muy precisos, impidiendo comportamientos que no son compatibles con el sentido de nuestras instituciones ni con el respeto al patrimonio cultural”.

Según Verde, “el problema de quienes vienen a los museos para crear memes o subir contenido a las redes sociales se está volviendo cada vez más común”. No es un caso aislado: apenas una semana antes, en el Palazzo Maffei de Verona, una pareja de visitantes, también al intentar hacerse una foto, destruyó prácticamente la silla Van Gogh del artista italiano Nicola Bolla. La directora del museo, Vanessa Carlon, difundió el video del episodio para alertar sobre el fenómeno.

En los Uffizi todavía no se ha definido un nuevo código de conducta. Por ahora no se prevén medidas concretas, más allá de la prohibición del palo de selfie, en vigor desde hace años.

El director del museo de Florencia anuncia medidas: “Hay que establecer límites muy precisos”

No es fácil, por otra parte, legislar sobre la educación, “especialmente la cultural”, explica a La Vanguardia Alessandro Zuccari, uno de los historiadores del arte más reconocidos de Italia. “Este hecho no me sorprende; hay precauciones posibles, como asignar un vigilante a cada sala, pero el problema es más complejo: para algunos, todo da igual, no hay comprensión, se hacen fotos de cosas que no se entienden, siempre con la necesidad de aparecer”.

El contexto también importa: “Una cosa es tomarse una imagen en la Fontana di Trevi, que fue concebida para impresionar, otra muy distinta es hacerlo ante un retrato del siglo XVII. En una muestra se debe actuar con respeto”.

También tiene reservas sobre una prohibición Arturo Galansino, director del Palazzo Strozzi, sede de importantes exposiciones florentinas: “Los riesgos siempre están presentes, y cuando montamos una muestra pensamos en las medidas de seguridad. Dicho esto, no creo en los vetos: hay que buscar un equilibrio entre proteger las obras y permitir que cada quien exprese su vínculo con ellas según su sensibilidad”.

El crítico de arte Jonathan Jones, en un artículo en The Guardian, se preguntaba: “¿Pero es justo considerar que cualquiera que se haga un selfie con un cuadro, o que comparta sus viajes en redes sociales, forma parte de una horda bárbara empeñada en destruir la civilización?”.

Según Jones, los selfies no son siempre un acto narcisista, sino que pueden ser “una forma de amor, una manera de decir: ‘Estuve aquí y esto me emocionó’. Considerar el uso del smartphone en los museos como un crimen es reaccionario y esnob”.

Según el crítico de arte Jonathan Jones, prohibir los selfies sería un acto snob y reaccionario

Zuccari escucha esta tesis y concluye: “Fotografiar lo que uno quiera es un derecho, pero comportarse con respeto lo es aún más”.

lavanguardia

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